La intoxicación por monóxido de carbono es un problema grave y evitable del que se informa poco.
A fines de 2019, mientras preparaba una cena para algunos amigos, mis niveles de energía bajaron y comencé a tener dolor de cabeza, lo que es raro en mí. Atribuí los
síntomas al estrés, porque había comenzado a cocinar más tarde de lo habitual esa noche y trataba de recuperar el tiempo perdido de modo frenético. Pero cuando el detector de monóxido de carbono comenzó a sonar muy fuerte, me di cuenta de que los vapores peligrosos de mi horno sobrecargado eran la causa de mi malestar.
Gracias a la oportuna alerta del detector la situación tuvo un final feliz: después de llamar a los servicios de emergencia, descubrieron que tenía monóxido de carbono en mi cuerpo. Me pusieron bajo observación durante alrededor de una hora, hasta que los niveles bajaron.
Los bomberos también tomaron lecturas dentro de mi casa y luego la ventilaron hasta que el gas fue indetectable.
Lo que más me asustó fue que las habitaciones de arriba tenían casi el doble de monóxido de carbono que la cocina. Por suerte, cuando se produjo la fuga, mis hijos se encontraban en una habitación distante con la puerta cerrada, ellos no tenían rastro alguno de este gas en su organismo.
El monóxido de carbono es invisible e inodoro. Si no hubiera tenido un detector y mi familia se hubiera ido a dormir esa noche, puede que nunca nos hubiéramos despertado. Un pequeño aparato terminó salvando nuestras vidas.
Un peligro subestimado
La intoxicación por monóxido de carbono es un problema grave y evitable del que se informa poco. Según la revista Indoor Air, unas 350 personas mueren al año por este envenenamiento en Europa. En la Argentina, esa cifra asciende a unas 40 personas por año.
Pero es probable que muchas más personas se vean afectadas. “Definitivamente diría que cualquier cifra oficial está por debajo de la realidad”, afirma Sarah Jones, consultora en salud pública de NHS Gales. Dado que el monóxido de carbono es indetectable para los sentidos humanos, es posible que las personas lleguen a sentirse mal, sin poder señalar con certeza cuál es el origen de sus síntomas, ni mucho menos darse cuenta que necesitan tratamiento.
Además, los signos de intoxicación por este gas son vagos y podrían sugerir múltiples trastornos de salud. El doctor Kurt Anseeuw, presidente de la sección de toxicología de la Sociedad Europea de Medicina de Emergencia en Amberes, Bélgica, afirma que muchas personas no se dan cuenta de la gravedad del problema. “Uno dice: ‘no me encuentro bien’. Tal vez se sienta mareado, tenga náuseas, quizá algunos vómitos, y piense que son señales de una gripe”. Pero la situación puede empeorar con rapidez, explica, y entonces se puede perder el conocimiento y entrar en coma.
El envenenamiento por monóxido de carbono es causado por defectos en calderas, sistemas de calefacción o electrodomésticos de cocina; parrillas que se usan en interiores (incluso dentro de carpas); y vapores de autos que penetran en residencias desde los garajes.
En mi caso, escapaba fuera de mi horno de gas natural: lo tenía lleno de bandejas de cocina que empujaban la puerta, evitando que cerrara herméticamente, como debería.
Pocas normativas
Los detectores de monóxido son baratos, cuestan alrededor de 40 dólares, pero puede que usted ni siquiera sepa que debe tener uno. Muchos países no los exigen en los hogares, aunque pueden ser obligatorios en edificios comerciales.
“Hay muchos países en los que no es obligatorio ni siquiera tener alarmas de detección de humo, ni hablar de alarmas de monóxido de carbono”, afirma Finian Joyce, secretario de la Federación de la Asociación de Bomberos de la Unión Europea.
Por ejemplo, en Canadá, los detectores del gas para hogares son obligatorios para la gran mayoría de la población.
Pero la falta de conciencia sobre la importancia de este tipo de aparatos, junto con la posible confusión sobre quién debe autorizar la regulación —¿debe hacerse a través de códigos de construcción, códigos de incendios u órganos legislativos?—, puede impedir que más naciones pongan la atención necesaria en esta medida de seguridad.
“La industria inmobiliaria está luchando contra más regulaciones, si estas se refieren a accesorios que no forman parte de la propia construcción”, afirma Wim Rogmans, cofundador de EuroSafe, Asociación Europea para la Prevención de Lesiones y Fomento de la Seguridad con sede en Ámsterdam.
“Es fácil para ellos decir que es responsabilidad de los residentes asegurarse de que su aparatos que pueden generar monóxido de carbono funcionan bien”.
un cambio en el horizonte
Como muchas personas no son conscientes este peligro potencial, la falta de reclamos públicos sobre la importancia de los detectores de este gas también puede estar sofocando los esfuerzos para añadir medidas de seguridad.
“Para conseguir medidas legislativas se necesita que un cierto número de personas reconozcan el problema por sí mismos primero y empiecen a hacer ruido sobre el tema”, enfatiza Jones, la consultora de NHS Gales. “
Es probable que eso sea de gran ayuda. Aunque tampoco hay razón por la que no podamos comprometernos a hacer ese cambio por nuestra cuenta”. A pesar de todo, las campañas de información sobre el monóxido de carbono han despertado el interés de los parlamentos de varios países, por lo que puede que se llegue a dictar normas pronto.
Finian Joyce, que también es miembro de la Alianza Europea de Seguridad contra Incendios consede en los Países Bajos, dice que ha oído hablar de mesas redondas con miembros del Parlamento Europeo, que se están poniendo en contacto con encargados de la seguridad contra incendios y de la industria fabricante de estos detectores.
“Eso está comenzando a crear conciencia. Creo que en los próximos diez años se verá un mayor énfasis en la instalación de alarmas de monóxido de carbono”, asegura Joyce.
Mientras tanto, para su tranquilidad, considere gastar un poco de dinero en un detector de monóxido de carbono para su hogar.
Podría ayudarlo a usted y a sus seres queridos a sobrevivir a un asesino inodoro y silencioso, el cual no sería capaz de detectar por sí mismo, tal y como me ocurrió a mí.