Transmitir los fundamentos para que sean capaces, en el futuro, de construir su propio patrimonio.
Aunque pareciera pretencioso, se puede afirmar que es posible “asegurar” el futuro financiero de nuestros hijos. ¿Por qué? Porque no se trata de otra cosa sino de dejarles establecidas las bases para que ellos solos puedan hacer frente a la vida en el terreno financiero, sepan tomar decisiones, construyan buenos hábitos y aprecien el valor de generar su propio patrimonio. Es una de las mejores acciones que podemos hacer como padres, pero, para llevarla a cabo, primero debemos entender cómo se relacionan los pequeños con el dinero.
El dinero y las emociones
El dinero esconde tras de sí una serie de implicaciones emocionales y psicológicas. Los niños aprenden sobre el dinero por la manera en que nosotros nos relacionamos con él. De hecho, nuestra propia relación con el dinero proviene de nuestras experiencias infantiles, y, si no las hacemos conscientes, les legaremos a nuestros vástagos patrones inconscientes de conducta.
Los niños aprenden de lo que ven. Si en la casa no se habla jamás de dinero, aprenderán que es un tema tabú. Si se gasta desproporcionadamente, también lo harán ellos. Si los padres no son capaces de gozar del dinero, eso es lo que sus hijos aprenderán.
Por el contrario, instruirlos en cómo fijar metas claras, ahorrar, elaborar un presupuesto y atenerse a él, debería ser el ejemplo que les demos a nuestros hijos y, tal vez, su mejor herencia.
He aquí otros consejos prácticos:
- Empezar temprano. Pensar que los hijos ya tendrán tiempo para aprender por sí solos en qué consisten las finanzas personales constituye el error más grave y común. Lo aconsejable es empezar a tocar estos temas, con total honestidad, desde que ellos tienen cinco o seis años. De ahí en adelante es recomendable dejar que hagan compras pequeñas, que reciban una cantidad de dinero a la semana y que vayan entendiendo el poder del ahorro. Es importante también, sobre todo cuando ya tienen ocho o nueve años, regalarles una alcancía, de preferencia transparente, para que vean cómo se va llenando de dinero. De igual forma, es bueno enseñarles a dividir el dinero en tres partes: ahorro, gastos y ayuda a los demás, algo que se les quedará grabado para toda la vida. Cuando empiecen a gastar su propio dinero, hay que dejarlos cometer errores: que compren cosas que nos les convienen. Después comprenderán que se equivocaron y por qué, y habrán aprendido, muy temprano en sus vidas, una valiosa lección.
- Fijar límites. Las elecciones financieras de los pequeños deben basarse en el hecho de que todo tiene un límite y un costo. Ello, y el ver que se puede construir prosperidad a partir de este principio de orden, es lo que los puede llevar a dominar sus finanzas en el futuro. Es bueno darles una cantidad periódica para sus gastos, pero no debe ser dinero ilimitado. Y nunca es demasiado temprano para que el niño empiece a elaborar su propio plan acerca de cuánto gastar y en qué y cuánto ahorrar. Nada más educativo que cuando un niño identifica un deseo y se programa para ahorrar y conseguirlo. Todo esto se debe hacer, siempre, verbalizando lo más posible todo lo referente al dinero, sin lenguaje indirecto: “Para esto no nos alcanza, pero si ahorramos, lo podemos comprar en seis domingos”. Simplemente, decir las cosas como son.
- Predicar con el ejemplo. El impacto del ejemplo sobre la psicología infantil es mucho más profundo, duradero y trascendente que el de la educación formal. Los niños absorben todo y de inmediato adoptan las actitudes de sus padres, así que nos interesa que nos vean haciendo el presupuesto familiar, conversando de dinero en pareja, haciendo planes y organizándonos para cumplirlos. Por su bien, es muy positivo que nos vean a veces refrenarnos de comprar algo, y que entiendan la diferencia entre deseos y necesidades (de la misma forma, también es esencial que en otras ocasiones nos vean cumpliendo metas y satisfaciendo necesidades y deseos: todo bajo un principio de equilibrio). Por último, es deseable que nos vean dar un poco de lo que tenemos a los que más necesitan.
- Enseñarles a invertir. Cuando crezcan un poco más, digamos a los 10 años, los chicos deben aprender la diferencia entre ahorrar e invertir. A esta edad es aconsejable compartir con ellos una cuenta bancaria, e incluso, a los 12 o 13 años, cambiarla a un plazo fijo o un fondo de inversión (aunque tengan que ser, hasta la mayoría de edad, a nombre de uno de los padres). Aquí es donde realmente aprenderán que invertir no es sólo “guardar” el dinero, sino ponerlo a producir para que se multiplique.
- Finalmente, como padres les debemos una cosa más a nuestros hijos, algo muy sencillo de hacer y que puede cambiar sus vidas en el futuro: depositarles una determinada cantidad en un fondo de renta variable (los que invierten en acciones), y dejarla ahí hasta que lleguen a la mayoría de edad. Ya sea que les sigamos depositando mes tras mes (o año tras año), o simplemente con que lo hagamos una sola vez, cualquier cantidad se multiplicará exponencialmente al dejarla invertida en acciones durante un plazo tan largo como 18 años. Después de todo, ellos cuentan con el activo más importante: el tiempo. Hoy no está de moda hablar de ganancias en la bolsa, por la crisis mundial que estamos viviendo, pero tarde o temprano los altos rendimientos volverán, y quien pueda dejar ahí su dinero estará en condiciones de reunir verdaderas fortunas.
Es positivo que nuestros HIJOS vean cómo hacemos el presupuesto familiar y hablamos de dinero.