Descubra la importancia de las revisiones periódicas.
ADEMÁS DE PREVENIR las caries e infecciones gingivales, las consultas dentales
frecuentes tienen otra utilidad: elevan la probabilidad de detectar de manera
oportuna el cáncer bucal. Se trata de neoplasias malignas en la superficie o al
interior de la boca, ya sea en los labios, los pómulos, el paladar, el piso, la
lengua o las encías. Si bien no figura en la lista de las principales, es un
trastorno habitual: representa el 5 por ciento del total de las neoplasias del
organismo. La tasa de supervivencia a 5 años para pacientes con carcinomas en
labios es del 90 por ciento; en cambio, para quienes los presentan en la
cavidad bucal o la garganta es apenas de 45 por ciento. Lo que hace la
diferencia es la etapa en la que se advierten. Y los dentistas, que suelen
revisar áreas que uno no alcanza a ver, están capacitados a fin de encender la
alarma ante lesiones rojas o blancas, y otros síntomas.
Usted también puede identificar los signos
de cuidado: dolor en la zona, protuberancias o llagas que no sanan, dolor de
oídos, encías inflamadas, sangre en la saliva, dientes flojos, ronquera o
dificultad para deglutir. Brano Bystricicy, de la Sociedad Europea de Oncología
Médica, recomienda acudir a una consulta si alguna de estas molestias se
prolonga más de tres semanas. El especialista señala, además, que con
frecuencia los pequeños y sutiles tumores vienen acompañados de inflamación
considerable en los ganglios linfáticos. “Los aquejados pueden percatarse de
esto con facilidad: aparecen bultos bajo el cuello o el mentón que se expanden
y no desaparecen con tratamiento antibiótico”, explica.
Los fumadores están más propensos a desarrollar cáncer bucal; quizá los cigarrillos electrónicos tengan el mismo efecto, ya que contienen agentes cancerígenos similares. Otro factor de riesgo importante, asociado al estilo de vida, es el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, que irritan las células del órgano. El alcohol potencia el impacto del tabaco al permitir que las sustancias químicas nocivas penetren las células.
Cada vez son más los casos de esta dolencia asociados a infecciones por virus del papiloma humano (VPH), que pueden llegar a la boca, la lengua o la laringe por transmisión sexual, e incluso por besos en la boca. (Los investigadores aún analizan esta última posibilidad.) En general, las sepsis por VPH no producen síntomas ni problemas de salud; el sistema inmunitario suele ganar la batalla en un par de años. Pero si el VPH perdura, causa cambios celulares que propician la aparición de neoplasias malignas.
La incidencia de la afección en hombres supera en más del doble a la de las mujeres. Esto podría deberse, en parte, a que ellos beben y fuman más, en promedio; sin embargo, también son más proclives a sufrir cáncer bucal y de garganta por infecciones atribuibles al VPH. “Al parecer, los varones generan menos anticuerpos para combatir la septicemia”, apunta Bystricicy; aunque, aclara, esto aún no se ha comprobado científicamente.
Ya existen vacunas contra las cepas más peligrosas del VPH y está demostrado que reducen el riesgo de padecer cáncer cervicouterino, en especial si se aplican a jóvenes que todavía no inician su vida sexual. Distintos estudios indican que la inmunización también protege del cáncer bucal: los resultados no son definitivos. No obstante, como las mismas cepas están implicadas en ambos procesos, muchos albergan la esperanza de que los programas de vacunación eviten el desarrollo de estas neoplasias malignas en el futuro.