En 1970 se creó un aparato que permite simularlos sin demasiados riesgos.
Simulación de incendios
A principios de la década de 1970 Cliff Richardson, británico experto en efectos especiales, creó en compañía de su hijo un aparato que permite producir incendios sin que haya demasiados riesgos: un carro de dos ruedas accionado por un motor de automóvil que lleva dos tambos de 200 litros de combustible y un surtidor que bombea chorros y los enciende para crear una pared de fuego de hasta 18 metros de ancho.
Como las llamas ordinarias tienden a verse blancas en las películas, para avivar los incendios cinematográficos se añaden sustancias químicas.
Edificios famosos envueltos en llamas
La máquina de los Richardson fue usada en la película de James Bond A View To A Kill (1985) para incendiar el City Hall de San Francisco sin causarle ningún daño. Se recubrió el techo del inmueble con material aislante, lámina acanalada y arena, y también se protegieron los marcos de las ventanas por las que se verían las llamas.
El hijo de Richardson le «prendió fuego» al City Hall 25 veces durante tres noches de rodaje, mientras los bomberos de la ciudad observaban a prudente distancia por si algo se ofrecía.
Los bomberos de Los Ángeles también se mantuvieron atentos durante la filmación de Infierno en la torre (1974). Las autoridades de la ciudad dieron orden de que cada incendio -creado con propano bombeado con mangueras- no durara más de 30 segundos.
Se construyeron unos 57 escenarios, entre ellos una sección de cinco pisos de tamaño natural del rascacielos y un modelo de 33 metros de altura del edificio. Cuatro grupos de camarógrafos filmaron la película en solo 70 días, y nadie resultó lastimado excepto el jefe de bomberos del estudio, que se cortó la mano con un vidrio roto.
Otro tanto hicieron los bomberos de Londres a orillas del Támesis mientras Cliff Richardson colocaba 50 quemadores de gas propano líquido en una vieja bodega para una escena de bombardeo de The Battle of Britain. El almacén, ya dañado por un incendio real, colindaba con otros aún en uso.
Además de la ilusión de una ciudad que arde en llamas, en la película San Francisco (1936), protagonizada por Clark Cable, ocurre un terremoto. Para recrearlo se montó un escenario sobre una plataforma que podía hacerse trepidar hasta 1 metro de altura. En 20 minutos de temblor se derrumbaron casas y muros, las calles se abrieron y los muebles volaron hechos pedazos.