¿Querés reírte un rato? Estos relatos increíbles sobre robos llenos de errores de cálculo te sacarán una sonrisa.
Un hombre de 23 años hacía fila en una caja de supermercado en Stuttgart, Alemania, para pagar dos latas de gaseosas cuando de pronto dos empleados de la tienda?lo increparon: lo habían visto robando. El sujeto se puso a correr hacia la salida, pero, mientras esquivaba gente, los artículos que acababa de esconder debajo de su pantalón se deslizaron por una de las piernas, tropezó con ellos y cayó al suelo. Entonces los empleados lo detuvieron y lo entregaron a la policía.
Chocó, huyó y lo repitió
Un residente de 21 años de Innsbruck, Austria, no había manejado ni 200 metros cuando chocó contra una camioneta. Con él iban su novia y un amigo, y sin duda estaban en un brete. Eran las 7 de la mañana de un día de octubre de 2015, y el joven y sus acompañantes habían pasado toda la noche bebiendo en un bar. Pensando rápidamente —lo más rápido que pudo su alcoholizado cerebro—, decidieron huir y esconder el auto. El joven manejó su abollado auto hasta un patio cercano, pero al detenerse se percató de algo: no era un patio, sino el estacionamiento de la comisaría. Trató de alejarse antes de que alguien los viera, pero chocó contra otro vehículo. ¿La buena noticia? No era un patrullero. ¿La mala? Era el auto particular de un agente. Cuando el joven intentó huir, su coche no arrancó. La policía se apareció y lo detuvo casi de inmediato.
Amante de la velocidad
Un hombre de 39 años de la ciudad checa de D??ín ama tanto los autos… que se dedica a robarlos. Sin embargo, su entusiasmo a menudo supera su juicio. Las ruidosas pruebas que hace de sus nuevos autos (maneja a exceso de velocidad, cambia imprudentemente de carril y se pasa los semáforos en rojo) atraen la atención de la policía. En noviembre de 2013, poco después de haber salido de una cárcel alemana donde había cumplido una condena por robo de autos, el sujeto volvió a las andadas. Robó un coche, y manejó tan alocadamente, que varios transeúntes grabaron una prueba rotunda de sus fechorías con sus celulares, así que la policía no tardó en detenerlo de nuevo.
Dientes afilados
Un joven se disponía a entrar a robar en un edificio en Wloklawek, Polonia, en mayo de 2015, cuando uno de los residentes lo vio, lo increpó e intentó sujetarlo. En su afán por escapar, el intruso mordió al vecino en un brazo, pero no solo fue en vano, sino que cometió otro delito: agresión a un agente de policía, falta por la que podría pasar hasta diez años en la cárcel. El residente era un policía en su día de descanso. Sin embargo, dos meses después, mientras estaba en libertad bajo fianza en espera del juicio, el sujeto decidió conseguir un poco de dinero de la única forma que parecía saber: robando. Al ver en una calle a tres hombres que hacían trabajos de reparación, tomó una bolsa de herramientas y corrió. Dos de los hombres resultaron ser policías, y se lanzaron tras él, junto con un transeúnte que había presenciado el robo. Cuando alcanzaron al ladrón, este recurrió a la única salida que conocía: mordió a uno de sus perseguidores. Al menos tuvo algo de suerte: el hombre a quien le clavó los dientes era un civil, así que se salvó de un nuevo cargo por agresión a un agente de policía.
(Ilustración: Luc Melanson)
Un cliente menos
Aunque la mayoría de los 4.000 habitantes de la localidad polaca de Okonek, con su pintoresca torre del reloj y su pequeña estación de policía, se conocen más o menos unos a otros, Pawel P., de 22 años, no reconoció al hombre al que se acercó en el estacionamiento de un supermercado en octubre de 2015.
— Ey, amigo, ¿no querés comprar un poco de hierba? —le dijo Pawel.
El hombre, que cargaba con sus bolsas de compras, se detuvo. “Esto debe ser una broma”, se dijo. “¿A quién se le ocurriría venderle drogas a un policía en su día de descanso?” Pero al ver que el joven hablaba en serio, el agente decidió seguirle el juego. Accedió a comprar un poco de marihuana, pero dijo no traer efectivo. Le preguntó al joven si podía esperar mientras llamaba a algunos amigos para que le llevaran dinero. Los amigos se presentaron y, claro, eran otros policías. Pawel tendrá que pasar hasta tres años en prisión por posesión y tráfico de drogas.
