Ya en la Edad de Piedra se iluminaban los hogares con astillas de madera o juncos sumergidos en resina, cera de abeja o brea.
La conquista de la luz
¿Cómo se iluminaban los hogares con lámparas y velas?
Tras sacar una rama del fuego, un cazador de la Edad de Piedra se sirve de ella para iluminar el camino hasta su cueva. Al entrar en la cueva la llama se apaga y la acogedora visión del hogar se desvanece en la oscuridad. Ya en la Edad de Piedra se iluminaban los hogares con astillas de madera o juncos sumergidos en resina, cera de abeja o brea.
Estas sustancias, unidas al extremo de un palo, ardían fácilmente, pero la llama no tardaba en apagarse. Para conseguir una llama más duradera, aunque con mucho más humo, se introducía en un cuenco un montón de musgo o hierba, mezclados con grasa animal. También se fabricaban lámparas de piedra o barro que ardían con aceite animal.
Alrededor del siglo I d.C. los romanos inventaron la vela de cera de abeja refinada. Esta vela, con una mecha de fibras retorcidas, ofrecía una llama fija y clara, y apenas producía humo. Las velas de cera se usaron en las iglesias durante toda la Edad Media, si bien para el uso doméstico se empleaban unas velas de sebo, más baratas. Las primeras velas se elaboraban sumergiendo repetidamente una mecha de algodón o lino en grasa caliente, hasta que la vela alcanzaba el grosor adecuado. Hacia el siglo XVII los fabricantes introdujeron la mecha en un molde de madera o metal lleno de cera o grasa fundidas.
Cortar la mecha
Para mantener las velas encendidas -especialmente las de sebo, que ardían a baja temperatura y producían grandes cantidades de grasa líquida- la mecha debía ser lo suficientemente larga para que el exceso de grasa resbalase a ambos lados, pero sin llegar a doblarse, pues de este modo la cera fundida se acumulaba en exceso y rebosaba. En 1820 un francés llamado Jean Jacques Cambacérès inventó en París una vela de mecha plana, que se enrollaba hacia afuera y se consumía completamente al arder.