Es rojo, de mal aspecto, incomoda y pocos saben de dónde viene. He aquí cómo distinguir una lesión psoriásica del eccema.
Roos van Beek, de
21 años, tenía 16 cuando el sarpullido, urticaria según el diagnóstico clínico,
volvió con furia.
“Terminaba de
entrar a una nueva escuela; el cuerpo se me llenó de esas ronchas y reapareció
la picazón”, recuerda. La joven de Stompwijk, pueblo cercano a La Haya, Países
Bajos, consultó a varios especialistas y probó distintos medicamentos sin
éxito. Al cabo de un año, la refirieron al Centro Médico Universitario de
Leiden. “Era un desastre. No tanto en lo físico, sino en lo mental; estaba
agotada”, admite Roos.
Finalmente, tras
ocho meses de prueba y error, los médicos le administraron una inyección de
omalizumab, fármaco que inhibe la liberación de sustancias químicas
inflamatorias. El malestar cedió de inmediato. El prurito y el dolor se
esfumaron. Ahora se la inyectan una vez al mes. “Estoy bien”, dice, pero advierte
que, aunque la fórmula le funciona a muchos pacientes con urticaria, “no
siempre es tan fácil obtener resultados”.
Si esa erupción
irritante aún es un misterio para usted, aquí repasamos seis afecciones que la
podrían causar, su tratamiento y si se debería preocupar.
URTICARIA
Qué es. Se trata de una erupción cutánea caracterizada por la presencia de
ronchas, rodeadas por un anillo rojo, que ocasiona picazón. Suelen desaparecer
tras un día, solo para resurgir en otro sitio tiempo después. Encontramos dos
categorías: aguda, que dura seis semanas o menos, y crónica.
La probabilidad
de tener urticaria en algún punto de la vida es del 15 por ciento. Afecta más a
mujeres que a hombres, y pese a que llega a afligir a los niños, la edad más
común de aparición es entre los 20 y los 40.
Causas. Se produce cuando la piel libera histamina como parte de una reacción
alérgica a medicamentos o alimentos. También puede sobrevenir a una infección
vírica; en tal caso, es una respuesta atribuible al sistema inmunitario, que lo
provoca con tal de repeler al patógeno. “Hay otros detonantes potenciales”,
asevera Katie Beleznay, dermatóloga de Vancouver, Canadá; sin embargo, en la
mayoría de los pacientes nunca se llega a identificar el origen concreto.
Tratamiento. Como la urticaria está relacionada con las
alergias, los antihistamínicos de venta libre son la primera línea de defensa.
Si la piel no sana, consulte con el médico si conviene de probar un producto
más fuerte. En cuadros más graves, los especialistas recetan prednisona vía
oral o algún antiinflamatorio.
Señal de alarma. Esta enfermedad podría ser señal de una reacción
alérgica anafiláctica, y estas son letales en potencia. Si se manifiesta con
hormigueo en los labios, hinchazón en la boca o dificultad para respirar, llame
a emergencias. Aunque es raro, algunos padecimientos de más cuidado, como el
lupus, la hepatitis B, el linfoma y la leucemia, pueden dar pie a la urticaria.
ECCEMA
Qué es. Existen dos tipos principales de eccema: el de contacto y el atópico. Este
último se distingue por el surgimiento de placas de piel roja y escamosa que
producen mucha comezón, especialmente de noche. Las lesiones tienden a aparecer
en la parte opuesta de codos y rodillas. En los casos más serios salen
ampollas, la dermis se engrosa y las zonas robustecidas adquieren un aspecto
blanquecino. Afecta hasta al 20 por ciento de los niños y a entre 1 y 3 de cada
100 adultos, según el Foro Europeo de Dermatología; además, tiende a ser una
dolencia de por vida.
Causas. El eccema atópico se atribuye al debilitamiento de la barrera cutánea, lo
cual puede producir inflamación y una respuesta desproporcionada del sistema
inmunitario. La mayoría de la gente nace con la afección. “Existe un componente
genético en las familias con antecedentes de asma alérgico, rinitis,
conjuntivitis o alergias alimentarias”, señala Annick Barbaud, dermatólogo del
hospital Tenon, en París. Otras causas posibles son la contaminación o la falta
de exposición a gérmenes en la infancia. (Los pequeños con perros, por ejemplo,
son menos propensos a padecerlo.) Los detonantes como los jabones aromatizados
o el aire seco del invierno pueden agudizar el cuadro.
Tratamiento. Aplique una gruesa capa de loción humectante (con
pocos ingredientes y sin fragancias) en las áreas afectadas tras ducharse y, si
lo amerita, por las noches. Si la lesión es más grave, tendrá que recurrir a
corticosteroides tópicos recetados o a cremas inmunosupresoras no esteroideas.
Si la afección no cede, existe la fototerapia, que consiste en utilizar luz UVB
con objeto de calmar al sistema inmunitario y aliviar el prurito, o los
fármacos inmunodepresores.
