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La no siempre precisa meteorología

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El pronóstico del tiempo sigue siendo una ciencia incierta.

La no siempre precisa meteorología

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El 15 de octubre de 1987, los boletines meteorológicos de la televisión británica pronosticaron vientos fuertes, pero nada más. El lector de noticias de la cadena BBC, al comentar el informe de un televidente sobre un huracán que se avecinaba, dijo: «No se preocupen, es una falsa alarma.»

Esa noche, bautizada más tarde como Viernes Negro, el sur de Inglaterra fue azotado por la tormenta del siglo. Vientos de hasta 185 km/h derribaron 15 millones de árboles y provocaron 19 muertes, así como pérdidas materiales por valor de 1.000 millones de libras esterlinas. La protesta pública no se hizo esperar: ¿por qué no se advirtió a tiempo de lo que iba a ocurrir?

La respuesta llana fue que los encargados del boletín se equivocaron. A pesar de los avances tecnológicos, el pronóstico del tiempo es una ciencia incierta, y siempre lo será.

Evolución de una ciencia difícil

El arte de predecir el tiempo comenzó en 1643, cuando el físico italiano Evangelista Torricelli inventó el barómetro. Con este instrumento pronto pudo saberse que el aumento o la disminución en la presión del aire correspondía a cambios climáticos, y que con frecuencia una baja anunciaba tormenta.

Pero solo con la invención del telégrafo en la década de 1840 fue posible reunir informes de estaciones meteorológicas dispersas y hacer predicciones con relativa precisión. A principios de este siglo la radio dio pauta a otro avance, y en la década de 1960, los adelantos de la informática hicieron pensar que la meteorología podría al fin predecir el tiempo con semanas de anticipación.

El volumen de información de que disponen hoy los pronosticadores es asombroso. La Organización Meteorológica Mundial recibe informes de 9.000 estaciones terrenas y de 7.500 barcos. En las estaciones se realizan varias mediciones al día bajo condiciones normales (por ejemplo, la velocidad del viento se mide a 10 m del suelo).

Además, globos meteorológicos lanzados desde 950 estaciones alrededor del mundo inspeccionan la atmósfera a una altura de hasta 30 km. Unas 600 aeronaves informan diariamente sobre las condiciones climáticas en los océanos y siete satélites exploran el planeta desde una altura de 80 km.

Desde todos esos puntos se reúne una enorme cantidad de datos, como la velocidad y dirección del viento, la temperatura, nubosidad, precipitación, humedad y presión atmosférica. Cada día las observaciones producen 80 millones de dígitos binarios de información de computadora -que equivale al texto de varios miles de libros-, la cual se introduce en una red de 17 estaciones alrededor del planeta que conforman el Sistema Mundial de Telecomunicaciones. Dos de esas estaciones -el Centro Meteorológico Nacional de Estados Unidos y la Oficina Meteorológica británica- emiten boletines para la aviación civil. Ambas realizan las mismas operaciones como medida precautoria en caso de que alguna falle. Unas computadoras capaces de efectuar hasta 3.500 millones de cálculos por segundo procesan los datos para hacer las predicciones.

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