Charla con el Papa Francisco, del podcast Marcó, tu semana
“Tengo el privilegio de haber mantenido una relación con el papa desde hace muchos años”, comenta Guillermo Marcó, sacerdote de Buenos Aires y exvocero del pontífice cuando era arzobispo. El pasado mes de julio, ambos se reunieron en la residencia del papa en el Vaticano y debatieron sobre todos los temas, desde cómo reza el papa hasta cómo vive el paso del tiempo.
“Después de esta charla, muchos me preguntaron: ‘¿Ha cambiado?’. Y respondí que no. Lo encontré muy feliz; siempre ha sido un bromista y aún se ríe mucho”.
GUILLERMO MARCÓ: Por muchos años fue sacerdote y obispo en Buenos Aires; caminaba por las calles, usaba el transporte público. Ahora, como papa, todo lo que dice y hace llega al mundo entero. ¿Cómo lo hace sentir todo esto?
PAPA FRANCISCO: La distancia es el mayor desafío. La distancia se puede medir en metros o en kilómetros. Pero nada de eso vale cuando se trata de las cosas del corazón, en el corazón el tiempo y la distancia son iguales. Están lejos y al mismo tiempo cerca, ¿no es verdad? A veces recuerdo algún episodio que viví con alguna persona en particular allá en Buenos Aires, y cuando sucede algo similar aquí, siento que vivo en todos lados.
MARCÓ: ¿Cómo son las oraciones de un papa? ¿Reza de otra manera ahora?
PAPA FRANCISCO: Para decirlo en términos evangélicos, la oración del obispo consiste en cuidar al rebaño. Y bueno, el papa es un obispo, así que aplica lo mismo: observar, pedir, interceder y dar gracias por todo lo bueno que sucede.
MARCÓ: ¿Aún se levanta temprano para rezar?
PAPA FRANCISCO: ¡Sí, sí! Porque si no rezás por la mañana, no rezás. Luego es más difícil encontrar momentos de tranquilidad.
MARCÓ: Una vez visité Catamarca [una provincial de Argentina], donde conocí a una religiosa que era ermitaña. Le pregunté cuál era la mejor manera de rezar y ella respondió: “Mire, padre, yo me levanto muy temprano, antes de que haya luz. Porque cuando los pájaros se despiertan y comienzan a cantar me distraigo”. Y en ese momento pensé ¡qué queda entonces para alguien como yo, que vive en una gran ciudad! [Ambos se ríen.] ¿Extraña algo de su vida cuando era más libre?
PAPA FRANCISCO: Sí, andar por la calle, callejear. En Buenos Aires, caminaba o usaba el transporte público. Aquí, las pocas veces que salí solo del Vaticano, me agarraron in fraganti.
MARCÓ: Es cierto, hace poco en una disquería y otra vez en una óptica.
PAPA FRANCISCO: Cuando fui a la óptica eran las 7 de la tarde, en invierno, estaba oscuro. Y, aun así, una señora me vio y gritó desde el balcón: “¡El papa!”. ¡Y ahí todo terminó! [Ambos se ríen.] En la otra oportunidad, fui a bendecir una disquería de unos amigos que la habían refaccionado. Me pidieron que los visitara y entonces fui. Otra vez, todo estaba oscuro. Pero con tanta mala suerte que justo allí había un periodista* esperando en una parada de taxis. Me reconoció.
MARCÓ: Existe el mito popular de que se escapa del Vaticano y camina por la calle, ¿es así?
PAPA FRANCISCO: No, no es verdad. El que sí hacía eso era San Juan Pablo II. A él le encantaba esquiar y aquí, a menos de 100 km, hay lugares para esquiar y él solía hacerlo. Usaba un gorro de esquí que le cubría la cara y nadie lo reconocía.
MARCÓ: Cómo papa, ¿por qué no vive en el Palacio Apostólico?
PAPA FRANCISCO: El día después de mi nombramiento como papa tenía que tomar posesión del Palacio Apostólico. Es impresionante lo grande que es. No es tan lujoso, pero es inmenso, y unas 100 personas trabajan allí. Uno pierde su independencia así.
Entonces le pedí al Señor: “Dame una salida”. Al día siguiente, salí de mi habitación y vi una puerta que estaba abierta, adentro había una señora limpiando. Le pregunté: “¿Qué es este lugar?”. Me respondió: “Es el departamento de huéspedes de la Casa Santa Marta. Estamos limpiando porque viene alguien para participar de su toma de posesión”.
Miré a mi alrededor y pensé ¿qué tal este lugar? Hay una habitación, un baño y un estudio. Y dije: “¡Papita para el loro!” [Ambos se ríen a carcajadas.]
Y así fue. Dios puso la solución en mis manos. Una vez cuando me preguntaron en una entrevista por qué no me quedé a vivir en el Palacio Apostólico dije “por motivos psiquiátricos”. No lo hubiera soportado.
MARCÓ: Le gusta vivir con gente, ¿no? Todos los domingos almuerza con los empleados.
PAPA FRANCISCO: Sí, así es. Ellos almuerzan 12:20 y yo me sumo. Es un modo de tener un almuerzo de familia distinto al que tengo todos los días con los sacerdotes, los obispos, etc.
MARCÓ: ¿Qué está leyendo actualmente?
PAPA FRANCISCO: Ahora estoy leyendo un libro sobre la última entrevista que dio el Cardenal Martini [antes de su fallecimiento en 2012], donde dice que la Iglesia está 200 años atrasada**. Es excelente, me está ayudando.
MARCÓ: ¿Y qué vislumbra para la Iglesia a partir de esa lectura y en base a su propia experiencia como papa?
PAPA FRANCISCO: Que con la presencia del Espíritu Santo no hay que tenerle miedo a nada. El egoísmo busca transformar las crisis en conflicto, algo que daña a todos. Las crisis son lo que nos ayuda a crecer. Una de las cosas que aprendí acá es que no sabemos manejar las crisis. Cuando transformás una crisis en conflicto, perdés. La unidad es más grande que el conflicto.
MARCÓ: ¿Qué siente frente a la edad, frente al paso del tiempo?
PAPA FRANCISCO: No la siento. Cada tanto, cuando me pongo a pensar en la edad que tengo, no me parece real. Pienso: “¿Yo tengo esta edad? ¿Yo?”, me río de mí mismo y sigo adelante.
MARCÓ: Muchas veces dice que las personas mayores son descartadas.
PAPA FRANCISCO: Esta es una sociedad que descarta. Lo que puede traer problemas se descarta. ¿Y los viejos? Se los descarta a pesar de que son los que llevan la sabiduría adelante. Los viejos ven un joven y reviven, vuelcan allí toda su sabiduría y así los chicos aprenden cosas que no pueden recibir de sus padres. El diálogo que es preciso fomentar es el de los jóvenes con los viejos. Un poema que conozco [del argentino Francisco Luis Bernárdez] habla acerca de que todo lo que tiene el árbol de florido le viene de las raíces, de aquello que está bajo la tierra. Y los viejos son las raíces del árbol.
MARCÓ: Como papa, ¿qué es lo que más guarda en su corazón?
PAPA FRANCISCO: Mi corazón es un depósito de cosas que guardo y tengo que ampliarlo a cada rato; no quiero perder nada de lo lindo que la gente me da. El cura está para enseñar, pero yo creo que es mucho más lo que se aprende.
MARCÓ: ¿Qué siente frente a la inmensa responsabilidad que tiene?
PAPA FRANCISCO: El Espíritu Santo da muchos frutos. Yo solo no me las arreglaría.