¿Te preguntaste alguna vez por qué históricamente se representó con estrellas la sensación que produce el dolor de un golpe en la cabeza?
¿Querés ver las estrellas? Lo mejor es ir al campo, donde hay pocas luces artificiales, y mirar hacia arriba, en especial en una noche despejada. Como lo expresan de manera tan elocuente Gerry Goffin y Carole King en su canción Up on the Roof: “por la noche las estrellas montan un espectáculo gratuito”.
Si mirar al cielo no te parece muy emocionante, podés intentar golpearte el cráneo. No es que cueste mucho golpearse la cabeza, salvo por los posibles honorarios médicos. Pero un golpe en la cabeza no es tan confiable como el firmamento o como una visita al observatorio local, ya que podés ver estrellas o no. Y está el problemita del dolor de cabeza.
La mayoría de los neurooftalmólogos consultados acerca de si vemos estrellas debido al daño en los ojos o a una lesión cerebral coinciden en que casi siempre “son los ojos”, aunque existe cierta controversia sobre el tema. Lenworth Johnson, neurooftalmólogo del Instituto Mason de los Ojos, de la Universidad de Missouri, Columbia, explicó que cuando nos golpeamos la cabeza se agita el humor vítreo, la gelatina transparente e incolora que llena el globo ocular.
La física de los golpes
Entonces, el humor vítreo, que está adherido a la retina, hace que ésta se sacuda. La retina es el elemento sensible del ojo, que envía al cerebro información sobre luminosidad, color y brillo. Esa sacudida envía al cerebro la señal de estrellitas. “Es el equivalente a pellizcarse la piel y que se informe dolor u otra sensación porque los nervios craneales son sensibles al tacto”, explica Johnson.
La agitación de la retina no se traduce en dolor; aunque, como explica Scott Forman, profesor asociado de Oftalmología, Neurología y Neurocirugía de la Facultad de Medicina de Nueva York, ver las estrellas después de una lesión en la cabeza quizá tenga relación con lo que en la profesión se conoce como fotopsia o “destellos de Moore”.
Un caballero de ese nombre acuñó el término para referirse a las perturbaciones visuales producidas por la repentina aceleración o desaceleración del globo ocular (que es concomitante con un golpe en la cabeza). Esto produce una fuerza gravitatoria que se ejerce sobre el humor vítreo. Cuando el humor vítreo tironea de la retina, algo que ocurre si se le aplica una fuerza repentina, la retina se arruga levemente.
Esa deformación mecánica de la retina no se percibe como dolor, porque no hay terminales nerviosas de dolor en la retina. No obstante, lo más probable es que desencadene una ola de despolarización, un cambio en la carga eléctrica o en la actividad eléctrica de las capas fotorreceptoras (las capas de la retina que contienen los elementos que captan la luz del ambiente).
La deformación mecánica tiene el mismo efecto que cuando la luz incide sobre la retina. Esto significa que envía al nervio óptico y, luego, al cerebro visual (el lóbulo occipital, en última instancia, y otras “áreas de asociación” visual del cerebro) una señal que interpretamos como puntos luminosos, destellos o relámpagos.
Si queremos ver cómo otra persona ve las estrellas, la mejor opción es un dibujo animado de la Warner Brothers; muchos lóbulos occipitales han sido golpeados con un martillo en los dibujos animados. Pero los atletas, las personas que tuvieron un accidente o las víctimas de delitos que sufren una contusión (el cerebro blando golpea contra la superficie rígida del cráneo) también suelen ver estrellas. Un estudio indica que casi el 30% de los atletas que sufrieron lesiones en la cabeza por impacto directo vieron estrellas o colores inusuales. Los epilépticos a veces ven estrellas durante un ataque y otras veces después de tenerlo.
Entonces, se pueden ver las estrellas si se afecta directamente el cerebro, dejando a un lado al “intermediario” (la retina); pero lo más probable es que, a diferencia de lo que ocurre con los conejitos de los dibujos animados, cualquier golpe en la cabeza lo bastante fuerte para hacernos ver las estrellas sea también suficiente para mandarnos a la sala de emergencias.