¿Un bebé cerca de un abismo es capaz de proseguir? Conozca de qué se tratan los abismos visuales y la profundidad.
Cuando la psicóloga Eleanor Gibson y su marido, también psicólogo, fueron hace muchos años al Gran Cañón del Colorado con su hija, la Dra. Gibson se llevó un susto espantoso al ver a la pequeña de dos años acercarse al borde del abismo. La quitó de ahí aterrada y no la soltó ya por más que su marido le aseguraba que un niño de esa edad puede percibir la profundidad tan bien como un adulto.
Años más tarde, la Dra. Gibson y el Dr. Richard Walk llevaron a cabo un experimento, ahora ya famoso, con un «abismo visual» para comprobar lo que afirmaba el marido de la doctora. El equipo que usaron para crear la ilusión de profundidad suele aparecer ilustrado en los libros de texto; consta de una mesa con una cubierta de vidrio grueso rodeada por un borde para que un niño puesto encima no pueda caerse.
La profundidad para los bebés
La mitad de la superficie lleva pegada justo debajo del vidrio una tela de cuadros con la cual también se cubre el piso que queda bajo la otra mitad de la mesa, que tiene más de un metro de altura. Esto produce el efecto de que la mesa termina a la mitad de la superficie de vidrio y después sigue un precipicio.
La teoría de los científicos era que si un niño podía percibir la profundidad no se aventuraría hada la parte «profunda» del vidrio a través del cual podía ver la tela de cuadros muy por debajo de él. Es como si se extendiera una lámina de vidrio, por gruesa que fuera, sobre el Gran Cañón y se nos pidiera a cualquiera de nosotros que pasáramos por encima pudiendo ver allá abajo el fondo del barranco.
El experimento de Gibson WaIk se llevó a cabo con 36 niños de entre 6 1/2 y 14 meses de edad. Se les puso, uno por uno, sobre la parte aparentemente «poco profunda» de la superficie de vidrio, mientras la madre, desde el extremo de la parte «profunda», les hacía señas para que se acercaran a ella.
Solo tres de los niños se atrevieron a gatear sobre el «abismo». Algunos lloraban porque no podían llegar hasta donde se encontraba su madre, otros tanteaban el vidrio de la parte «abismal» como si quisieran comprobar su solidez, pero de todas maneras retrocedían. Así se pudo comprobar que, efectivamente, los bebés perciben muy bien la profundidad.