¡No puedo parar de reír! El yoga de la risa te permitirá recibir todos los beneficios del buen humor. Cuando reís te vuelves más abierto, y el humor empieza a fluir automáticamente.
Cuando su marido la abandonó, Nina se sumergió en una profunda depresión. En ese oscuro lapso no encontraba muchos motivos para sonreír, y estaba tan triste que no tenía energías para luchar. Al verla tan cabizbaja, su amiga Nayeli la invitó a unirse a una clase que ella estaba tomando: yoga de la risa. A Nina le sonó a meditación o ejercicio, y aceptó sin mucho entusiasmo, sin sospechar que esa decisión transformaría su vida.
Nina llegó al salón, se quitó los zapatos y escuchó la explicación del profesor. Aquello no pintaba como una clase de yoga tradicional, pues no había que pararse de manos ni enroscarse como pretzel.
La idea era reír, nada más. Nina no entendió hasta que la sesión arrancó. Todos empezaron a mover su cuerpo mientras entonaban “jo jo ja ja ja”, y a los pocos minutos esa risa forzada se convirtió en carcajada genuina. Nina no podía parar, y después de dos horas hasta el abdomen le dolía de tanto reír.
Al terminar la clase caminó un largo rato hacia su casa. Estaba llena de emoción, le sonreía a todo mundo en la calle. En ese momento supo que salir de la depresión estaba en sus manos, y que había encontrado una poderosa herramienta para lograrlo.
El yoga de la risa es una disciplina relativamente nueva, concebida por un hombre que no es ni yogui ni comediante: el doctor Madan Kataria. Una madrugada, hace quince años, estaba escribiendo un artículo sobre los efectos benéficos de la risa para una revista de salud en la que colaboraba. Entonces se dio cuenta de una paradoja: en las calles de su ciudad, Mumbai, India, la gente difícilmente sonreía, mucho menos se carcajeaba.
Fue así como aquella madrugada le vino a la mente la idea de crear un club de la risa. Para las siete de la mañana del mismo día, Kataria estaba en el parque público Lokhandwala en Mumbai, India, interceptando paseantes para hablarles sobre su idea. La mayoría lo tiraba de a loco, pero en un rato reunió a un grupo de gente interesada en los beneficios de salud de los que él hablaba. Al poco rato estaban en círculo, contando chistes, muertos de la risa.
Días después, Kataria notó que los chistes se habían agotado. “Normalmente nos reímos por la comedia y bromas, cualquier cosa divertida, pero no funciona para todos. Mucha gente no identifica el sentido del humor para reírse con bromas”, dice. Su solución fue empezar a explorar una risa que no viniera de un proceso racional, una risa más primitiva, desligada de la razón. “Descubrimos que cuando estamos en un grupo y nos vemos el uno al otro empieza una risa contagiosa”.
El yoga de la risa se basa en la idea de que se puede reír sin que haya un estímulo intelectual. “Tienes que entrar en la mecánica física de la risa, en tu cuerpo, y luego tu mente se sincroniza”, dice Kataria. Es una especie de círculo virtuoso: te ríes, y entonces te ríes de que te estás riendo. “No se trata de fingir la risa, en poco tiempo la risa verdadera surge”.
En un estudio de 1988, en Alemania, dos grupos de personas fueron expuestos a caricaturas humorísticas. A los miembros del primer grupo les pidieron que sostuvieran un bolígrafo entre sus dientes, lo cual simula una sonrisa, y a los del segundo que la pusieran entre sus labios, con lo que conseguían un gesto triste. Los que estaban sonriendo, aunque fuera una sonrisa simulada, se rieron mucho más. Es decir, la risa puede empezar como algo meramente físico y derivar en un cambio interior. “En el yoga de la risa no usamos el humor para inducir la risa: el humor viene después. Cuando ríes te vuelves más abierto, y el humor empieza a fluir automáticamente”, dice Kataria. “Yo mismo no me reía mucho antes de empezar la yoga de la risa. Ahora puedo reírme de cualquier cosa. La risa puede hacer que desarrolles el sentido del humor”.
El “invento” de Kataria se ha propagado con casi tanta facilidad como las risas: quince años después de su nacimiento se han creado miles de clubes alrededor del mundo, en 60 países. A México llegó hace tres años, después de que Nathan Mansbach, dentista y psicólogo, quien también imparte clases de Hata Yoga y de Yoga Terapéutica, lo descubrió. “Una vez fui a Estados Unidos a tomar un curso de Yoga Terapéutica para la columna y una chica pidió la hora de la comida para dar una clase de yoga de la risa. Y fue increíble. No podía parar de reír”. Nathan recuerda que de niño era muy travieso, pero que con el tiempo se fue haciendo perfeccionista y enojón. Aquel día volvió inesperadamente a su infancia… y ahora regresa a ella frecuentemente. “Los niños juegan y se ríen solitos, no necesitan nada. Nosotros trabajamos el espíritu juguetón, sin estructura, sin necesidad de pensar”, dice.