Señal de alarma. A veces, lo que parece eccema puede ser indicio
de un cáncer incipiente. “No obstante, si el exantema desaparece tras aplicar
la crema de corticosteroides, entonces no es una neoplasia”, anota Barbaud.
ECCEMA DE CONTACTO
Qué es. También se le conoce como dermatitis de contacto y se asemeja al eccema
atópico. Aunque, a diferencia de aquel, este es una reacción a algo específico
y aparece solo en las áreas que han entrado en contacto con el objeto culpable.
Según un estudio del año 2000, en Alemania, por ejemplo, 7 por ciento de la
población padecerá esta molestia en un año dado; además, el riesgo de
experimentar un brote a lo largo de la vida es de 15 por ciento. Este
inconveniente es habitual en adultos mayores, pues su piel ha estado más
expuesta a factores de riesgo. Además, conforme envejecemos el funcionamiento
de la epidermis experimenta cambios y la actividad inmunitaria se altera.
Causas. Las cremas, joyas y fragancias son enemigos silenciosos ya que suelen
acelerar al sistema inmunitario. Es posible desarrollar intolerancia a algo que
uno ha utilizado durante mucho tiempo. Cuando el detonante no queda del todo
claro, los dermatólogos hacen pruebas epicutáneas: aplican pequeñas cantidades
de las sustancias sospechosas en la dermis a fin de observar su efecto.
Tratamiento. Se atiende con corticosteroides de administración
tópica u oral (más potentes). Esto relaja al sistema inmune y frena el proceso.
Señal de alarma. Como en el caso del eccema atópico, las lesiones
rojas y escamosas pueden confundirse con cáncer de piel, otra razón para acudir
a consulta si ignora qué las causó.
PSORIASIS
En 1991, Hanna
Bastman-Sjöberg, actualmente de 56 años, notó un sarpullido extraño en los
codos y manchas en la frente; su cuero cabelludo se estaba descamando y le
producía comezón. Los apuros y el estrés agudizaron los síntomas.
Al poco tiempo,
el exantema alcanzó la piel tras las orejas y le salieron grandes máculas
escamosas en la espalda. Las molestias empeoraron y, entonces, la madre de
familia oriunda de Salo (ciudad al noroeste de Helsinki) visitó a su médico de
cabecera, quien la remitió al dermatólogo. Después de hacer varias pruebas,
confirmaron que se trataba de psoriasis.
“Tuve suerte
porque si bien el padecimiento no se conocía tanto como hoy en día, nadie
ignoró mi malestar”, recuerda Hanna. Sin embargo, su estado se deterioró:
comenzó a renguear y a encorvarse. En el 2002 le diagnosticaron artritis psoriásica.
“Cuando me cambiaron el tratamiento a inyecciones diarias de metotrexato,
empecé a mejorar. Ahora yo misma me la aplico y es de gran ayuda.
”Solía faltar
mucho al trabajo por la afección. Pero en los últimos seis años solo he
requerido ocho días de incapacidad, y no por la psoriasis”, aclara.
Qué es. Las placas rojas y escamosas que ocasiona producen picazón y dolor. Si
bien pueden aparecer donde sea, el sitio más frecuente es el cuero cabelludo,
así como codos y rodillas. La psoriasis suele iniciar entre los 10 y los 30
años y, como el eccema, tiende a ser una dolencia crónica. “Es una afección de
difícil tratamiento que tiene sus altibajos; la gente la padece de por vida”,
afirma Paul Cohen, dermatólogo del Centro Dermatológico Rosedale, en Toronto. Entre
el 2 y 3 por ciento de la población mundial padece psoriasis.
Causas. Esta erupción se produce cuando el sistema inmunitario ataca los tejidos
cutáneos, acelerando así la formación de nuevas células que se aglutinan en
placas. No hay una sola causa: la enfermedad es hereditaria y el estrés, la
obesidad, el tabaquismo y la presencia de muchas infecciones, en especial de la
amigdalitis estreptocócica, también aumentan el riesgo.
Tratamiento. Por lo general, el primer paso es aplicar
corticosteroides tópicos por una o dos semanas a fin de eliminar las placas.
Como régimen a largo plazo, los pacientes optan por una forma sintética de la
vitamina D (retrasa el crecimiento cutáneo), champús medicinales y retinoides
(vitamina A cutánea). Al parecer, exponerse a diario a la luz solar y mantener
el tegumento humectado también funciona. Para cuadros más serios, existe la
fototerapia (se practica en un consultorio) y los inmunosupresores.
Señal de alarma. Los casos graves afectan las articulaciones,
padecimiento conocido como artritis psoriásica. Tener psoriasis también eleva
la probabilidad de sufrir dolencias adicionales (diabetes tipo 2, afecciones
cardiovasculares y trastornos autoinmunes, como la enfermedad de Crohn), que,
de manera análoga, se asocian con la inflamación corporal.
ROSÁCEA
Lex Gillies, de
33 años, acudió a consulta por unas manchas moradas y granos en las mejillas
hace una década. Le diagnosticaron rosácea. “Me sentía como un monstruo”,
recuerda la bloguera de belleza radicada en Londres. Al principio, le recetaron
una pomada antibiótica que no surtió efecto. Luego, Lex decidió aislar el
factor que detonaba los brotes.
