Isabel I fue la que logró unificar el sistema de medición para siempre.
Como señal de respeto hacia el más poderoso de los dioses del panteón egipcio, las esfinges de piedra que rodeaban la amplia avenida que conducía hacia el templo de Amón, en Tebas, se colocaron de manera equidistante. Armado de una vara de palma de un codo de largo, el maestro constructor se encargó de medir las distancias con toda precisión.
Los comerciantes adoptan las medidas egipcias.
En la época en que se construyó el templo de Amón -entre 1524 y 1212 aC-, el codo real venía utilizándose en Egipto como medida estándar al menos desde hacía 2.000 años. La mayoría de los pueblos que comerciaban con Egipto, desde los nubios en el sur hasta los babilonios en el nordeste, adoptaron el mismo sistema.
Aunque la unidad de medida variaba de una región a otra, siempre se basaba en las dimensiones del cuerpo humano.
El codo real equivalía a la distancia del codo hasta la punta de los dedos extendidos, unos 53 cm. El codo se dividía a su vez en 28 djebas (dígitos), equivalentes al ancho de un dedo. Cuatro dígitos sumaban un shesep, el ancho de la palma. Un codo real constaba de siete palmas y un codo corto de seis (unos 45 cm).
Para medir distancias más largas, los egipcios empleaban la khet (vara), que equivalía a 100 codos (52 m) y el iteru (río), equivalente a 20,000 codos (10 km).
«El hombre es la medida de todas las cosas», Protágoras, filósofo griego del siglo V aC.
Hacia el 1000 aC, los griegos empleaban un sistema de medición basado en el codo corto egipcio (46 cm). El codo se subdividía en 24 daktyloi (dígitos), 16 de los cuales equivalían a la longitud de un «pie» (30 cm). El sistema griego se transmitió a los romanos, quienes subdividían el pie en 12 unciae (pulgadas). Un paso equivalía a cinco pies y mil pasos a una milla (del latín, mille o mil).
En el norte de Europa también se empleaba el codo -longitud del antebrazo y la mano, equivalente a unos 18 dígitos egipcios- para medir la tierra. Los romanos encontraron su uso tan arraigado que se vieron obligados a adoptarlo. Desde el 3000 aC hasta mediados del siglo XIX, el codo fue la unidad básica de medida en toda Europa, si bien en las diferentes regiones se le otorgaban distintos nombres.
El problema de usar el cuerpo humano como base del sistema de medidas es la dificultad de establecer una medida uniforme. En el siglo XII, los ingleses resolvieron el problema definiendo la yarda en función de la longitud del brazo del rey Enrique I. Sin embargo, los sucesivos monarcas impusieron su propio brazo como unidad de medida, hasta que en el siglo XVI, Isabel I logró unificar el sistema para siempre, al establecer la yarda compuesta de 36 pulgadas.