En un ambiente de ligereza y negación, el negocio de los cigarrillos era visto, en mayo de 1956, como hoy el del petróleo: algo imprescindible y no realmente dañino. Reproduciendo una editorial del Southwestern Medicine, Selecciones enfrentaba esa falsedad.
¿Por qué fuman los médicos?
¿Por qué fumamos? Nunca se ha dado la respuesta adecuada a esta antiquísima pregunta. ¿Fumamos porque deseamos tener algo en la boca, como un chupador de niño? Puede usted reírse si quiere, pero los médicos han insinuado esta teoría como explicación. ¿Es para disminuir la tensión nerviosa ocupando nuestros sentidos del olfato, el gusto y el tacto? Atractivo pensamiento, pero también completamente insatisfactorio. Según dicen otros, fumamos a fin de no comer demasiado y volvernos obesos; los jóvenes se imaginan que tienen que fumar para demostrar que son mundanos o para ocupar las manos mientras conversan. Excusas deliciosas, pero ¿cuánto tienen de verdad?
Cuando se agrupan todas las razones, la suma total de ellas no explica realmente el vicio del tabaco. Acaso se diga que una persona fuma para aumentar los placeres de la vida, que son demasiado escasos. Si usted puede creer esto y halla razonable en qué fundar su creencia, por lo menos puede obtener cierto placer en fumar.
Sin embargo, nosotros los médicos sabemos que el tabaco es causa indudable de muchos síntomas molestos, especialmente de algunos relacionados con los pulmones y con el aparato circulatorio; sabemos que el hábito de fumar es un factor que fomenta la tos, la ronquera, las anginas, la obstrucción y las secreciones nasales, los mareos, la sordera, algunos trastornos visuales, y una serie de molestas diversas. Por tanto, es inexplicable autorizar el uso del tabaco simplemente porque nosotros mismos tenemos ese hábito o porque las revistas médicas aceptan publicidad de las compañías tabacaleras.
Está demostrado estadísticamente que todo hombre de más de 50 años de edad que fuma un paquete de cigarrillos al día, tiene 50 veces más probabilidades de llegar a padecer cáncer de pulmón que un hombre no fumador; y que en 700 casos de cáncer pulmonar, solo nueve se presentaron en personas que no fumaban. El cáncer de pulmón produce cuatro veces más
defunciones en los hombres, y dos veces más en las mujeres, que hace 20 años. El riesgo de sufrir cáncer del pulmón es de cinco a 15 veces mayor en el fumador que en el no fumador.
La hoja de tabaco contiene ácidos, hidratos de carbono, ceras y otras sustancias que varían según la posición de la hoja en el tallo de la planta, las condiciones de clima, desarrollo en la región y sistemas de cultivo. Resulta así evidente que el tabaco y el humo de éste constituyen un complejo problema químico. Además de nicotina contiene porciones de monóxido de carbono, anhídrido carbónico, sustancias amoniacales, aldehídos, arsénico, acroleína, ácido fórmico, furfural, glicerina, dietilenglicol y benzopirina. Aún no se sabe cuál de estas sustancias es nociva para el hombre, y no podemos, así sea empleando filtros o aumentado la longitud del cigarrillo, eliminar esas sustancias nocivas hasta el punto de suprimir los peligros del hábito de fumar.
La nicotina es uno de los alcaloides más tóxicos que se conocen. Aumenta la presión arterial y acelera la pulsación; contrae los vasos sanguíneos periféricos; reduce la capacidad vital y la movilidad del estómago; y es indudable que tiene otros efectos dañinos. Evidentemente el cigarrillo agrava la enfermedad coronaria y las enfermedades de la circulación periférica . Y desde luego no hace ningún bien en casos de trastornos digestivos.
Pero los médicos continuamos fumando
Día tras días predicamos sobre la prevención del cáncer. Sabemos que con solo aplicar alquitrán del tabaco en los lomos previamente rasurados de los ratones producimos cáncer epidermoide en el 44 por ciento de los animales. ¿Cómo podemos entonces justificar nuestro propio vicio del tabaco o nuestra práctica de permitir ese hábito en nuestros pacientes?
Se ha demostrado ampliamente que el tabaco solo produce efectos dañinos. Ya es hora de que la profesión médica sea al menos consecuente y comience a ejercer presión a fin de lograr una reducción en el consumo de tabaco e incluso su abolición. Si estamos tomando medidas para prevenir el cáncer ¿por qué permitimos el uso del tabaco con las sustancias cancerígenas que contiene?
Las compañías tabacaleras idearán nuevos filtros, nuevos métodos de fabricación para continuar vendiendo su producto; y desde luego, está muy bien que se preocupen por el problema. Pero el médico debe ponderar todas las pruebas y resolver por sí mismo el problema del tabaco. Para obtener esa solución está mucho más capacitado que la mayoría de las personas. Con todas las pruebas que han reunido ¿cómo pueden los médicos considerar inocuo el tabaco?