Números, colores, fechas, amuletos de la suerte: todo puede ser de mala o buena suerte según las supersticiones de cada civilización o nación.
En todo el mundo, mucha gente todavía cree que lo sobrenatural interviene en la vida cotidiana.
¿Dónde se originaron las supersticiones?
En el mundo, una de cada diez personas sufre de triscaidecafobia, el temor al número 13. Los agentes inmobiliarios dicen que las casas con el número 13 son difíciles de vender, y una casa con el número 12A (para evitar usar el número 13) suele tener una herradura colgada en la puerta. Se supone que eso ahuyenta los maleficios, porque el diablo se mueve en círculos y la abertura de la herradura lo hará volver atrás.
En los países anglosajones, el viernes 13 se considera el peor de los días de mala suerte. Aunque menos personas salen con su auto en esos días, un estudio de 1993 publicado en el British Medical Journal concluye que la cantidad de accidentes que ocurren un viernes 13 es superior a la de otros viernes. El destino funesto asociado con el viernes 13 es una superstición que tal vez se origine en la Última Cena de Jesús junto a sus doce apóstoles, uno de los cuales –Judas Iscariote– lo traicionaría.
La relación con el viernes proviene del hecho de que los cristianos recuerdan esa traición el Viernes Santo. De allí surge la creencia de que si se sientan 13 personas a la mesa, uno de los presentes morirá durante ese año. El viernes 13 de octubre de 1307, el rey Felipe IV de Francia hizo arrestar a todos los caballeros templarios, acusados de herejía. Como su objetivo era confiscar sus riquezas, los mandó torturar para arrancarles confesiones de idolatría.
En el mundo antiguo, los números eran la clave para comprender el universo y sus fuerzas mágicas. Eran propios de cada cultura: en Babilonia, donde el sistema numeral se basaba en el 60, se creía que los números de 1 a 60 eran bendecidos por los dioses. En la antigua China, se pensaba que los números impares o femeninos, traían mejor suerte que los números pares, que eran masculinos.
El uno, número de la unidad divina; el dos, vínculo entre Dios y el hombre o entre una pareja; y el tres, el número de la Santísima Trinidad, se consideraron números de buena suerte. El cuatro, en especial bajo el aspecto de un trébol de cuatro hojas, implica la perfección, pero para los chinos es de mala suerte pues su nombre suena como la palabra que significa “muerte”.
Los babilonios y los antiguos egipcios creían que el siete (la suma del tres y el cuatro, ambos propicios) era un número de suerte porque ésa era la cantidad de los planetas sagrados. En la Biblia, es significativo que Noé haya hecho entrar en el arca siete pares de todos los animales puros, una pareja de cada animal impuro y siete parejas de aves. Cuando la inundación cedió, Dios, que había creado el mundo en siete días, envió un arco iris de redención que tenía siete colores.
Amuletos para la buena fortuna
Los egipcios usaban amuletos como protección contra la muerte y los espíritus malignos. Uno de los más antiguos era el “ojo” de Horus, un dios que tenía figura de halcón. El ojo derecho del dios representa el de un halcón, con la “lágrima” que a veces se ve debajo del ojo. Horus fue convocado por su madre, Isis, para destruir a Set, su tío, y perdió el ojo después de una serie de combates. Cuando recuperó su ojo, se decía que tenía poderes especiales.
El símbolo del ojo era conocido como Wadjet, deidad relacionada con el Sol. Se hacían representaciones del ojo en metales preciosos, que le otorgarían a quien las llevara la fuerza del Sol. Se les daban amuletos a los bebés para su protección. Los regalos del bautismo, habituales hoy en día, son un vestigio de esta práctica.
Los amuletos o talismanes, usados en forma de pulseras, collares, anillos suelen estar hechos de oro o plata, gemas o piedras semipreciosas. La “estrella del mago”, de cinco puntas, tuvo mucha difusión en la época medieval. Representaba los misterios del universo y se creía que fortalecía el alma. Para los que viajan es de buena suerte llevar encima una imagen de San Cristóbal, el santo patrono de los viajeros. Según la leyenda, el santo se ofreció una vez a transportar a un niño, que poco a poco se volvía más pesado que cualquier otra carga. Más tarde, el pasajero le reveló que era Jesús.
