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¡A vivir viajando!

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Una casa rodante brinda lo mejor de dos mundos: la comodidad del hogar y una sensación de libertad absoluta.

A Riko Rižnar y
su esposa Alenka lo que más les gusta de su casa rodante es la versatilidad.
“Podemos llevar nuestro hogar a donde vayamos”, comenta el ejecutivo de la
industria editorial jubilado, de 64 años, oriundo de Vrhnika, Eslovenia. “Somos
independientes. No nos vemos obligados a hacer reservas. Podemos cambiar de
idea un par de horas antes de partir; podemos regresar o ir a otro sitio”.

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Riko compró su
primera roulotte en 1995, después de que le extirparan el estómago a causa de
un tumor potencialmente letal. “Pensé: ‘Si me libro, me compraré un remolque’”,
recuerda. “En momentos como ese, decides lo que quieres, lo que necesitas y lo
que en verdad te importa”. Él optó por una mejor calidad de vida.

Él y Alenka, de
60 años, han viajado en su vehículo a muchos países de Europa, incluyendo
Italia, Francia, España, Alemania y Grecia; han pasado la noche junto a la ruta
tanto en zonas urbanas como rurales.

Incluso han
pernoctado afuera de los mejores restaurantes. Sin embargo, les encanta pasar
sus veranos estacionados cerca del mar, en una granja de su propiedad, en
Croacia; ahí se relajan y practican la jardinería. En invierno se llevan su
vivienda móvil, marca Hymer, a esquiar en Italia.

Una de sus
mejores vacaciones fue un viaje de Año Nuevo a Livigno, en los Alpes italianos.
Aun cuando la temperatura descendió a –27ºC y la nieve alcanzó los tres metros,
el matrimonio estuvo bien resguardado en su refugio móvil equipado con
calefacción, mientras platicaban, comían pizza y jugaban cartas con amigos.

Los Rižnar
—sociables, aventureros y amantes de la naturaleza— ejemplifican a un creciente
grupo de europeos que recorren las autopistas a bordo de una autocaravana o de
su hermana menor, la combi.

¡A vivir viajando!

EN 2017, SEGÚN LA FEDERACIÓN EUROPEA DE CASAS
RODANTES,
había casi 1,87
millones de casas móviles circulando a lo largo de Europa; en 2016 el registro
de estas aumentó casi 15 por ciento. De hecho, es claro que los remolques
tradicionales se están quedando atrás y se están sustituyendo con modelos
motorizados: en 2017, tan solo en el Viejo Continente se matricularon unas
111.000 de estos últimas, frente a 79.000 de los primeros.

Alemania,
Francia, Italia y el Reino Unido son las naciones en donde más proliferan. No
obstante, sin importar dónde radiquen sus dueños, el destino favorito es el
Mediterráneo, indica Erwin Hymer Group, el principal fabricante de dichos
vehículos.

Claude y Françoise
Jaffrot, ambos de 64 años, son aún más intrépidos. La pareja originaria de
Bretaña, Francia, ha salido de vacaciones en su hogar itinerante desde 1989,
cuando la llegada de su bebé “complicó un poco” ir a acampar en motocicleta, en
palabras de Claude.

Tras atravesar
Europa, de Noruega a Portugal y de Irlanda a Albania, tomando unas cuantas
semanas en cada excursión, decidieron emprender un viaje mucho más ambicioso
puesto que su hija había crecido y ellos estaban jubilados. Así que, en
noviembre de 2015, Claude y Françoise embarcaron su Rapido en un carguero con
rumbo a Montevideo, Uruguay, y exploraron Sudamérica todo un año.

Planearon la
travesía mucho tiempo antes de jubilarse, él de una carrera en el suministro de
alimentos, ella de las artes gráficas. “Conocimos a algunas personas que habían
viajado por el sur de América y dijimos: ‘¿Por qué nosotros no?’”, cuenta
Claude. “Acordamos que no lo postergaríamos. Si estábamos sanos, partiríamos en
el momento en que nos jubiláramos”.

Al llegar,
descubrieron enormes espacios abiertos, aunque pocas casas rodantes. Pese a los
interminables kilómetros de vialidades con baches en la Argentina y Chile, su
deleite no disminuyó frente a los vastos paisajes, las cordilleras, los
inmensos glaciares y la ausencia de tránsito intenso. “A veces no había carros:
estábamos en medio de la nada”, dice Claude, riendo.

