La clave es la detección temprana, y eso depende de usted.
Cuando Frances Dobrowolski detectó sangre en la orina en agosto de 2019, no le dio mucha importancia.
Pero más tarde volvió a detectarla y aprovechando que tenía cita con su médico de familia en dos semanas, se lo mencionó. Su médico la remitió inmediatamente a un urólogo, con lo que consiguió salvarle la vida a esta abuela jubilada de 78 años de New Hampshire, en los Estados Unidos. Cuando el urólogo introdujo un tubo con una cámara de video diminuta en su uretra y vejiga (una cistoscopia), inmediatamente vio los tumores cancerosos. Dobrowolski, que pudo seguir la prueba desde una pantalla, también vio los tumores que estaban creciendo desde las paredes de la vejiga hacia el interior. “Estaba invadida”, recuerda.
Frances también se enteró de que el tabaco podría haber sido la causa. “Dejé de fumar hace 13 años, pero fumé dos paquetes al día durante 40 años”, afirma. “Pensé que, si tuviera algo, tendría cáncer de pulmón, pero en su lugar tengo cáncer de vejiga.”
En unos días, Frances se sometió a una intervención para extirpar los tumores, pero semanas más tarde, en las pruebas de seguimiento, la pantalla mostró restos cancerígenos por lo que tuvo que someterse a una segunda cirugía. También comenzó un tratamiento con infusiones de quimioterapia, una vez a la semana durante seis semanas, para matar las células tumorales restantes de su vejiga.
Como su siguiente revisión reveló la existencia de otro tumor, necesitaba más sesiones de quimioterapia. “Gracias a que fui al médico en cuanto me aparecieron los síntomas —dice— y “a que los tumores no se han extendido a los músculos, mi pronóstico es bueno. Soy optimista al respecto”.
Aproximadamente 550.000 personas en todo el mundo fueron diagnosticadas de cáncer de vejiga en 2018. En la Argentina, el cáncer de vejiga es el noveno más frecuente. Por año se diagnostican más de 3.600 casos, unos diez nuevos por día, y fallecen unas 1.300 personas de esta enfermedad cada año.
Muchos cánceres de vejiga son altamente tratables como el de Frances. La clave para derrotar la enfermedad es la detección temprana, y ahí es donde las cosas se complican. A diferencia de los cánceres de próstata o de mama, no hay ninguna prueba diagnóstica que detecte un riesgo elevado de cáncer de vejiga, por lo que los pacientes tienen que detectar los signos preocupantes por sí mismos.
Síntomas
La señal más reveladora del cáncer de vejiga es la aparición repentina de sangre en la orina, un síntoma llamado hematuria, que Frances tenía. En cuanto lo detecte, debe llamar al médico, en lugar de esperar a que desaparezca. Es posible que la hematuria no vaya acompañada de dolor, por lo que algunos pacientes esperan que desaparezca sola, perdiendo un tiempo precioso.
Además de sangre en la orina, los síntomas pueden incluir cambios en la micción, como una sensación de ardor, dolor y aumento en la frecuencia y urgencia. Estos síntomas pueden ser engañosos porque las personas pueden atribuirlos a la edad o a una vejiga hiperactiva, e ignorarlos. Y cuando finalmente comparten sus preocupaciones con sus médicos de familia, a veces los médicos los confunden con infecciones del tracto urinario (ITU).
Factores de riesgo, género y edad
De acuerdo con la investigación, el tabaquismo es el factor de riesgo más importante en el desarrollo del cáncer de vejiga. Cuando se inhala el humo del tabaco, sus toxinas pasan a través de los pulmones al torrente sanguíneo, son filtradas por los riñones y se concentran con la orina en la vejiga. Esa orina con alto contenido de toxinas puede permanecer en la vejiga durante horas, esencialmente envenenando sus paredes.
“Cuando los pacientes dejan de fumar”, afirma el doctor Antoine G. Van der Heijden, urólogo del Centro Médico de la Universidad Radboud en Nijmegen, en Países Bajos, “las probabilidades de que el cáncer vuelva o evolucione disminuyen, y la supervivencia aumenta.”
Hay más hombres que mujeres que desarrollan cáncer de vejiga. Según las estadísticas, afecta en una relación de tres a uno a más varones que a mujeres y generalmente se presenta en mayores de 55 años de edad. Los médicos piensan que es porque hay más fumadores entre los hombres.
Sin embargo, aunque el cáncer de vejiga afecta a menos mujeres, sus probabilidades de supervivencia son ligeramente inferiores a las de los hombres y podría haber varias razones para ello, afirman los expertos. La enfermedad puede progresar más rápidamente en las mujeres porque las paredes de la vejiga son más delgadas, permitiendo que ciertos tumores se diseminen más fácilmente e invadan otros órganos. Las hormonas como el estrógeno también pueden jugar un papel importante. Y debido a que las mujeres son más susceptibles a las infecciones del tracto urinario, los médicos a menudo malinterpretan sus síntomas.
La mayoría de las mujeres con cáncer cuyo primer síntoma es la aparición de sangre en la orina son inicialmente mal diagnosticadas de ITU, afirma la doctora Renate Pichler, uróloga de la Universidad de Medicina de Innsbruck. Si lo han tratado con varias rondas de antibióticos y la infección no desaparece, no es normal. Es hora de ir al urólogo y hacer una revisión a la vejiga.
La edad no juega un papel relevante en el cáncer de vejiga, pero la media del diagnóstico es de 73 años. “La incidencia más alta se observa en el grupo de edad de 70 a 75”, afirma el Van der Heijden.
