Muchos animales poseen un fuerte instinto de seguir al líder para conseguir alimento.
Seguir al líder
Órices
La búsqueda de comida en el desolado territorio arenoso de Arabia Saudita es una dura prueba de resistencia para las manadas de órices. Ellos pueden sobrevivir a las condiciones adversas de esa región gracias a que están bien provistos de pezuñas biseladas en forma de pala. Las temperaturas llegan a los 50°C en la sombra, durante el verano, y en invierno descienden a 6°C. La lluvia es rara y las sequías pueden durar años.
La búsqueda de vegetación nunca termina. Los órices pueden viajar, en fila india, hasta 32 km en una noche fresca y oscura. El macho que ocupa el segundo lugar en la jerarquía camina al frente de la manada, mientras que el macho dominante viaja en la retaguardia. El primer órix y el último a menudo están separados unos 90 m. Cuando la manada encuentra comida, sus miembros se dispersan para disfrutar del tan ansiado alimento, pero nunca pierden de vista el sitio donde se encuentran sus compañeros.
Las hembras, por lo general, determinan la dirección en la que caminará la manada. Una de ellas mira en una nueva dirección, duda por un momento y se da vuelta para ver por encima del hombro a sus compañeros; ellos, al final, la seguirán. Cuando la comida se acaba, el grupo vuelve a formarse para emprender otra vez el viaje durante la noche, uno detrás de otro.
Orugas
Las orugas de la procesionaria del pino, habitantes de los bosques del sur de Europa, se seguirán unas a otras casi durante toda la vida. Viven a salvo en una tienda de seda, pero todas las tardes salen en busca de comida. Cien o más orugas salen del nido al mismo tiempo siguiendo el olor de la que va enfrente, y dejan un hilo de seda en el suelo para poder regresar a casa. Su instinto de seguir al compañero es tan fuerte que si al líder se le engaña para que se una al último de la fila, las orugas caminarán en círculos durante horas hasta quedar exhaustas.
Estas orugas están cubiertas de pelos venenosos de sabor desagradable, que las protegen de la mayoría de las aves. Solo la abubilla parece poder comerse estos insectos, y los recoge uno por uno a medida que avanza la procesión.