Talismanes para protegerse de las supersticiones
Para propiciar los espíritus que protegen la casa, había que incrustar en las paredes el cráneo de un ser humano o de un animal (en especial, un caballo) cuando se construía la vivienda. Muchas culturas antiguas creían que eso mantendría alejado el mal y las enfermedades, y su resistencia a deteriorarse reflejaba la esperanza de que el hogar fuese perdurable. También se cree que las caras grotescas como las que aún se usan en países africanos y en México alejan a los malos espíritus.
El “punto débil” de una casa es el ojo de la cerradura, a través del cual puede entrar algo maligno o las hadas pueden sustraer a un bebé recién nacido. Por eso, dejar siempre puesta una llave en la puerta es una precaución de seguridad. Así, también se explica por qué romper o dejar caer una llave se considera de mala suerte. Las ventanas son otros puntos vulnerables. Podría colgarse una esfera de vidrio multicolor en la ventana para distraer la mirada de una bruja y absorber el impacto del veneno que ésta pudiera arrojar.
El feng shui establece que para evitar la mala suerte, los objetos del interior del hogar deben estar ubicados en la posición óptima relativa a las líneas de energía que atraviesan el ambiente. Eso deriva del vínculo entre el antiguo feng shui y la astronomía. Los chinos usaban el estudio de la astronomía para unir a los seres humanos con el universo y la estrella polar, mientras que la posición relativa a los polos celestes determinaba el eje Norte-Sur de las viviendas.
Sobre la base de esas reglas, un hogar ideal debería estar ubicado con colinas o árboles altos hacia el Norte o en la parte trasera, y una corriente de agua hacia el Sur o en el frente, para que los aspectos favorables del aliento cósmico o chi estén en perfecto equilibrio con los desfavorables. En el interior, los biombos pueden ayudar a evitar que la energía positiva fluya por las puertas. No se debe colocar un espejo en la pared enfrentada a una cama ya que el espíritu abandona el cuerpo por la noche, y su reflejo podría alterarlo.
Conservar la buena suerte
Existen todo tipo de medidas que, según se cree, influyen en la suerte. Cruzar los dedos para evitar la mala suerte es un gesto que parece estar relacionado con la Crucifixión, lo mismo que el gesto más antiguo (y, para los apostadores, incluso de mayor suerte) de cruzar las piernas.
Desde la época de los romanos, encerrar el pulgar con los dedos de la misma mano ha sido una manera de alejar a los fantasmas. Este gesto se usaba en la Edad Media para evitar ser visto por una bruja.
Tocar o golpear madera para la buena suerte quizá se remonta a la antigua creencia en los espíritus de los árboles, pero no sirve cualquier madera. El fresno y el tejo, árboles de inmortalidad, son los de mejor suerte y el carpe era la madera preferida para la varita de un hechicero. En el mar, los hombres creían que tocar hierro les daba mejor protección contra el mal si alguien profería una blasfemia.
La omisión puede ser tan importante como la acción. El temor a caminar por debajo de una escalera viene de la antigua práctica de ahorcar a los criminales después de hacerlos subir una escalera hacia su propia ejecución. Abrir un paraguas en el interior puede traer mala suerte o ser un presagio de muerte, en particular para los chinos, que lo consideraban un insulto para el Sol, la deidad que brinda calor.
Los animales y la gente que se cruzan en el camino también pueden afectar nuestra fortuna. En África y en el antiguo Egipto, las liebres eran símbolo de buena suerte y de mala suerte, porque simbolizaban la mortalidad y la renovación. Las liebres jugaban muchos roles en los pueblos de los indios americanos, pero en su forma más amplia simbolizaban el poder del Sol. En épocas más recientes, se pensó que un grupo de liebres representaba una reunión de brujas y se las consideró de mala suerte.
Los gatos son también tanto de buena suerte como de mala suerte. En el antiguo Egipto, se los reverenciaba como dioses, pero en la Edad Media y después, se los quemaba porque se creía que se vinculaban a las brujas. El color del gato es importante: en Gran Bretaña, los gatos negros son de buena suerte, pero en casi todo el resto del mundo ese rol lo ocupan los gatos blancos, y en algunos casos se cree que éstos traen riqueza.
Las ovejas son de buena suerte si se las encuentra en un rebaño, pero es de mala suerte contarlas, ya que ellas, o uno mismo, podrían morir.
