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Tu hijo: ¿ve bien?

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La solución para muchas dificultades en la escuela puede ser mucho más sencilla de lo que imaginás ¿Por qué no llevar a tu hijo con un oftalmólogo?

¿Cómo identificar los problemas de visión en tu hijo?

Poco después de comenzar el primer grado, León Elías sintió que el mundo se le venía encima. Este chico de seis años no completaba nunca las tareas de clase y no llegaba a copiar lo que la maestra escribía en el pizarrón. Por más que la docente lo hizo sentar en las filas de adelante, León no lograba concentrarse y se distraía fácilmente. Estaba realmente frustrado porque empezaba la escuela con el pie izquierdo.

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Enterados de la situación, los padres de León fueron a la escuela , donde les dijeron que su hijo podía padecer un trastorno de déficit de atención y les recomendaron que consultaran con un psicólogo. “En realidad, pensábamos que no había una causa psicológica, pero seguimos el consejo de la maestra”, recuerda Ricardo Elías, padre de León.

Así comenzó un peregrinaje por consultorios de psicólogos, psicopedagogos y neurólogos, pero ninguno detectó las causas de los problemas escolares.

Descartados los trastornos de atención, los padres de León estaban desorientados hasta que un día Ricardo observó que el nene se acercaba mucho a la televisión y que no respondía a sus gestos a una distancia de diez metros.

Lo llevaron entonces al oftalmólogo, quien le hizo un fondo de ojo y una examen de refracción. “Le diagnosticaron miopía: mi hijo tenía una disminución del 30 por ciento en su capacidad visual”, comenta Ricardo.

El médico recetó anteojos, y ya al día siguiente León los estaba usando. “En un mes, mi hijo se tornó en un chico más seguro de sí mismo. Desapareció un temor que tenía a subir escaleras y acabaron los problemas en la escuela”.

Según el programa “¿A ver qué ves?” de los ministerios de Educación y de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, el 14 por ciento de los chicos de primer grado tiene algún problema de refracción en la vista.

1 de cada 3 casos de fracaso escolar está relacionado con dificultades en la visión

Si bien no hay una cifra a nivel nacional, este porcentaje es similar al de otros países, afirmaron especialistas de este programa de controles oftalmológicos que funciona desde 2001 para todos los chicos de las escuelas oficiales.

Pero en otras jurisdicciones donde no existen programas de este tipo, cientos de padres no saben qué hacer cuando sus hijos presentan problemas de conducta o aprendizaje en la escuela. En un primer momento, suelen suponer que son problemas psíquicos, neurológicos o que son vagos para estudiar. Pero en realidad la sencilla solución está en la utilización de anteojos.

Por eso, así como los padres suelen conocer y respetar un cronograma de controles pediátricos y de vacunación, los oftalmólogos proponen la misma rigurosidad para el cuidado de la salud visual desde el nacimiento del chico, y no sólo cuando aparecen los síntomas, ya que entonces puede ser demasiado tarde para corregir algunas patologías.

El caso de Micaela, de 6 años, no tenía que ver con la negligencia de los padres en los controles médicos. En cada consulta de rutina al pediatra, el doctor la revisaba, la medía, la pesaba, e incluso le tomaba un examen de visión. Pero un día la nena, que cursaba primer grado, comenzó a llegar de la escuela con dolores de cabeza. La maestra explicó además a los padres que en clase se distraía con mucha facilidad.

Finalmente, un examen de visión realizado por un oftalmólogo en la escuela puso en evidencia que Micaela necesitaba anteojos. “Hasta ese momento, nunca la había llevado a un especialista en Oftalmología, y las pruebas de visión que efectuaba el pediatra eran insuficientes”, asegura Paola Barilati.

Un examen exhaustivo de la visión no se limita solamente a la tabla de Snellen, ese cartel con la letra E impresa en diferentes tamaños y posiciones que suele estar pegado en las paredes de los consultorios y que sirve para medir problemas visuales básicos.

“Ese test es muy útil, pero solamente podemos encontrar el 80 por ciento de los problemas de visión: errores de refracción como la miopía (ver mal de lejos), la hipermetropía (ver mal de cerca) o el astigmatismo (no enfocar correctamente), y no sirve para los chicos que aún no conocen las letras. Además se necesitan otros nuevos estudios para corroborar el diagnóstico inicial”, explica Van Lansingh, coordinador de Latinoamérica del programa Visión 2020 de la OMS.

El 20 por ciento restante de los problemas incluye: ambliopía (cuando uno de los ojos tiene menos visión que el otro, conocido como “ojo perezoso”), estrabismo (desviación de un ojo), problemas binoculares (cuando los ojos no trabajan alineados) y menos comunes, diabetes, glaucoma e incluso cáncer. Para este tipo de afecciones se necesitan exámenes que deben ser realizados por un optometrista o un oftalmólogo.

Además del desconocimiento de los padres, se agrega que el Estado no tiene políticas activas para el examen permanente de los chicos, ni siquiera al comienzo de la etapa escolar.
“Hace más de diez años en la provincia de Buenos Aires eliminaron la obligatoriedad del examen de agudeza visual, lo que demuestra el desinterés del Estado frente a la prevención y la educación de la salud visual”, afirma la licenciada María Eugenia Nano del Comité Ejecutivo de la Agencia Internacional de Prevención de Ceguera.

“Sólo existen programas aislados en algunas provincias, pero el Estado no quiere quedar en evidencia y diagnosticar un problema que luego no podrá solucionar. Es por eso, quizá, que no se considera una prioridad”, comenta la licenciada Nano.

