¿Cuál era la prueba de que de materia inanimada podía surgir vida?
¿Cómo debatían los científicos el «principio vital»?
Un hociquillo rodeado de largos bigotes asomó por el bolsillo de una camisa vieja y Johannes van Helmont, su dueño, sonrió extasiado. Aquella era la prueba del éxito de su fórmula: dejar reposar un puñado de granos de trigo dentro de una camisa sudada durante 21 días. Resultado: una camada de ratoncillos. Las opiniones de Van Helmont, médico flamenco del siglo XVII, pueden parecernos extravagantes hoy día, pero en sus tiempos casi todo el mundo creía que de la materia inanimada podía surgir vida.
Gusanos nacidos del aire
El filósofo griego Aristóteles había formulado en el siglo IV a. C. la teoría de la generación espontánea, según la cual la materia inanimada contenía un «principio vital» que podía generar seres vivos. Las observaciones cotidianas parecían ratificar esta idea: siempre que estuvieran expuestos al aire libre, la carne putrefacta producía gusanos y el trigo, gorgojos.
En el siglo XVII, esta teoría empezó a ser debatida. Francisco Redi, médico de la corte toscana, ideó en 1668 un experimento para poner a prueba su hipótesis de que los gusanos surgían de los huevos que ponían las moscas. Colocó en cuatro tarros de cristal los siguientes objetos: un trozo de pescado, una serpiente muerta, una anguila muerta y un filete de ternera. Después selló los tarros herméticamente y repitió la misma operación con otros cuatro tarros, pero esta vez no los selló. Al cabo de unos días, todos los tarros apestaban, pero sólo habían salido gusanos en los que estaban descubiertos.
Salsa de cordero
A pesar de la evidencia en contra aportada por Redi y otros científicos, los partidarios de la teoría de la generación espontánea no se dieron por vencidos. Así, por ejemplo, en 1748, un sacerdote inglés llamado John Needham concluyó que la salsa de cordero creaba organismos vivos después de guardar una muestra en un tarro y observarla al cabo de unos días. Según él, un principio vital existente en la salsa había creado aquellas formas vivas.
El científico italiano Lazzaro Spallanzani repitió el experimento de Needham en 1767, pero antes de cerrar herméticamente el tarro de salsa lo calentó durante largo tiempo. Dos semanas después, no se detectó ningún organismo vivo en la salsa. Spallanzani demostró de tal forma que los organismos hallados por Needham estaban en la salsa previamente y, simplemente, se habían multiplicado. Por su parte, concluyó que, al calentar la salsa a una temperatura elevada, había destruido su principio vital.
Hubieron de pasar casi 100 años más para que el científico francés Louis Pasteur demostrase categóricamente que los organimos de la salsa procedían de bacterias microscópicas que se hallaban en el aire.
Solución sencilla
En 1862, Louis Pasteur demostró finalmente la falsedad de la teoría de la generación espontánea con un sencillo experimento. Metió vino en una redoma esterilizada de cuello de cisne y el líquido no se alteró hasta que rompió el cuello; entonces, el vino no tardó en fermentar, lo que probaba que la causa de la fermentación eran las bacterias que pululaban por el aire.