Una de cada diez de personas padece diabetes. Esta enfermedad continúa expandiéndose y, en gran parte, es fruto de la poca comunicación. Un alarmante informe de 47 países revela cuán importante es la información cuando de diabetes se trata y las consecuencias de la inadecuada atención.
Poco después de cumplir 50 años, Jozef Janiga, oculista en
Varsovia, fue a visitar a su padre diabético y decidió sobre la marcha comprobar
sus propios niveles de azúcar en sangre con el aparato que mide la glucosa de
su padre. Se pinchó el dedo y, para gran sorpresa, el resultado lo colocaba en
el límite para padecer una diabetes de tipo 2.
Su médico le recetó metformina, una medicación por vía oral contra
la diabetes y pronto su glucosa en sangre descendió a un nivel aceptable. Sin
embargo, el profesional no añadió al tratamiento ninguna recomendación
dietética, ni le realizó ninguna prueba adicional, ni le dio ninguna otra
información para el cuidado personal de la salud, sino que le siguió recetando
el medicamento durante siete años.
Desafortunadamente la diabetes es una enfermedad insidiosa y lenta
que necesita un control y tratamiento constante. El año pasado, Jozef empezó a
sentirse mal. Tenía mareos, espasmos musculares y problemas de visión, y el
corazón le latía a mil por hora. Desesperado fue a visitar a un especialista en
diabetes, que le pidió hacerse unas pruebas adicionales, lo puso a dieta
estricta y le dio más información sobre la enfermedad.
Jozef, de 58 años, está más cansado que nunca, teme quedarse
ciego, tiene los riñones dañados y se enfrenta a una diálisis o a un posible
trasplante.
No es el único. Según un sorprendente informe de noviembre de
2013, cientos de miles de diabéticos en Europa no tienen acceso a la
información ni a la ayuda profesional que necesitan: lo que los sitúa en una
posición de riesgo de graves consecuencias en la salud como enfermedades de la
piel y alta presión sanguínea, ceguera e incluso la pérdida de algún miembro.
Además, Elodie Besnier, investigador jefe del primer estudio de este tipo
llevado a cabo por la Federación Internacional de la Diabetes en Europa, que
abarca 47 países, subraya que “cientos de miles” es una “estimación bastante
conservadora”.
La diabetes ha alcanzado proporciones de epidemia en Europa (y en
el mundo), de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, que estima que
uno de cada diez europeos mayores de 24 años —unos 60 millones de personas en
total (más de 347 millones de personas en el planeta)— padece diabetes. Esa
cifra total crece constantemente con el aumento de la esperanza de vida y con
el aumento del porcentaje de personas de la tercera edad en la población
general.
La diabetes es una enfermedad crónica que se origina cuando el
páncreas no produce suficiente insulina (diabetes tipo 1) o cuando el cuerpo no
puede utilizar eficazmente la insulina que produce (tipo 2). La insulina regula
los niveles de azúcar en la sangre. La hiperglucemia o niveles elevados de azúcar
en sangre provocan con el tiempo daños graves en muchos de los sistemas del
cuerpo, especialmente en el sistema nervioso y los vasos sanguíneos.
Aunque los diabéticos del tipo 1 —y algunos del tipo 2— requieren
inyecciones diarias de insulina, el tratamiento básico de ambos tipos de
diabetes es similar: alimentación saludable, actividad física, control del peso
y mediciones regulares de los niveles de glucosa en sangre. Por eso el éxito en
el tratamiento de la enfermedad depende del conocimiento y participación activa
de cada persona en particular.
Pero el informe de la Federación Internacional de la Diabetes
también dio a conocer que hay una “alarmante” falta de educación continua sobre
la diabetes para las personas que la padecen, sus familias y profesionales
sanitarios. Y, sin dicha información, muchos diabéticos son incapaces de tratar
su enfermedad y entran en una espiral descendente, que si no se controla, puede
llevar a complicaciones graves en la salud e incluso la muerte prematura.
A Duncan Venables, residente en Dorset, Reino Unido, le
diagnosticaron diabetes tipo 1 cuando tenía 7 años, y empezaron a darle
inyecciones de insulina. Pero sus padres no tenían la suficiente información
sobre la gravedad de la enfermedad y no tomaron ninguna otra medida para
tratarla. “Durante mi adolescencia y la juventud no presté mucha atención a la
enfermedad porque pensaba que era invencible”. De adulto, dirigió un exitoso
negocio de management para ejecutivos. “A los treinta y tantos me di cuenta de
que tenía problemas de visión y tuve que hacerme cargo. Empecé a medirme
regularmente el nivel de azúcar en sangre, a comer mejor y a hacer ejercicio”.