Fracaso escolar

Uno de cada tres casos de fracaso escolar está relacionado con dificultades en la visión, según especialistas de la Universidad Europea de Madrid.

“En la primera etapa escolar, casi todo lo que se aprende ingresa por los ojos. Si un chico no ve bien lo escrito en el pizarrón o no puede leer correctamente un texto, tiene más riesgo de fracasar en la escuela e incluso de no ser aceptado por sus compañeros”, asegura Nano.

¿Qué señales dan los chicos en edad escolar?

Algunos síntomas que pueden ser detectados por los docentes son: en clase se suelen sentar espontáneamente en los bancos de adelante; tienen dificultad para leer; se acercan mucho, hasta quedar casi pegados a las hojas de sus cuadernos; no ven bien las letras en el pizarrón; se distraen fácilmente; no llegan a copiar la tarea o tienen problemas de conducta.

La presidenta de la Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil, Myriam Berman, afirma que “cuando un chico ve mal, muchas veces puede pasarle totalmente desapercibido al propio niño, porque no tiene una referencia previa. No conoce lo que es ver bien. Por eso es vital que sea un oftalmólogo quien detecte precozmente cualquier problema”, explica.

En la casa los síntomas pueden ser que se acercan demasiado a la televisión, tienen dificultades para agarrar algún objeto, o no sienten confianza al subir o bajar por una escalera. El dolor de cabeza, el enrojecimiento y los movimientos raros de los ojos (cruzarlos o entrecerrarlos), son otras de las señales de un problema visual.

“Las actividades que eligen los chicos también sirven como referencia: los que padecen miopía suelen ser más tranquilos, prefieren los juegos de mesa por su dificultad para ver de lejos, contrariamente a lo que ocurre con los hipermétropes, que son adeptos a los juegos de movimiento”, explica José María Mugica, oftalmopediatra de la Fundación Oftalmológica Hugo Nano.

Calendario de consultas

Así como los padres suelen respetar rigurosamente un calendario de vacunación, también deberían ser estrictos con los exámenes visuales.

Los especialistas señalan que el calendario de controles oftalmológicos para niños sanos debería comenzar en el nacimiento. En ese momento ya se puede realizar diagnóstico de cataratas (una pequeña nube en la lente del ojo) y lesiones en la retina o en el nervio óptico. Un tratamiento inmediato de estas afecciones influirá en la visión futura del chico.

Luego del examen visual al nacer, la Sociedad de Oftalmología Pediátrica Latinoamericana recomienda realizar nuevas pruebas a los seis meses, a los tres años, al comienzo de la escuela primaria y luego, cada uno o dos años.

¿Qué se puede esperar del examen de los seis meses? Hasta los cuatro o cinco meses, es normal que el bebé tenga un leve desvío en uno de sus ojos, pero en el sexto mes, cuando se produce la primera maduración de la retina, ya debería ver y enfocar correctamente. Si esto no ocurre, la detección precoz ayudará a prevenir males mayores.

El profesional realiza el diagnóstico simplemente observando al bebé pero también puede utilizar videos, figuras y muñecos para evaluar cómo funcionan los músculos de los ojos y si ambos trabajan juntos al mismo tiempo.

En un calendario de niños sin problemas detectables de visión, el control siguiente debería ser a los tres años. “Éste podría ser considerado el examen más importante, ya que es cuando se le puede preguntar al niño cuánto ve, algo que no puede medir ningún aparato. En esta etapa se está a tiempo para corregir una afección muy común como es la ambliopía. De más grande, puede ser tarde”, asegura Mugica.

Los exámenes a los tres años de vida son similares a los que se les realizan a los adultos, pero adaptados. Intentan ser divertidos y didácticos para que el chico preste atención. Para examinar errores de refracción se utiliza un cartel con figuras o símbolos que el niño, que aún no sabe leer, debe identificar.

Si se necesita un examen profundo, se usan gotas para relajar los ojos; si bien no provocan dolor, son molestas porque nublan la vista por algunas horas.

Cuando tenía cuatro años, a Ariadna, hija de Sandra Malatesta, le encantaba correr pero le costaba prestar atención en el jardín de infantes. Además, no le gustaba mirar televisión ni los libros de dibujos. “Tuve entrevistas con las maestras para seguir la situación de mi hija más de cerca —comenta Sandra, que vive en Santa Fe—. Hasta que un día me di cuenta en casa de que la nena, que aún no leía, miraba dibujitos con un libro casi pegado a su cara”.

A los pocos días, Sandra llevó a su hija por primera vez al oftalmólogo quien le dijo que la pequeña tenía miopía y astigmatismo, y que necesitaba anteojos.

“Creo que con los lentes empezó a ver de verdad. No tuvo más problemas de adaptación e incluso en la escuela aprendió a leer antes que sus compañeros”, recuerda Sandra.

La siguiente cita de controles oftalmológicos debe realizarse a los 5 o 6 años, antes del ingreso a la escuela primaria. A esta edad, con frecuencia los chicos hipermétropes esfuerzan la vista para leer, lo que les puede causar dolor de cabeza, un síntoma muy molesto que se puede solucionar con anteojos.

“Después de los 6 o 7 años, las posibilidades de mejorar la visión son menores”, explica la doctora Elena Moreno de Mulet, presidenta de la Fundación Oftalmológica Mulet.

Todo esto señala la necesidad de contar con una reglamentación nacional que obligue a realizar un examen visual al menos antes de ingresar a la escuela primaria. Pero cada padre puede tomar medidas preventivas desde el momento mismo del nacimiento de su hijo.

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