Es muy simple: para elaborar un presupuesto básico hogareño necesitaremos una hoja de papel, una lapicera y saber sumar.
El ABC de un presupuesto es realizar un cuadro de doble entrada: en una columna los ingresos y en otra, los gastos. En la columna ingresos, anotaremos los salarios, ingresos, herencias o cualquier otra entrada de dinero que pueda tener nuestra economía. En cuanto a la columna de los gastos, podemos diferenciar según la naturaleza del gasto. Así será más fácil controlarlos y si es necesario, estudiar cual de ellos debemos eliminar.
Si a cualquiera de nosotros nos preguntaran cuánto gastamos en comida, transporte, ocio, teléfono o ropa al mes, posiblemente tardaríamos unos minutos en responder, o incluso contestaríamos que realmente no lo sabemos. Tendríamos que acudir a los extractos de las tarjetas, extracciones del cajero electrónico y sumar para contestar a esa pregunta. Si no sabemos cuánto gastamos, por tanto, tampoco sabemos si ahorramos o no, y cuánto. Este es un error muy común en la mayoría de las personas y familias, que en más de una ocasión puede desencadenar en despistes financieros que finalmente nos cuestan mucho dinero y disgustos. Para ayudarnos a poner en orden todos nuestros números, existe una herramienta muy útil que es el presupuesto.
¿Cómo clasificar los gastos?
- Gastos fijos: Son aquellos gastos obligatorios (impuestos) o aquellos a los que nos hemos comprometido por contrato (alquiler de la vivienda, hipoteca, agua, luz, gas, etc.) o sin contrato con terceros (colegio, guardería, etc.). No pagarlos supone exponerse a problemas como corte de suministros, problemas legales con la vivienda, embargos, etc.
- Gastos corrientes: No son obligatorios porque no existe contrato ni obligación legal, pero son necesarios para nuestra vida diaria. Hablamos de los gastos de alimentación, transporte, ropa, etc.
- Gastos ocasionales: Son gastos irregulares. Algunos son ineludibles como los gastos médicos, pero otros se pueden reducir o incluso prescindir en caso de necesidad. Tal es el caso del ocio, viajes, telefonía, etc. Debemos tener en cuenta que, aunque la mayoría de los gastos fijos en general suelen tener un importe constante a lo largo del año (hipoteca, alquiler), otros gastos pueden ser más o menos cuantiosos según un determinado período del año (suministros en los meses de invierno), o producirse en un determinado momento (impuestos), por lo que el presupuesto no puede o tiene que ser uniforme todos los meses.
¿Cómo mantener el equilibrio?
En general, cuando hablamos de manejar el presupuesto, hablamos de controlar el nivel de gastos, dado que el de ingresos suele ser constante y no variar. Es por ello que el presupuesto que realizamos al comienzo del año nos servirá para controlar si los gastos se han reducido, mantenido o aumentado a lo largo del mismo.
Existen una serie de normas que podemos seguir para que tenga utilidad el presupuesto que realicemos: no todos los meses son iguales. Algunos son más “tranquilos” en lo que a gastos se refiere, lo que nos facilitará ahorrar para hacer frente a los meses de mayor gasto.