Ciertas aves migratorias captan señales mínimas de sonido y crean mapas para orientar su recorrido.
El instinto de regresar a casa, en las palomas, es conocido por todos y ha sido explotado por los hombres durante siglos. La forma en que realizan sus grandes hazañas de migración es todavía un misterio y ha sido tema de muchas y variadas investigaciones. Durante una serie de pruebas, un grupo de científicos revelaron que las palomas pueden escuchar sonidos de baja frecuencia: los infrasonidos. El infrasonido se encuentra por debajo del rango auditivo del hombre, aunque a veces puede percibirse en forma de vibraciones.
El uso que hacen las palomas de esta habilidad auditiva no es claro, de hecho, se ha sugerido que es una habilidad que comparten con otras aves. Los científicos creen que las aves migratorias pueden captar las señales infrasónicas al avanzar en su recorrido. El ruido producido por el viento al pasar a través de los cañones y el producido por las olas al romper en la playa contienen elementos de baja frecuencia que viajan grandes distancias. Juntos, estos mensajes infrasónicos podrían crear un mapa sónico, que aunque no siempre preciso, podría servir como respaldo de otros sistemas sensoriales.
Caída libre de serpientes, ranas y lagartijas
No solo las aves y los insectos viajan en el aire: ciertas ranas, lagartijas, zarigüeyas y algunos caguanes y peces también lo hacen.
La rana voladora, de Costa Rica, posada cautelosamente en la frágil rama de un árbol se impulsa con sus poderosas patas traseras para emprender un vuelo muy peculiar. Extendiendo las extremidades, adoptando la forma de un plato y estirando las membranas que hay entre sus alargados dedos para formar cuatro paracaídas, la rana voladora es capaz de planear unos 45 m hasta el siguiente árbol. Esta habilidad le permite escapar de los depredadores cuando es perseguida, y buscar alimento en un territorio más extenso sin tener que descender de los árboles, atravesar el bosque por el suelo ni esforzarse por subir a otro árbol.
Hace tiempo se creía que los relatos acerca de serpientes voladoras eran ficticios. Pero hoy en día se sabe que estos animales existen. Hay varias especies que reciben el nombre genérico de «serpiente voladora dorada». Las serpientes voladoras trepan por los árboles en busca de una presa sujetándose a la corteza mediante las escamas que tienen en la parte inferior del cuerpo. Cuando la serpiente quiere cambiar de árbol, sencillamente se sujeta a una de sus ramas y se lanza al aire.
Cuando comienza a caer, la forma cilíndrica y alargada de la serpiente voladora se convierte en una especie de canal vuelto boca abajo, y el reptil se balancea formando eses. Así puede planear, aunque sin mucho control. Sin embargo, serpenteando puede cambiar la dirección del vuelo para aterrizar muy cerca de su objetivo.
El geco es una de las lagartijas que sirven de alimento a las serpientes voladoras. Uno de ellos, el geco volador, también planea, pero no solo para escapar del enemigo sino con el fin de atacar a su presa. Para ello utiliza una capa de piel que cae a cada lado de su cuerpo, y extiende sus largos dedos.
El dragón volador, otra especie de lagartija, posee un pliegue de piel extendido a través de sus alargadas y móviles costillas. Esta estructura se abre como un abanico y ayuda al dragón a controlar su vuelo.