La pareja y su
autocaravana nunca pasaban desapercibidos a donde llegaran y eran bienvenidos
por los lugareños. Incluso las inspecciones policíacas eran solo una excusa que
usaban los oficiales a fin de entrar a su hogar. “Cada que se subían, quedaban
sorprendidos; ni siquiera examinaban nuestros papeles”, apunta Claude.

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DEBIDO A QUE NO HABÍA INSTALACIONES para vehículos recreativos, los Jaffrot
se vieron obligados a acampar sin servicios básicos durante los 40.000
kilómetros de un itinerario que incluyó a Bolivia, Perú y Ecuador; no obstante,
les pareció seguro y sencillo. Por ejemplo, pudieron conseguir agua de grifos y
fuentes en carreteras y estaciones de servicio.

Esta experiencia
distaba mucho de la que tuvieron en Europa, donde, debido al auge de estas
unidades, han surgido restricciones sobre los sitios en los que se puede
acampar con ellas. A Riko Rižnar le gusta Grecia. “No te echan de los
estacionamientos cerca de las playas si te quedas dos o tres noches, y hay agua
disponible”, afirma.

Además, la fiebre
actual de los campamentos para casas rodantes ha hecho que la infraestructura
sea muy buena en muchos países. Por ejemplo, en Francia hay “aires”, espacios
de reposo que son baratos o, en ocasiones, gratis, con instalaciones que
ofrecen agua y aseo para los sanitarios. Rižnar también califica a Alemania,
España e Italia como buenos anfitriones.

Los Jaffrot se
han dado cuenta de que ahora hay más pensionados que disfrutan viajar en su
hogar sobre ruedas. “Tienen más tiempo y recursos económicos”, aventura Claude.
Señala que el precio promedio de una autocaravana nueva es de entre 50.000 y
60.000 euros. La asociación de esta industria en Alemania confirma que el
sector se está beneficiando de la población que envejece: los clientes suelen
ser mayores de 50 años.

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TAMBIÉN ESTÁN REGRESANDO LAS CLÁSICAS COMBIS. Del estimado de 225.000 casas rodantes
motorizadas y furgonetas que actualmente circulan por las autopistas del Reino
Unido, cerca de 90.000 son las icónicas Volkswagen.

Christie y Derek
Leary tienen 70 años; son una pareja de Oxfordshire y los orgullosos dueños de
una Kombi Tipo 2 color naranja brillante, a la que llaman Daisy. La compraron
nueva en 1979. Desde el principio fue mucho más que un instrumento para
vacacionar. Christie y Derek se han dedicado a los espectáculos de
entretenimiento, primero en un acto de cabaret, luego en números infantiles y,
al final, administraron una discoteca.

Daisy fue su
camioneta de trabajo casi 11 años. Viajaban, dormían y se cambiaban en ella.
“La limpiábamos para irnos a vacacionar, por lo general en octubre. Partíamos a
Escocia y se convirtió en nuestra casa de descanso. Nos gustaba caminar. Si
bien hacía frío y estaba oscuro, había colores maravillosos por allá”, relata
Christie.

Ahora Daisy está
prácticamente jubilada, y los Leary, quienes ayudan a dirigir el Club de
Propietarios de Volkswagen Tipo 2 del Reino Unido, la llevan, sobre todo, a
exhibiciones de furgonetas tradicionales. Ser invitados a una filmación en la
que se presentó a cada una de las 50 unidades clásicas seleccionados fue una
gran experiencia. “No había dos iguales”, señala Christie. “Fue un día hermoso.
Sentimos que todos los años que cuidamos a Daisy valieron la pena”.

A veces disfrutan
el simple hecho de tenerla en casa. “Sacamos los alimentos y comemos en ella”,
explica Christie. “En cuanto nos sentamos, nos relajamos. Es como nuestra
mascota”.

Como a la pareja
aún le fascina acampar, en 2009 invirtieron en una más reciente, la Volkswagen
Tipo 5. ¿Los beneficios? Un inodoro, una ducha, una cama más amplia y menor
gasto de combustible. “Sin importar el modelo que uno maneje, perteneces a una
familia especial”, comenta Christie. “Hasta quienes no tienen una combi se
detienen. Se dan vuelta, saludan y sonríen, sobre todo los niños”.

Los Leary
consideran que los campamentos para remolques en el Reino Unido son más caros
ahora que viajar en ellos se ha vuelto tan popular. “Aunque en comparación con
otras formas de vacacionar, sigue siendo barato”, añade Christie. “Si sales por
lo menos una vez al mes, es rentable”.