Nathan se certificó como Maestro con el Dr. Madan Kataria y fue nombrado embajador del movimiento mundial de la Risa en México. Después de haber fundado la Escuela Mexicana de Yoga de la Risa, A.C., lleva tres años impartiendo cursos y entrenando líderes de la Risa alrededor de la República Mexicana.om
Que esta disciplina sea “de la risa” no quiere decir que se pueda tomar a la ligera. “Necesitamos crear un conciencia y un sensibilidad especial para entender que estamos compartiendo con personas que atesoran un cúmulo de experiencias y de emociones. Nuestra tarea consiste en facilitar su apertura y su sanación, tanto física como emocional y espiritual. Es como abrir un llave que durante mucho tiempo estuvo cerrada” explica Nathan.Además de ser una válvula de escape, ¿cuáles son esos efectos benéficos de la risa sobre la salud que llevaron a Kataria a inventar el yoga de la risa? Antes de escribir aquel artículo de 1995, él había leído sobre el caso de Norman Cousins, un periodista que sufría artritis inflamatoria, y que afirmaba que no había mejor analgésico que la risa que le provocaban las películas de los Hermanos Marx. Las de Cousins no eran alucinaciones. En 1928 un médico en Nueva York ya había documentado que la risa ayudaba en el dolor postoperatorio, y a partir de entonces otros estudios han apoyado esa hipótesis. “Después de una sesión tu cerebro libera una sustancia llamada endorfina, la hormona que te hace sentir bien” dice el Dr. Kataria. Y la endorfina es conocida, entre otras cosas, por ser el analgésico natural del cuerpo humano.
Los doctores Lee Berk y Stanley Tan, de la Universidad de Loma Linda, California, han hecho varios estudios sobre los efectos del humor en el sistema inmunológico. Descubrieron que la risa ayuda a combatir el cáncer, la diabetes e infecciones respiratorias, entre otros males. “Antes me enfermaba todo el tiempo. Ahora, después de 15 años de reír, me es imposible recordar cuándo fue la última vez que me resfrié. Y no sólo soy yo. Otros miembros de los clubes de la risa afirman enfermarse menos”, dice Kataria.
También gracias a las endorfinas, la risa combate el estrés. El buen humor es inversamente proporcional a la depresión. “Es la enfermedad más común en el mundo, y todos los meses me llegan correos de cientos de personas que se han curado. Y eso me hace sentir bien todos los días”, dice Kataria. Esa actitud positiva que se consigue fácilmente a través de la risa es también un arma para enfrentar los obstáculos de la vida, por duros que sean. “Mucha gente que sufre de cáncer cree que la vida ya no merece ser vivida, se deprimen y se enojan. He trabajado con siete pacientes con cáncer cuya actitud cambió, y su calidad de vida aumentó”, cuenta Kataria, quien siempre está alegre.
Pero no hay que estar enfermo ni deprimido para hacer yoga de la risa. “Todos estamos tan estresados que necesitamos reír en cualquier momento de nuestras vidas”. Existen clubes (grupos) para adultos mayores, que son los que más se imparten, pero también hay para universidades, oficinas y hasta jardines de niños.
Dice Kataria que los niños pueden reírse 300 o 400 veces al día y que conforme crecemos esa cifra disminuye hasta 15. Pero a él le preocupa que los niños de ahora no se ríen como los de antes. “Antes los niños salían a jugar, pero los de ahora están imbuidos con internet, videojuegos, televisión, iPods y demás aparatos electrónicos. Para su desarrollo emocional también deberían jugar afuera. Ahora no vemos muchos niños riendo. Los niños menores de cinco años sí ríen, pero más grandes ya no. La competencia en las escuelas los hace serios, no se divierten como antes”, dice.
Nathan dice que, por lo menos en México, las instituciones se resisten a introducir el yoga de la risa en las escuelas. “Son esquemas muy rígidos. Creen que los alumnos se van a salir de control”, dice. Algo similar sucede en las empresas. “Piensan: si los pongo a reír se pierde la solemnidad de su trabajo. La gente relaciona seriedad con responsabilidad y eso es un error”. El yoga de la risa ayuda a la gente a relacionarse mejor, a liberar tensión y, por lo tanto, a rendir más. “Hay escuelas y empresas que sí lo han entendido, ha funcionado muy bien”.
Por si fuera poco, hay estudios que demuestran que las personas sonrientes resultan mucho más atractivas, y que las parejas que se ríen duran mucho más tiempo juntas. “Después de su primera clase un chavo llegó a su casa y su papá le preguntó a dónde había ido que se le notaba tan feliz, que si había salido con una muchacha”, recuerda risueño Nathan.
Gente que aparentemente no necesita más risas en su vida es fanática del yoga de la risa. Por ejemplo, el legendario comediante inglés John Cleese, parte del grupo Monty Pyhton, es fanático de esta disciplina. “Vino a Mumbai en 2001 y estaba sorprendido de lo fácil que es reír cuando lo haces en grupo. Dijo que hacer reír a la gente es un trabajo muy difícil, que él se esfuerza muchísimo y difícilmente consigue los mismos resultados. John Cleese estaba completamente impresionado”, cuenta Kataria.
Nathan confiesa que, antes de practicarlo, ya había escuchado del yoga de la risa, pero nunca imaginó cómo era ni sus efectos. Tuvo que experimentarlo para saber de qué se trataba. “Es una experiencia que tienes que vivir y sentir para entender. Si crees que reír sin razón aparente es absurdo, ve a un club de la risa y cambiarás de parecer” dice el Dr. Kataria.
Nina lleva sólo un mes haciendo yoga de la risa, y se siente completamente transformada. “El pasado lo veo como una experiencia, ni buena ni mala”. De estar deprimida pasó a ser una persona que disfruta su vida a plenitud, que sonríe todo el tiempo y que intenta contagiar su alegría a cada una de las personas que la rodean.
Esa es la filosofía del yoga de la risa. “Lo que nos interesa es que la risa se vaya diseminando, con la idea de elevar la vibración del planeta Tierra”, explica Nathan. El Dr. Kataria está convencido de que es posible cambiar al mundo. “Cuando ríes, cambias. Y cuando cambias, el mundo a tu alrededor cambia. Si hay más gente feliz, esa felicidad estará a su alrededor. Y así se propaga la paz”.