“Cada persona es
diferente, así que hay que llevar un diario de alimentación y estilo de vida”,
apunta. Ahora Lex mantiene todo bajo control de muchas formas: evita el estrés;
usa cremas que no le irritan la piel; consume menos alcohol y evita los
lácteos, el gluten, las bebidas calientes y las temperaturas extremas: factores
que, según sus observaciones, propician las erupciones.
Qué es. Se reconocen cuatro tipos de rosácea. En el primero, los vasos sanguíneos
de las mejillas y la nariz se dilatan, lo cual provoca enrojecimiento,
sensibilidad e incomodidad cutáneas. En el segundo, a lo anterior se le suman
quistes similares al acné. La tercer variante además engrosa la piel. En la
última, que afecta con mayor frecuencia a los hombres, la nariz parece aumentar
de volumen por el engrosamiento de la piel y puede haber irritación ocular.
“Suele afectar a
la gente de entre 30 y 60 años”, explica Anjali Mahto, dermatóloga y vocera de
la British Skin Foundation. De acuerdo con las estimaciones, el número de
afectados en Europa asciende al 3 por ciento de la población (más de 15
millones) y las mujeres son más propensas a ella.
Causas. No siempre es posible precisar qué la detona; sin embargo, igual que con
el eccema, la probabilidad de padecer el problema se eleva si hay antecedentes
familiares, daño por exposición a la luz solar o por fumar. Como en el caso de
Lex, este mal tiende a exacerbarse tras ingerir bebidas o alimentos
específicos.
Tratamiento. Muchos pacientes aprenden a eludir los detonantes
para mantener la rosácea a raya, inactiva. A fin de disimular su presencia en
la cara, a algunas mujeres les basta con aplicar maquillaje común y corriente
en las lesiones. Otras utilizan cremas medicinales, fototerapia o tratamientos
con láser que constriñan los vasos sanguíneos de las mejillas y reduzcan el
enrojecimiento. Si se presentan granos, las lociones y los antibióticos orales
son buenas herramientas para deshacerse de ellos.
Señal de alarma. Aunque es muy poco frecuente, el eritema
vespertilio (afecta la nariz y los pómulos), un signo de la grave enfermedad
autoinmune denominada lupus, puede confundirse con rosácea.
HERPES ZÓSTER
Qué es. Al inicio, produce hormigueo, entumecimiento o moretones en un área
pequeña; por lo general, el abdomen. Días después sobreviene una erupción
cutánea dolorosa con ampollas. Como la lesión se extiende siguiendo la
trayectoria del nervio, el exantema forma una franja, que persiste de dos a
seis semanas.
Causas. Esta es fácil: la varicela. Aunque nos recuperemos por completo de la
infección vírica, el organismo nunca la erradica: el virus se repliega y
permanece latente en las células nerviosas, desde donde resurge, décadas
después, bajo la forma del herpes zóster. La probabilidad de que reaparezca se
incrementa cuando uno está inmunodeprimido. Según un artículo publicado en BMC
Infectious Diseases, “dos tercios de los casos afectan a aquellos en sus 50”.
En cuanto al riesgo individual, en algún punto de la vida la enfermedad
afectará a uno de cada cuatro individuos; a partir de los 85 años la cifra
pasará a dos de cada cuatro.
Cabe mencionar
que hoy en día existe una vacuna contra el herpes zóster, Zostavax. Y aunque
reduce el riesgo de contraer la enfermedad en 51 por ciento, solo algunos
países han financiado programas de vacunación a nivel nacional.
El uso de una
nueva vacuna, Shingrix —que reduce el riesgo de contagio en 90 por ciento—, ha
sido autorizado en la mayoría de los países occidentales, pero no siempre se
encuentra disponible.
“Es una pena que
unos cuantos países sean los únicos que incluyan este antídoto en sus esquemas
públicos de vacunación”, comenta Giovanni Gabutti, catedrático del Departamento
de Ciencias Médicas de la Universidad de Ferrara. “Hay poblaciones que están
envejeciendo y los casos de herpes zóster aumentan año con año; la inoculación
es un antídoto rentable que ahorraría costos de atención médica”.
Tratamiento. Si cree tener herpes y no se ha inmunizado, es
imperativo que acuda a consulta de inmediato. “El panorama es mucho mejor para
quienes inician el régimen con pastillas antivíricas dentro de las 72 horas
posteriores a la aparición de la lesión cutánea”, asegura Cohen. Además, por lo
general a los enfermos se les administran medicamentos como anestésicos locales
o codeína con el propósito de mitigar el suplicio.
F Posible foco
rojo. La verdadera dificultad con este problema de salud es que si no se
contiene pronto, evoluciona a neuralgia postherpética en 10 a 20 por ciento de
los casos. Se trata de un dolor que dura más de tres meses; en ocasiones se prolonga un año o más.
Además, si el sarpullido aparece en el rostro, es capaz de causar ceguera.