Sin los gases de invernadero, la temperatura caería abruptamente.
¿Por qué el efecto invernadero es una amenaza para el clima?
El efecto invernadero ha actuado como un termostato sobre la temperatura de la Tierra casi desde que nuestro planeta comenzó a enfriarse y formó su atmósfera.
En la superficie de la Luna, que no tiene aire, la temperatura aumenta a 120°C en el día y desciende a -230°C en la noche. La Luna y la Tierra están casi a la misma distancia del Sol -casi 150 millones de kilómetros-. Sin la capa de aire que protege nuestro planeta, la temperatura de la Tierra sería parecida a la que hay en la Luna, y no podría haber vida.
Parte de la enorme energía del Sol atraviesa las capas de la atmósfera para llegar al suelo. Mientras se calienta la superficie terrestre, irradia energía infrarroja (calor) de regreso al espacio. Parte de este calor es absorbido por lo que se conoce como gases de invernadero, principalmente vapor de agua y bióxido de carbono, que juntos constituyen una mínima parte de la atmósfera, la que a su vez calienta la tierra y los océanos. Este efecto natural mantiene una temperatura viable para la vida en nuestro planeta. Sin los gases de invernadero, la temperatura promedio de la superficie terrestre caería de su nivel actual de casi 15°C a un nivel gélido de -18°C.
Si los niveles de vapor de agua y de bióxido de carbono fuesen constantes, la temperatura promedio de la Tierra sería invariable y todo guardaría un equilibrio.
Pero en el siglo pasado la quema de combustibles fósiles, en particular carbón y petróleo, incrementó el nivel de bióxido de carbono en la atmósfera. Esta cantidad extra absorbe parte del calor que, en caso contrario, se perdería en el espacio.
Los científicos analizaron el efecto invernadero con más atención que hace un siglo y se preguntaban cómo afectaría un aumento de bióxido de carbono a la temperatura global. Solo a partir de 1850 existen registros de temperatura exactos, los cuales indican que entre 1880 y 1940, hubo un aumento global de la temperatura de 0,25°C. En los siguientes 30 años, hubo un descenso de temperatura análogo. Desde entonces, la temperatura global ha aumentado rápidamente en casi 0,3°C, de acuerdo con un incremento regular de bióxido de carbono en la atmósfera.
Temperaturas globales más altas causarán un aumento en el nivel de los mares conforme los casquetes polares se derritan y los tibios océanos se expandan.
Durante el siglo XIX, el nivel del mar aumentó entre 10 y 15 cm. Sin embargo, los investigadores aún no están seguros de las causas de este aumento.
Sabemos por el aire atrapado en el hielo de los polos que la cantidad de bióxido de carbono antes de la Revolución Industrial era aproximadamente de 270 partes por millón y que ese nivel se mantuvo en los últimos 10.000 años.
Modelos hechos por computadora muestran que dos veces ese nivel de bióxido de carbono aumentaría la temperatura global en 2°C en promedio, cosa que quizá suceda antes de que finalice el siglo XXI. Además de producir más bióxido de carbono, también arrojamos más metano, otro gas de invernadero. Los efectos combinados de ambos gases darán como resultado que, apenas en el año 2030, la temperatura del planeta sea en promedio 2,5°C más calurosa.
No en todas partes habrá temperaturas altas. Quizá los trópicos se mantengan tal como están, pero tal vez en las regiones polares la temperatura sea más cálida. Ello en esencia cambiaría los esquemas actuales de vientos y lluvias. Es posible que las zonas tierra adentro se sequen, con resultados graves en la agricultura y los bosques. Otras regiones quizá se inunden. Nadie sabe con exactitud qué cambios producirá el efecto invernadero, salvo que quizá cambie el mundo y nuestra vida.