Si algo interrumpe la labor de ciertos animales, volverán a empezar la tarea desde el principio.
Las avispas de arenal construyen sus nidos de manera instintiva, y lo realizan en una serie de etapas. Primero cavan para hacer una cámara; luego supervisan el avance, depositan un huevo y la sellan con arena. Después, tapan el nido con un guijarro. Pero si algo interrumpe su labor -tal vez se desacomode la piedrita que hace las veces de puerta-, volverán a empezar la tarea desde el principio. Una vez más, las avispas cavan para construir la cámara aunque no haya defectos en la primera que hicieron: son perfeccionistas.
La abeja cortadora de hojas también es incapaz de adaptarse a los cambios en la rutina de construcción. La hembra corta pedazos de hojas y los usa para construir las celdas en las que depositará sus huevos. Si en su camino encuentra algún pedazo de hoja que le pueda servir, lo dejará ahí. Su instinto le dice que debe cortar las hojas, y darles la forma y el tamaño deseados, para después transportarlas sobre la espalda hasta su madriguera. Si deja caer algún pedazo, en lugar de recogerlo regresará a cortar otro.
Los insectos no son los únicos elementos del reino animal que están gobernados por el instinto y la rutina; también las aves adolecen de este «defecto». El nido de un pájaro tejedor es una compleja estructura de ramas. La secuencia de las acciones para la construcción es bastante larga. Pero si es interrumpida por la destrucción de una sección recién acabada, en lugar de reparar el daño el ave vuelve a empezar.