Recién en el siglo XIX se logró rescatar la antigua contienda deportiva.
La antigua ciudad griega de Olimpia, que fue fundada hacia el año 1000 a.C., llegó a ser uno de los centros políticos y religiosos más importantes del mundo helénico. En ella se erguía la famosa estatua de Zeus hecha por Fidias, que se decía era una de las siete maravillas del mundo. Las competencias olímpicas se llevaban a cabo en esta ciudad cada cuatro años, en honor de Zeus. Los historiadores afirman que se iniciaron en el año 776 a.C. Las primeras competencias incluían carreras a pie, y poco a poco, se fueron añadiendo otras pruebas: pentatlón, pugilato, carreras de carrozas.
En el siglo IV de nuestra era, el emperador romano Teodosio I suprimió los Juegos Olímpicos y no fue sino hasta el siglo XIX que los esfuerzos conjuntos de varios hombres lograron rescatar del olvido la antigua contienda deportiva. Otro hecho vino a impulsar este propósito: en 1891 arqueólogos franceses y alemanes dejaron al descubierto las ruinas de Olimpia.
Antes de que el barón Pierre de Coubertin iniciara las gestiones para revivir los juegos, un griego llamado Zappas, cuya fortuna personal era inmensa, logró llevar a cabo las primeras Olimpíadas el 15 de noviembre de 1870, luego el 18 de mayo de 1875 y la última, el 18 de mayo de 1889.
Este intento fracasó porque no había entonces conciencia deportiva. Al morir, Zappas donó todo su dinero al gobierno de Grecia para que se restablecieran las competencias en su país. Pero aun así, la organización fue ineficaz; los Juegos se llevaron acabo en las calles de Atenas; no había estadios, y reinó una confusión enorme. Intervino la policía y hubo varios lesionados.
Los primeros Juegos Olímpicos se llevaron a cabo en 1859, 37 años antes de la primera Olimpíada moderna reconocida oficialmente por varios países. Aunque estos primeros intentos no hayan tenido éxito desde el punto de vista de organización y permanencia, es necesario reconocer que fueron el eslabón que permitió a los organizadores de las Olimpíadas modernas apoyarse en la experiencia para lograr el éxito a partir de 1896 y hasta nuestros días.
