Luis XIV paseaba por los jardines de la finca de un plebeyo y admiró los cientos de fuentes que lanzaban majestuosamente sus surtidores al aire.
La construcción de una obra maestra
Versalles
En 1661, el joven rey de Francia, Luis XIV, visitó Vaux, la magnífica finca del ministro de finanzas, Nicolas Fouquet. El rey salió a pasear por los elegantes jardines y admiró los centenares de fuentes que lanzaban majestuosamente sus surtidores al aire. Se sentía maravillado e impresionado, pero también indignado. ¿Cómo un plebeyo osaba hacer semejante alarde de ostentación ante el rey? Él, como rey que era, se encargaría de poner al advenedizo en su lugar construyendo el mayor palacio y los mayores jardines de la Tierra en su rincón favorito, un pequeño pabellón de caza situado en Versalles, a 18 km al suroeste de París.
A las tres semanas, Fouquet había sido arrestado, acusado de malversación de fondos públicos, y sus consejeros, el arquitecto Louis Le Vau, el pintor Charles Le Brun y el diseñador de jardines André Le Nôtre eran contratados por el rey. Versalles no contaba a la sazón con más gloria que el pabellón de 20 habitaciones construido por el padre de Luis XIV en 1624. En lo sucesivo albergaría además unos jardines similares a los de Vaux, pero a mayor escala. Se proyectó la construcción de más de 1.000 fuentes, con magníficas cascadas y estanques. Pero había un gran obstáculo: la finca se hallaba sobre un terreno elevado y el curso de agua más cercano resultaba insuficiente para una obra tan ambiciosa.