Pero la vigilancia diaria es crucial desde los primeros signos de
la diabetes y para Duncan era demasiado tarde. El año pasado, a los 40 años,
experimentó un cansancio extremo y fue hospitalizado. “Me amputaron la pierna
derecha por debajo de la rodilla. Después se me infectó la parte superior de la
pierna y también tuvieron que amputármela. Después perdí la visión de un ojo y
empezaron los problemas cardíacos”. Estuvo en el hospital durante 5 meses.
La Federación Internacional de la Diabetes también descubrió que
muchos médicos generales no tienen la formación suficiente sobre la diabetes y
a veces no proporcionan la asistencia adecuada. Rune Gjertsen, programador
informático de 40 años, de Stavanger, Noruega, tenía veintitantos años cuando
se dio cuenta de que a menudo estaba sediento, se sentía cansado y tenía
episodios de visión borrosa. Durante unos diez años informó de estos síntomas
clásicos de la diabetes a su médico en las revisiones anuales pero la doctora
nunca le sugirió que podría padecer dicha enfermedad.
Los síntomas se agravaron gradual y persistentemente hasta que, al
final, hace cinco años, su visión se hizo peligrosamente borrosa y fue a
visitar a un especialista en diabetes que le diagnosticó diabetes tipo 2. Pero
como el diagnóstico fue tardío, experimentó un sangrado en el ojo izquierdo y
tuvo que ser operado. Su visión es prácticamente normal en la actualidad y
trata la enfermedad con medicación, insulina y mediciones diarias del nivel de
glucosa. Pero afirma: “Me hubiera gustado que mi doctora me advirtiera hace
años de que tenía diabetes y haber podido así evitar todos estos años de
malestar e incertidumbre”.
Tony Hatcher, de 62 años, residente en Erith, Kent, Reino Unido,
ofrece una lección de valor para que los diabéticos se responsabilicen personalmente
de la enfermedad. A Hatcher, que maneja una ambulancia, le diagnosticaron la
enfermedad en 2000. Fue a un médico que le dio una dieta y le recomendó que
hiciera deporte. Pero en aquella época, debía viajar mucho por trabajo y le
resultaba difícil ceñirse a la dieta. A pesar de tomar metformina y gliclazida
como le habían recetado, sus niveles de glucosa siguieron subiendo.
En 2007 tuvo un sobresalto. Un compañero del trabajo, que también
era diabético, murió a causa de la enfermedad. “Fue una tragedia. Solo tenía 50
años. Pero no hacía nada por cuidarse: fumaba, bebía, no hacía ejercicio y
comía mal. Decidí que era el momento de responsabilizarme de la enfermedad y de
mi salud. No quería morir, ni perder una pierna, ni quedarme ciego”.
Fue a una clínica especializada en diabetes donde un doctor le dio
un plan detallado para el tratamiento de la enfermedad. Pero también empezó a
investigar por su cuenta y descubrió la página de Diabetes UK, una organización
sin fines de lucro. “Me puse al día con toda la información de Diabetes UK. Me
mandan mails semanales y tienen una línea de ayuda 24 horas que me permite
hablar con un experto si tengo alguna pregunta. Me han ayudado a mantener la
diabetes controlada”. También se ha unido a un grupo de autoayuda de enfermos
de diabetes que organiza reuniones mensuales.
Se aplica cuatro inyecciones de insulina al día: una con cada
comida y una por la noche, y como conductor profesional, está obligado a
controlarse el azúcar en sangre cada dos horas. Va al médico cada seis meses, y
“si tengo algún problema, puedo visitarlo a él o a una enfermera especializada
en diabetes”.
Hace ejercicio todo lo que puede. “Hay un trayecto precioso junto
al Támesis cerca de mi casa y camino mucho. Generalmente, una hora de ida y
otra de vuelta”. Evita comer postre, excepto en alguna ocasión especial. “Más
importante aun, leo las etiquetas de los alimentos religiosamente porque hay
azúcar escondido en buena parte de los procesados, en particular en los
alimentos bajos en calorías”.
Los resultados son impresionantes. “Mis niveles de insulina están
más bajos, tengo los pies en buena forma y mi presión sanguínea es más baja.
Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para mantener esto bajo control”.