Con las
autocaravanas más caras sucede lo mismo. “Es económico si la usas al menos 30
noches al año”, dice Riko Rižnar. “Si solo la ocupas dos semanas, sale más
barato alquilarla”.

No obstante, esto
tiene que ver menos con el costo que con un estilo de vida. Christie Leary
resume en una palabra el atractivo de las caravanas: “Libertad”. Los jóvenes
empiezan a interesarse en ellas. El Consejo Federal de Caravanas, que
representa a la industria de estos vehículos, indica que las familias se ven
atraídas a ellas.

MARC STOESSER, DE 43 AÑOS, Y SELENA ZELLER, DE 34,
DE MÚNICH, ALEMANIA,

viven en su furgoneta, una Citroën Jumper bautizada como Whatabus. La compraron
cuando Marc cumplió 40, el mismo día en que dejó su estresante empleo en el
área de compras del aeropuerto.

El plan era que
ambos trabajaran como arquitectos paisajistas y pasaran más tiempo en las
montañas, haciendo senderismo y ciclismo. Eventualmente, se dieron cuenta de
que sus fines de semana fuera de casa se alargaban cada vez más.

“Estábamos
pasando más noches en la camioneta que en nuestro departamento”, indica Selena,
riéndose.

Así que en 2016
entregaron las llaves del inmueble alquilado y se mudaron al Whatabus.

“Nunca soñamos
con vivir en este vehículo”, admite Selena. “Solo sucedió. Dijimos que lo
intentaríamos antes de decidir. Eso fue hace más de dos años y no queremos
cambiar”.

Habitar Whatabus,
que también es el nombre de la revista online para campistas móviles que ellos
editan, fue un cambio de estilo de vida drástico. Marc asegura que “fue difícil
deshacerse de posesiones, incluyendo miles de CD” que no ha extrañado para
nada. Selena concuerda. “Me encanta tener tan pocas pertenencias. Llevas todo
lo que necesitas contigo. Eres libre”.

Trabajar desde su
nueva morada es fácil gracias al celular, el internet móvil y la electricidad
generada por paneles solares. Rentan una oficina virtual con escritorios y un
servicio de manejo de correspondencia; usan la casa del papá de Marc como
bodega y dan su dirección con propósitos administrativos.

Cuando visitan a
sus amigos o a familiares, llevan su propio cuarto. “Preferimos dormir en
nuestra cama”, bromea Marc. “Mi papá nos hizo un pequeño departamento en su
hogar, ¡y todavía no lo hemos usado!”.

Marc y Selena
pasan sus veranos en Baviera, manejan al domicilio de sus clientes y acampan en
las cercanías; se dedican a viajar durante los inviernos. Han visitado 41
países hasta el momento, Ucrania, Georgia y Armenia entre ellos.

Uno de sus
recorridos favoritos fue al extremo norte de Noruega, considerado como uno de
los mejores destinos para quienes habitan en caravanas, debido a su belleza y
la libertad que hay de acampar casi en cualquier lugar. Llegaron al cabo Norte,
uno de los puntos más septentrionales del continente europeo, de noche.

“Fue
sorprendente”, recuerda Selena. “Nos encontrábamos solos en la nieve. Había dos
hombres que vivían ahí y fueron muy hospitalarios. Todavía puedo escuchar sus
palabras: ‘Hola, bienvenidos al cabo Norte. Disfrútenlo, es todo suyo’”.

La pareja ha
encontrado generosidad en sitios inesperados. En Turquía, preocupados por su
seguridad tras las secuelas del fallido golpe de Estado de 2016, se alejaron
con rapidez de un grupo de uniformados que vieron mientras caminaban por el
bosque. Se aterrorizaron cuando los hombres los llamaron, pero resultaron ser
amigables y dadivosos. Abrieron su propiedad hípica para que Marc y Selena
pernoctaran con todo y furgoneta.

También han
tenido una serie de experiencias negativas: un delincuente irrumpió en su
vehículo en Francia, sufrieron un intento de robo en Sarajevo, así como un
accidente menor con un grupo de ladrones de autos en Chipre, todo en un lapso
de cuatro meses. Los buenos momentos, sin embargo, superan por mucho a los
malos.

“Es muy agradable
abrir la puerta en la mañana y observar el lugar en que te encuentras”, dice
Selena.

Marc Stoesser
está de acuerdo: “La vida en la caravana está llena de momentos especiales”.

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