Cuando Colón desembarcó en el Nuevo Mundo se quedó atónito al ver a los nativos fumando tabaco.
El hábito de fumar, un invento del Nuevo Mundo
Cuando Cristóbal Colón y sus hombres desembarcaron en el Nuevo Mundo en 1492, se quedaron atónitos al ver a los nativos fumando hojas de tabaco enrolladas a la manera de los puros actuales. En el siglo XVI los españoles llevaron esa planta a Europa, pero los que la pusieron de moda fueron el francés Jean Nicot, embajador en Portugal, y el inglés Walter Raleigh, que maravilló a los londinenses echando humo con una adornada pipa que había llevado de América. Los médicos, al notar su efecto tranquilizante, prescribieron el tabaco como una panacea para todo tipo de males. Pronto el uso se extendió por Europa y fue arraigando el hábito. El tabaco se fumaba, se masticaba y se aspiraba por la nariz. En el siglo XVIII se popularizaron los cigarros, que entonces no eran más que pequeños puros envueltos en papel.
El cine, promotor del tabaquismo
El fumar hizo furor cuando el cine lo convirtió en un sinónimo de madurez, «glamour», mundanidad y atractivo sexual. Muchas escenas de amor mostraban a los enamorados aspirando lentamente un cigarro mientras las volutas de humo envolvían sus rostros. El cine también estableció otros modelos, el del fuerte y silencioso héroe del Oeste enrollando un cigarro o el del prominente hombre de negocios que apretaba entre sus dientes un enorme puro. Inspiradas en tales personajes, varias generaciones de cinéfilos quedaron convencidas de que fumar era la mejor prueba de madurez. El tabaquismo sufrió un rudo golpe cuando empezaron a publicarse los informes médicos sobre el daño que causaba y las autoridades sanitarias exigieron que así se indicara en las cajetillas.