El organismo cuenta con un impresionante ejército para combatir las enfermedades.
En defensa del organismo
¿Cómo se defiende el organismo de las enfermedades?
El organismo cuenta con un impresionante ejército para combatir las enfermedades, empezando por la piel, que constituye una barrera infranqueable para las infecciones, los ácidos estomacales que destruyen a las bacterias o el moco de las vías respiratorias y urogenitales, que arrastra hacia el exterior cualquier partícula extraña. Pero las defensas más eficaces y, hasta ahora, las más enigmáticas se encuentran en la sangre y en los ganglios linfáticos. Los glóbulos blancos y ciertas sustancias llamadas anticuerpos, capaces de identificar y destruir a los gérmenes patógenos, son los soldados que forman el formidable sistema inmunológico. Los mecanismos de la inmunidad son sumamente complejos; algunos científicos afirman que el día que lleguemos a comprender y a manipular el funcionamiento de los anticuerpos y de otras sustancias de la sangre se revolucionará la terapéutica médica.
Casi todos nacemos con un sistema inmunológico completo pero sin desarrollar que madura poco después de llegar al mundo. Durante ese período de maduración, el niño recibe factores complementarios de inmunidad de la sangre y la leche maternas. Por su propia naturaleza, unas especies son inmunes a ciertas enfermedades que atacan a otras; a eso se debe que el ser humano no contraiga muchas de las enfermedades que afligen a los animales. La eficiencia del sistema inmunológico depende en gran medida de la herencia, pero los hábitos alimenticios y de vida también influyen.
¿Qué sucede cuando el organismo no puede combatir a los agentes patógenos?
Hay muchas enfermedades contra las cuales el organismo no adquiere inmunidad. Cada persona se hace resistente a los agentes patógenos a través de la inmunidad adquirida, y la forma más drástica de obtenerla es contraer la enfermedad. Cada microorganismo posee un antígeno específico que el organismo reconoce como una sustancia extraña. Como respuesta, la sangre y el sistema linfático comienzan a producir anticuerpos, unas proteínas capaces de neutralizar el efecto de un determinado antígeno.
Si la resistencia del organismo es suficientemente grande, los anticuerpos poco a poco superan a los invasores y la enfermedad cede. De ahí en adelante, en el caso de ciertas infecciones, la persona queda inmune al ataque de esa enfermedad.