Su enfermedad, el acoholismo, el matrimonio y la familia.
Si se le pregunta a Michael J. Fox qué lo llevó a escribir su tercer libro, A Funny Thing Happened on the Way to the Future: Twists and Turns and Lessons Learned, hará exactamente lo que se esperaría: una broma. El actor y escritor de 48 años, que respalda la investigación médica (le diagnosticaron enfermedad de Parkinson en 1991) dice que por fin ha llegado a un punto en que puede “dar algunos consejos sin perder la seriedad”. En un instante, agrega sobre el libro: “No es el libro de un experto. Es sólo mi experiencia. No cargo con el peso de ser experto”.
Veinte años después de haber protagonizado a Marty McFly en la última película de la trilogía Volver al futuro, Fox ha renunciado en gran medida a la actuación. Sabe que a muchos seguidores, su cara y su voz siempre les harán recordar a Alex P. Keaton, el adolescente conservador que interpretó en Lazos de familia, serie cómica de la década del ochenta.
Si quieren conocer su receta para la felicidad, es muy sencillo: dejar atrás el pasado (sí, ¡también los años ochenta!) y vivir el momento.
P: En el libro, bromeas con que tuviste suerte de casarte con alguien (la actriz Tracy Pollan) más inteligente y más bonita que tú. ¿Crees que la felicidad conyugal se reduce a sólo una elección, a casarte con la persona correcta?
R: Es evidente que eso es fundamental. Pero la clave del éxito de nuestro matrimonio es la capacidad de dejarnos en paz. Y de darnos cuenta de que no es la forma en que nuestras similitudes se combinan sino la forma en que las diferencias funcionan juntas.
P: ¿Dejar pasar las cosas? ¿No discutir por nimiedades?
R: Sí. Preguntarse si el asunto es tan importante como para enfurecerse. Cuando dices de alguien: “¡Si tan sólo supiera!”, pues no puede saber. Porque no es uno. Tienes que aceptarlo y darte cuenta de que alguien puede quererte y no entender cada uno de tus motivos, emociones, necesidades y deseos.
P: Tienes cuatro hijos, entre ellos dos gemelas.
R: ¿Sólo cuatro? A veces parecen cinco.
P: Algún consejo sobre educación que comience con “Siempre debes…”
R: Siempre debes estar disponible para tus hijos. Porque cuando dices “Dame cinco minutos, dame diez minutos”, serán 15 o 20. Y entonces, cuando les prestes atención, la emoción de lo que querían compartir contigo se habrá esfumado. Siempre que me levanto a ver algo que alguno de mis hijos quiere mostrarme obtengo una recompensa.
P: Tu último libro, Always Looking Up, se trató del optimismo. ¿Cuál es tu receta para lidiar con personas negativas y difíciles?
R: Creo que las personas que más miedo dan son las que carecen de sentido del humor; así que esa es una prueba. Si tienes dudas acerca de alguien, hazle un par de bromas. Si nada le parece gracioso, ¡alerta roja! También diría que hay que ser pacientes con las personas pesimistas porque la están pasando mal.
P: Has aparecido algunas veces como invitado en la serie Rescue Me. ¿Hay alguna actuación próxima de la que nos quieras contar?
R: No. Hace un tiempo que no hago nada. La actuación en Rescue Me fue una oportunidad única de representar un personaje —un misántropo enojado— opuesto a cómo la gente piensa que soy. Si surge otra oportunidad como esa, la voy a aprovechar.
P: Has reconocido que, cuando te diagnosticaron la enfermedad de Parkinson, trataste de emborracharte hasta llegar a “un punto de indiferencia”. Describes tus primeros años de sobriedad como “una pelea a navajazos en un armario”. ¿Te sigue costando trabajo permanecer sobrio?
R: Tengo que cuidarme mucho de no violar los principios por los que llegué a estar sobrio. No diría que es una lucha; en este momento preferiría beber ácido de batería a tomarme una cerveza. Pero debo decir que me dio herramientas para enfrentar la enfermedad de Parkinson. En este nuevo libro cuento que no hay mejor lección en pérdida del control que la enfermedad, porque uno aprende muy rápido lo que puede controlar y lo que no. La única respuesta es aceptarlo. Estos son principios que practico todos los días: la aceptación y la gratitud.
P: Una de las cosas más valientes que has hecho ha sido revelar tus síntomas; en una ocasión llegaste a no tomar la medicación antes de dirigirte a un subcomité del Senado. Algunas personas te criticaron por esto.
R: No entendí la violencia de la reacción. Pensé: Un momento, ¿acaso tengo alguna obligación pública de esconder mi esencia? En los años siguientes me he dado cuenta de que tomar los medicamentos y estar libre de síntomas no es mi estado natural. Mi estado natural es temblar, titubear y tener dificultad para hablar. Así que disfruto la tregua, pero no me engaño. Y si estoy en público, los síntomas no tienen nada que ver con quién soy. Si logro abstraerme y digo “ahora estoy luchando y no puedo hacer lo que quiero”, no sólo habré pasado un mal rato sino que me habré perdido por completo del momento, sólo por abstraerme y juzgarlo.
P: Parece que ése es tu principio central de organización.
R: Volviendo al matrimonio, se trata de crítica. Mientras menos critiquemos, mejor nos irá.