Atrapado dos veces
En el poblado de Radovljica, Eslovenia, un hombre que planeaba robar una tienda de artículos de porcelana se vio atrapado dos veces. Tras forzar las pesadas puertas de entrada de la tienda, se dio cuenta de que no podría abrirlas por completo, así que intentó entrar deslizándose de lado; sin embargo, las puertas se cerraron de nuevo automáticamente y le atraparon una pierna. No pudo moverse hasta que la policía se apareció y se lo llevó arrestado.
Leelo o ponete a llorar
La falta de atención de dos ladrones aprendices se convirtió en su ruina en la ciudad de Enschede, Holanda, en julio de 2015. Los sujetos irrumpieron en una joyería y echaron en una bolsa hasta el último artículo que había en el escaparate, pero no se dieron cuenta de un letrero que decía: “Todos los anillos y demás piezas expuestas son solo modelos”. Al final, no importó, ya que los vecinos oyeron ruido de vidrios rotos y llamaron a la policía. Los agentes detuvieron a uno de los pillos en la joyería; el otro logró huir, pero lo arrestaron a los pocos meses.
De tal palo, tal astilla
En el pueblo húngaro de Batmonostor, los planes de una mujer de robar una casa toparon con un obstáculo cuando trató de escalar el cerco y el pantalón se le atoró con el alambre de púas. Mientras colgaba allí sin poder hacer nada, un vecino la vio y llamó a la policía. Resultó que los agentes ya conocían bien la casa: había sido objeto de un intento de robo anterior, también infructuoso, por parte del hijo de esa mujer.
(Ilustración: Luc Melanson)
Un poco codicioso
Aquella noche todo le estaba saliendo bien a un ladrón de casas de 43 años, en Bonn, Alemania. Luego de haber allanado una casa por la puerta trasera sin que nadie se diera cuenta, había metido en una bolsa una computadora portátil y un teléfono inteligente. Incluso había sacado un bocadillo del refrigerador. Pero de pronto vio un pequeño cuarto y no pudo resistirse a entrar. Mientras hurgaba allí, la puerta se cerró de golpe y ya no pudo salir. Entonces sacó su teléfono y pidió ayuda. Como nadie quiso ir a ayudarlo, se vio obligado a recurrir a una opción mucho peor: la policía. Los agentes llegaron, encontraron el botín en la sala y se llevaron arrestado al maleante.
Estrategia fallida
En Lyon, Francia, hay un hombre de 32 años con todas las virtudes de un buen empresario: conoce el mercado, se anuncia ampliamente y hasta ofrece muestras gratis de su producto para atraer clientes. El único defecto de su plan de negocios: ese producto son drogas ilícitas. En la primavera de 2015, este hombre tapizó las calles de su barrio con volantes publicitarios, e incluso ofreció entrega gratuita en pedidos de más de 100 euros. La campaña atrajo la atención no solo de clientes potenciales, sino también de la policía. Cuando registraron la casa del sujeto, a finales de agosto, los agentes hallaron 102 gramos de resina de marihuana, y arrestaron al hombre.
Mojado y frustrado
En julio de 2015, en la ciudad de Arad, en el oeste de Rumania, un hombre que estaba sentado en un banco del parque hablando por teléfono celular llamó la atención de un delincuente de 17 años. El muchacho se acercó a él, le arrebató el teléfono y echó a correr. Mientras pensaba en un plan de escape sobre la marcha, saltó a un lago, sin recordar que no sabía nadar. La víctima del robo y un transeúnte se lanzaron al agua y llevaron al joven bandido hasta la orilla; momentos después la policía lo arrestó y lo trasladó a la comisaría.
GPS delator
No se considera sensato cometer un delito mientras se lleva consigo un recuerdo de una fechoría anterior, y menos aún si ese objeto indica la ubicación del infractor todo el tiempo. Pero T. Ferenc no era conocido por su sensatez. A este hombre de 46 años, del pueblo de Mehtelek, Hungría, lo habían puesto bajo arresto domiciliario luego de una condena por robo, y le habían colocado un aparato electrónico de localización. Sin embargo, convenció a la policía de que tenía que reunirse con su abogado en la cercana ciudad de Szombathely. Un agente del condado de Szabolcs captó la señal del aparato, pero en Budapest. Telefoneó a Ferenc, quien dijo que no oía bien mientras aquél le ordenaba no moverse de allí. Policías de Budapest fueron enviados a buscarlo. Estos agentes se limitaron también a seguir la señal de satélite de Ferenc, y lo encontraron robando una casa en un barrio elegante. En un minuto lo arrestaron.