Supersticiones en el teatro
Los oficios que están cargados de incertidumbre, como la actuación y la pesca, atrajeron muchas supersticiones. En Grecia y en Roma, se representaban obras de teatro para propiciar a los dioses y para ayudar a garantizar la concreción de cualquier acontecimiento importante, desde el retorno de la primavera hasta una cosecha fructífera. Muchas costumbres aún persisten.
Los actores suelen guardar una pata de conejo, antiguo amuleto de suerte, en su estuche de maquillajes; y evitarán tejer o silbar (acciones que pueden atraer el mal) en cualquier parte del teatro. Un gato entre bambalinas traerá suerte, igual que si los zapatos crujen cuando se pisa por primera vez el escenario. Un visitante en el camarín puede traer buena suerte, pero sólo si entra con el pie derecho.
“La obra de los escoceses” –los actores nunca la llamarán Macbeth– tiene asociaciones con la mala suerte. Una teoría es que los parlamentos de las brujas pueden maldecir la propia puesta en escena. Otra es que podría haber muchos actores lesionados durante las numerosas escenas que implican duelos con espadas. O, simplemente, que la obra se acostumbraba poner en escena cuando la temporada de teatro estaba a punto de terminar, y el público era menos numeroso que al comienzo.
A fin de garantizar el buen tiempo, un viaje seguro en el mar y una buena pesca, los marineros y los pescadores observan muchas supersticiones. Para un pescador, una mujer con el delantal puesto es el colmo de la mala suerte; puede provocar un regreso inmediato. Estrellar una botella de vino en la proa para botar un barco deriva de la costumbre griega de verter vino sobre el barco como ofrenda a Poseidón, dios del mar.
Como se creía que los alfileres personificaban brujas, jamás se los lleva a bordo del barco, pero un aro de oro ofrecerá protección para no naufragar ni ahogarse. En Estados Unidos, el 1 de mayo (May Day) es un día auspicioso para la pesca; se dice que los peces “pican hasta un anzuelo sin cebo”.
Días y fechas mágicos
Existe la creencia de que una actividad que se inicia un lunes no resultará bien, porque se lo consideraba el día en que se juzgaba la semana anterior. En Francia se les daba el nombre de “San Lunes” a los días en que los zapateros se tomaban un feriado. En la Armada británica, Blue Monday (lunes triste) era el día en que se castigaban las fechorías de los marineros. Pero el lunes es el mejor día para cortarse las uñas y el pelo porque así crecen más sanos.
Para los romanos, el viernes (el “día de Venus”) era un día auspicioso, asociado con el amor y la belleza; pero para los cristianos, que lo recuerdan como el día de la Crucifixión, tiene conexiones con la mala suerte. La tradición cristiana subraya la creencia de que es pecado (y de mala suerte) trabajar los domingos.
En la época medieval, muchas fechas se consideraban de mala suerte. Los llamaban días “sombríos” o “egipcios” porque se los vinculaba a la mala suerte o a las diez plagas de Egipto. En un calendario del siglo XV se incluyen 32 de esas fechas, entre el 1 de enero y el 17 de diciembre.
El rojo, el verde y el azul son los colores que más se asocian con supersticiones, igual que los “no colores”, blanco y negro. El rojo representa la energía, la sangre que da vida y la curación. Un talismán de ese color confiere protección frente a las brujas y el diablo. La costumbre de regalar a los bebés un mordillo de coral rojo refleja esta antigua superstición.
El verde es símbolo de vida y de la “resurrección” de la primavera, así como de travesuras. Esas asociaciones se reúnen en el personaje del Hombre Verde o Jack in the Green, figura que suele considerarse símbolo de fertilidad, pero en ocasiones es visto como algo maligno, incluso como el mismo diablo.
El azul, color del cielo, denota verdad y conocimiento, y se cree que disipa el mal de ojo. La costumbre de asociar las vestimentas azules con la buena suerte viene de la época en que los hijos de Israel orlaban sus ropas con cintas azules para protección. A los bebés varones de gran reputación se les confería la misma salvaguarda con ropas azules.
El negro se considera malo y el blanco, bueno, como un reflejo de la oscuridad y la luz, lo maligno y la pureza. Los dos colores aparecen juntos en la urraca, un pájaro que despierta temor cuando está solo, pero es bienvenido de a pares. Esa doble coloración se relaciona con la leyenda de que el ave se rehusó a vestir de luto completo después de la muerte de Cristo.