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Especies únicas: Maravillas de cuatro patas o dos alas

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En plena época de confinamiento, estas especies aprovechan para mostrarse.

Hay alrededor de 385 millones de toneladas de personas en el mundo. Es inusual verlo de esa manera, pero la cifra muestra que somos la especie de mamífero con mayor biomasa del planeta. Cierto, el ganado tiene una cantidad mayor (520 millones), pero son varias especies. Ahora, siempre en el mundo de los mamíferos, los murciélagos son, por lejos, el grupo más exitoso: si bien no existe una única especie que sea tan abundante como las personas, para compensar existen 1.300 especies de murciélagos que habitan todo nuestro planeta, excepto la Antártida. No es raro entonces que, habiendo tantas personas, ganado y murciélagos juntos por todas partes, las enfermedades de todos ellos se mezclen y pasen de un lado para otro.

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Así es como llegó el coronavirus a los humanos. Pero con todo el drama que este virus nos ha traído, las medidas para mitigar su acción, están llevando a que el resto de los animales tengan un respiro, y puedan moverse sin tanta interferencia humana. En la Argentina, muchas cambian poco a poco sus hábitos volviéndose menos tímidas y se aventuraron a zonas no habituales. Aquí una selección de animales bellos, curiosos, valiosos, en peligro, de algunas de las 7 Maravillas Naturales Argentinas.

Espolón misterioso – PN Nahuel Huapi

El pato de los torrentes es como esas franquicias extendidas que están en muchos países, pero que —cuando se llega a uno de ellos— resulta que casi nadie la conoce. Pasa que habita desde Venezuela hasta la Patagonia austral, pero únicamente en… torrentes; esto es, en áreas turbulentas de ríos y arroyos. De un plumaje colorido, mide entre 38 y 48 cm.  Sorpresa, en cada ala posee un espolón, una punta dura, cuya utilidad los biólogos desconocen. Aunque son, cada uno con su pareja, seres muy territoriales, no los usan para agredir o defenderse. Pero, quizás el misterio no sea tal: cualquiera que se tiró por un torrente sabe que algo duro con lo que afirmarse es más que útil.

El antigourmet manchado – S. Misionera y B. La Estrella

Si le gustaran las hamburguesas de lenteja y los pancitos de chipá, el ocelote merecería el título de humano honorario. Aunque en la Argentina habita la Selva Misionera y el Bañado La Estrella, ámbitos más bien húmedos y cálidos, puede subir a las alturas frías de los andes colombianos o darse mañana para sobrevivir en los desiertos de Texas. Con su largo de 70 a 90 centímetros hace honor a su nombre guaraní de “pequeño yaguareté” (jaguarete´i). En cuanto a la dieta, si camina, el ocelote se lo puede comer: coatí, agutí, comadreja, roedores varios, lagartos overos y hasta algún mono, caen todos en su plato. Existe, eso sí, una diferencia con nosotros, ellos no arruinan el medioambiente que les provee la cena.

Ballerinas del embarazo – Salinas Grandes

Sin  ánimo de ofender, las vicuñas son como las bailarinas del teatro Colón en el mundo de los camélidos sudamericanos. No posee la robustez de los guanacos (y menos su costumbre de escupir), tampoco la disposición hogareña de las llamas, ni la tranquilidad y pelambre abundante de las alpacas. Las hembras se la pasan todo el día comiendo hierba. La razón sorprende: prácticamente viven embarazadas. A la semana de nacida una cría, se preñan otra vez. Tienen que comer por tres: para mantenerse ellas mismas, para amamantar al recién nacido durante ocho meses y para sostener las demandas del bebé que están gestando por 11 meses.

Tordo con brillo propio – Selva Misionera

Un naturalista Charles Darwin observó sus bandadas como destellos de amarillos voladores aleteando por el litoral. Parecían inextinguibles, pero los bosques se cortaron, muchos humedales se secaron intencionalmente y hasta se puso de moda capturarlos como pájaros de jaula. De hecho, hoy, en la Argentina se estima que podrían sobrevivir apenas 600.  En la Selva Misionera hay registros de observaciones en el sur. Supo habitar la cuenca del arroyo Garupá. Últimamente se lo ha visto en la Reserva Natural Privada Urutaú, cerca de Candelaria. Vuelve y perdónanos.

La “liebre de los palos” Talampaya

La mara, por cuyo nombre se la conoce más, en alguna época se la apostrofaba como “liebre de los palos”. La razón es clara y cómica: se parece a una liebre que anduviese en zancos. La semejanza no es solo de cara; en realidad ambos animales ocupan el mismo nicho ecológico, ambos corren como el diablo si se trata de escapar de sus predadores: sea este el puma, el yaguareté o las personas. Con una velocidad máxima de 60 km/h, su mansedumbre se convierte en electricidad si se siente amenazada. Pero, a diferencia de las liebres, viven en colonias, donde las crías son cuidadas por un conjunto de hembras, que actúan como madres sustitutas para los pequeños cachorros. Aunque se la considera patagónica, la verdad es que su hábitat va de Santa Cruz a Catamarca.

El quimilero, ese “chancho” tan especial

Bañado La Estrella Ver al chancho quimilero es un regalo. Hasta mediados del siglo pasado se lo consideraba extinto, un ser que había habitado Sudamérica en el Pleistoceno. Entre sus costumbres más características está el gusto por la sal.
Pero, ¿dónde encontrar sal fuera de un salero en las vastas extensiones a campo abierto? En las “piedras de sal” formadas en la parte externa de los hormigueros. Sus panzadas pueden durar hasta una hora. ¡Qué chancho!

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