Al envejecer, el colágeno pierde parte de su contenido de agua.
La piel es el órgano más extenso del cuerpo, una mezcla compleja de dos capas constituidas por gran variedad de células. Cubre y protege el cuerpo y lo ayuda a mantener una temperatura estable.
La capa exterior, epidermis, varía en espesor y está compuesta principalmente de queratina, componente principal del cabello y de las uñas, las cuales son extensiones de la piel.
Debajo de esta capa está la dermis, la cual contiene tejidos conjuntivos y estructuras tales como folículos pilosos, glándulas sebáceas, vasos sanguíneos y linfáticos y nervios. El principal elemento de la dermis es el colágeno, sustancia que constituye la tercera parte de la proteína del cuerpo, y que da a la piel gran parte de su elasticidad y permite que se estire, se tuerza, tiemble, tirite y recobre su forma.
Al envejecer, el colágeno pierde parte de su contenido de agua. Este proceso, llamado polimerización, reúne las moléculas de colágeno en cadenas más largas, actuando entonces como un resorte que ha sido expuesto al sol demasiado tiempo y pierde resistencia y elasticidad.
Por debajo de la dermis, a manera de un colchón entre la piel y los huesos o los órganos internos, existe una capa de tejido subcutáneo formado en gran parte por grasa. Con el tiempo, el tejido pierde grasa y no la sustituye. El cojín se vuelve más delgado y la piel se cuelga, porque ha perdido parte de su elasticidad; la piel forma un pliegue o arruga, que se vuelve más profundo a medida que el tejido subcutáneo pierde grasa.
No todas las arrugas son producto de la vejez o de la luz solar. Nadar o tomar un baño prolongado produce el mismo efecto. La queratina de la piel la impermeabiliza, igual que a todo el cuerpo. Caso contrario, absorbería agua como una esponja. Tras una inmersión prolongada, la epidermis absorbe un poco de agua y la piel se hincha. Por suerte, estas arrugas desaparecen al cabo de un rato.