Avances en un campo complejo.
Tumores cerebrales
El cerebro no es más propenso a desarrollar tumores que cualquier otro órgano vital del cuerpo, pero cuando es atacado por crecimientos anormales, suele ser difícil combatirlos.
No todos los tumores cerebrales son malignos; de hecho, casi la mitad, conocidos como tumores primarios, son benignos, pero todos son graves. El cerebro es un órgano compacto, encerrado en el cráneo sin mucho espacio para moverse. De no ser así, estaría sometido a tensiones frecuentes y excesivas, en especial al realizar actividades vigorosas. Un tumor dentro o sobre el cerebro ejerce presión: los tejidos de este órgano pueden ser comprimidos contra las distintas capas de las meninges o contra el cráneo.
En un principio, la víctima puede sufrir leves dolores de cabeza, que se vuelven cada vez más intensos. La visión se torna borrosa en uno o en ambos ojos, provocando ceguera. Algunas veces, los sentidos del oído y el olfato se pierden o cambian radicalmente. Cualquier persona que padezca cefaleas constantes debe acudir a su médico de inmediato.
Al indicar al médico estos síntomas, el paciente será sometido a distintos exámenes, en general de los reflejos y de los músculos. El médico puede hacerlo, pero sin la ayuda de los modernos instrumentos de diagnóstico con que suelen estar provistos los hospitales, no puede revisar el cerebro. Si hay sospecha de un tumor, el paciente necesitará la ayuda de un especialista. En fechas recientes, nuevas técnicas, como la de resonancia magnética, han revolucionado los exámenes del cerebro y de otros órganos. Un examen del cerebro por esta técnica proporciona una imagen nítida de secciones cruzadas que podría revelar anomalías.
Cuando los especialistas localizan un tumor, enfrentan dos problemas básicos: el primero, si el tumor es extirpable, es decir, si es posible eliminarlo sin dañar el cerebro, y el segundo, si el tumor es benigno o maligno, lo que nadie puede saber antes de que se extirpe y analice.
Los crecimientos benignos suelen estar bien definidos y las probabilidades de éxito son altas, sobre todo si se localizan en la parte externa del cerebro. Los tumores cancerosos suelen internarse en los tejidos y las probabilidades, en estos casos, son mucho menores: apenas un paciente entre cinco sobrevive un año después de que se hizo el diagnóstico.
Aun cuando el tumor sea inaccesible, existen métodos para reducir su tamaño. Uno de ellos utiliza un rayo láser guiado por computadora que volatiliza el tumor; otros lo bombardean con radiaciones o sustancias antineoplásicas. No cabe duda que los tumores en el cerebro son graves, pero las víctimas pueden tener esperanza. Algunas zonas del cerebro que ayer eran inoperables, ahora son accesibles.