Tipos de cáncer de vejiga
Existen diferencias importantes entre los tipos de cáncer de vejiga. La mayoría de los pacientes, alrededor del 75 por ciento (incluyendo a Frances Dobrowolski), desarrollan carcinomas uroteliales menos agresivos, que comienzan en las células uroteliales que recubren el interior de la vejiga. La mayoría de estos tumores son protuberancias delgadas, como dedos, que crecen desde la superficie interna de la vejiga hacia su centro hueco en lugar de hacia sus paredes y hacia fuera de la vejiga hacia los tejidos circundantes. Van der Heijden añade que algunos tipos de carcinomas uroteliales pueden ser más agresivos que otros, por lo que los médicos los diferencian por grados que van de cero a cuatro, siendo más invasivos los números más altos.
El 25 por ciento restante de los pacientes tiene cánceres más agresivos. El carcinoma in situ, o CIS, comienza como un tumor no invasivo, pero tiende a crecer y diseminarse más rápidamente y tiene una mayor probabilidad de recurrencia. Casi la mitad de los pacientes con CIS desarrollarán un tumor invasivo en los músculos, dice Van der Heijden.
Ciertos tipos raros de cáncer de vejiga pueden invadir los músculos desde el comienzo. Estos son muy agresivos, pero cada uno constituye solo alrededor del uno por ciento de todos los casos de cáncer de vejiga. El pronóstico y el tratamiento de los pacientes dependen del tipo y estadio de sus tumores.
Diagnóstico y tratamientos del cáncer de vejiga
Como Frances descubrió, los urólogos, para diagnosticar el cáncer, realizan una cistoscopia que permite al médico ver el revestimiento interior de la vejiga en una pantalla de ordenador y obtener una muestra para una biopsia. A veces, los médicos también piden una cistoscopia de fluorescencia con un medicamento activado por luz azul para encontrar células anormales. O piden un TAC o resonancia magnética con contraste, que resalta los tumores, lo que permite al médico determinar el tipo y estadio exacto del cáncer presente.
Los cánceres de vejiga no músculo invasivos, como en el caso de Frances, se extirpan mediante un procedimiento llamado resección transuretral del tumor vesical. Se inserta un instrumento delgado en la vejiga a través de la uretra, con un asa de alambre en el extremo para extirpar el tejido tumoral. A continuación, se utiliza un electrodo o láser para destruir las células anormales restantes, que pueden no ser necesariamente parte del tumor.
Después de la operación, los médicos también pueden usar un catéter para inyectar un medicamento líquido directamente en la vejiga para destruir las restantes células cancerosas. Este tipo de tratamiento se llama terapia intravesical. Los cánceres más agresivos pueden requerir múltiples aplicaciones administradas durante meses e incluso años, con el tratamiento exacto diseñado para abordar el caso específico del paciente.
Los pacientes también deben someterse a revisiones regulares de cistoscopia después de la operación para asegurarse de que el cáncer no vuelva, porque los carcinomas uroteliales tienden a crecer de nuevo. Pero con un cuidadoso y exhaustivo control, se puede evitar que los cánceres futuros arraiguen.
Piet Van Klaveren* da fe. Su lucha contra el cáncer de vejiga comenzó en 1996, cuando detectó sangre en la orina, algo que ignoró al principio. “Como la mayoría de los hombres, lo dejé pasar, esperando que desapareciera por sí solo”, recuerda este farmacéutico de 73 años de los Países Bajos. Cuando finalmente se lo mencionó a su médico de cabecera unos meses más tarde, este lo envió inmediatamente a un urólogo, que le diagnosticó un carcinoma urotelial no músculo-invasivo, así que su pronóstico era bueno.
Piet fue operado, pero un año después el cáncer volvió. Esta vez, después de extirpar el tumor, se usó terapia intravesical, inyectando un medicamento de quimioterapia en la vejiga durante un año. Piet permaneció libre de cáncer durante una década hasta que en 2011 volvió a ver sangre en la orina. Y una vez más se sometió a una operación y a terapia intravesical durante cuatro años.
“Hoy no tengo cáncer”, afirma, señalando que las revisiones son clave para mantenerse así. “Me hacen una cistoscopia dos veces al año.”
Pichler dice que los pacientes con tipos de cáncer no músculo-invasivos en estadio temprano también pueden recibir inmunoterapia mediante terapia intravesical, que estimula al sistema inmunitario para que ataque al cáncer.
En el caso de los cánceres y tumores músculo-invasivos que no pueden ser detenidos por estos medios, los médicos pueden recomendar cistectomía radical, que consiste en extirpar la vejiga por completo. Luego pueden construir un conducto que desvía la orina de los riñones a una pequeña bolsa adaptada al cuerpo y que los pacientes vacían manualmente, o pueden reconstruir la vejiga por completo con una porción de intestino delgado del paciente.
“Los médicos tienen que elegir la opción adecuada para cada paciente”, afirma Pichler.
Los expertos dicen que la clave después del tratamiento son las revisiones regulares y las cistoscopias. Por lo general, los urólogos las mandan hacer cada tres meses durante los dos primeros años, cada seis meses durante los tres siguientes, y una vez al año transcurrido ese periodo, dice Pichler.
Para aquellos que observan sangre en su orina por primera vez o que comienzan con infecciones de orina recurrentes, especialmente si nunca las han tenido antes, deben realizarse un examen urológico completo, dice Van der Heijden. Incluso el hecho de tener una ITU real no descarta por completo la posibilidad de tener un tumor, porque los dos pueden coincidir.
Tenga en cuenta este consejo de Van der Heiden: “Las mujeres que repentinamente tienen infecciones urinarias recurrentes, debe acudir obligatoriamente al urólogo. En los hombres, una sola ITU ya es una razón para ser remitido a un urólogo.”