Aunque se considera más común en los hombres, las enfermedades cardiovasculares provocan la muerte en miles de mujeres.
COMO TODOS LOS DÍAS, Verónica Rosa iba en colectivo de su casa a la escuela primaria donde trabajaba, en la Ciudad de Buenos Aires. Al bajar del ómnibus, la mujer, de entonces 35 años, sintió una sensación de fuerte dolor en la espalda y en el pecho que llegaba hasta el brazo izquierdo. Asustada por el malestar, de su trabajo se dirigió inmediatamente a una clínica para que la atendieran. Allí le hicieron un electrocardiograma que arrojó resultados normales. El médico le dijo que se trataba de una simple contractura.
“Me quedé tranquila, pero el dolor no cesaba”, recuerda.
A la mañana siguiente, desde su casa, llamó a una ambulancia que de nuevo la llevó a otro sanatorio donde descubrieron que Verónica había sufrido un infarto masivo, un taponamiento de las arterias coronarias, y que sólo le funcionaba el 10 por ciento del corazón. Le practicaron una angioplastia para desobstruir las arterias, pero no fue suficiente.
“Ingresé en la Fundación Favaloro en estado de extrema gravedad. Los médicos me dijeron que necesitaba un trasplante de corazón urgente para seguir con vida. Luego de estar cuatro días en coma farmacológico y en el primer lugar en la lista nacional de espera de trasplantes cardíacos, apareció un donante, me operaron y todo salió bien”, comenta Verónica.
La mujer era joven, saludable y nunca había tenido ningún signo que la hiciera sospechar de un problema cardíaco, ni siquiera tenía antecedentes familiares. “Fumaba sólo cinco cigarrillos por día y vivía a mil, pero como todo el mundo. Nunca me sentía mal”, explica. Incluso, cuatro meses antes de sufrir el infarto se había hecho un control general y los resultados habían sido normales.
Hoy, a dos años del trasplante, Verónica lleva una rutina tranquila, con chequeos cada seis meses y medicación de por vida. “Por suerte, pude volver a trabajar y también aprendí a tomarme las cosas con un poco más de calma —reconoce—. Los médicos no encontraron causas para el problema que tuve, me dijeron que podía ser algo congénito o por efecto del estrés”.
Si bien el caso de Verónica Rosa, aunque fue extremo, tuvo una buena resolución, no siempre se llega a tiempo. Por año, las enfermedades cardiovasculares ocasionan la muerte de alrededor de 45.000 mujeres, ubicándose como la principal causa de los fallecimientos femeninos.
“En la actualidad, una de cada tres mujeres muere por enfermedades del corazón mientras que una de cada 200 por causas ginecológicas (cáncer de mama, cuello de útero, etc.)”, asegura el doctor Alberto Alves de Lima, director de Capacitación y Coordinador Médico del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires.
Según varios estudios científicos, la mortalidad por enfermedades del corazón está creciendo en las mujeres y bajando en los hombres.
El crecimiento de los índices de mortalidad en las mujeres “se debe, entre otras razones, a que en las décadas pasadas se emprendieron campañas de prevención y control pero siempre enfocadas en los hombres”, sostuvo la doctora Liliana Grinfeld, presidenta de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).
Hoy se sabe que los síntomas en las mujeres son diferentes de los de los varones: una mujer puede sentir falta de aire, fatiga, dolor de espalda, de mandíbula, abdominal, náuseas, vómitos y malestar general, antes que el dolor de pecho y brazo, más típicos en los hombres.
“Desafortunadamente, la mujer consulta menos y más tarde que el hombre —dice Alves de Lima—. Tolera más el dolor y, a su vez, los médicos tienden a darle menos importancia que al hombre cuando consulta por ciertos síntomas. De hecho, ante cuadros similares, a las mujeres les hacen menos estudios y reciben menos tratamientos tanto médicos como quirúrgicos”, reconoce.
Un estudio de la Universidad de Aberdeen, en el Reino Unido, sobre 38.000 pacientes determinó que la enfermedad cardíaca en la mujer es ignorada tanto por las pacientes como por los médicos. La investigación concluyó que, en comparación con los hombres, las mujeres con angina de pecho tienen un 47 por ciento menos de probabilidades de acudir al cardiólogo, un 56 por ciento menos de que se les realice un electrocardiograma de esfuerzo y un 71 por ciento menos de ser sometidas a una cirugía coronaria.
Por año, las enfermedades cardiovasculares causan la muerte de 45.000 mujeres.
Desde su adolescencia, Dora Rodríguez, de 67 años, sufrió taquicardia. “Recuerdo que cada vez que me ha tocado atravesar una situación de nervios, desde un examen hasta el parto de mis hijos, el corazón se me aceleraba como si fuera a salirse de mi pecho”, dice. Dora aprendió a convivir con esa sensación de temblor en su cuerpo, e incluso tomó medicamentos para disminuir sus taquicardias. Pero hace unos años, mientras pasaba sus vacaciones en Chile, sufrió una descompensación: “Tuve una taquicardia muy grande, terminé internada y me diagnosticaron un edema de pulmón. Llamaron a mi familia porque mi estado era muy grave”, recuerda.
Tras varios días de internación, los médicos lograron estabilizar su salud y Dora fue trasladada a Buenos Aires. Pero tiempo después tuvo un nuevo episodio y en aquel momento los médicos le dieron un diagnóstico más preciso: fibrilación auricular, la más común de las arritmias.
“Hoy, gracias a la rehabilitación cardiovascular —tres veces por semana camina una hora en la cinta y realiza ejercicios con aparatos— hago una vida normal. Tengo controles cada seis meses y tomo una medicación que estabiliza mi corazón y logra que funcione normalmente”.
Quizá si un hombre hubiese padecido taquicardia, los médicos habrían atacado antes los síntomas para evitar así un mal mayor. El hecho es que “la mujer se enferma más del corazón desde los 55 años, unos diez años más tarde que el hombre, pero cuando lo hace su pronóstico y evolución son peores: para las mismas patologías surgen más complicaciones tal como ocurre en el infarto de miocardio, la angioplastia o la cirugía coronaria, donde ser mujer podría representar un factor de riesgo adicional”, advierte Alves de Lima.
Cuando una mujer se realiza un estudio de rutina, como un electrocardiograma, es frecuente que, a diferencia del hombre, presente resultados normales aun cuando tenga problemas cardíacos. “Por lo general, la mujer tiene dolores atípicos y en ocasiones no hay cambios notorios en un electrocardiograma, por eso el diagnóstico es bastante más difícil. Además las lesiones vasculares en la mujer son muchas veces imperceptibles”, explica la doctora Carla Agatiello, miembro de la comisión “La Mujer y la Cardiología” de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).
El doctor Branco Mautner, jefe del Departamento de Docencia e Investigación de la Fundación Favaloro, agrega: “El electrocardiograma es clave en la detección de cuadros agudos de enfermedad coronaria; sin embargo, como ocurre con la mayoría de los estudios en medicina, tiene límites en su precisión: hay problemas que no detecta y a veces su interpretación inadecuada lleva a diagnósticos erróneos”.
Cuando un electrocardiograma no es suficiente, hay otros estudios no invasivos que pueden resultar útiles como el ecocardiograma de estrés, la ergometría o, más avanzada, la gammagrafía (conocida como cámara gamma). Ésta última consiste en inyectar material radiactivo que se fija en el corazón después de que la paciente subió a una bicicleta o una cinta caminadora. Así se puede observar si el proceso de irrigación de sangre al corazón es normal. «Este examen se realiza cuando los otros estudios no arrojaron resultados concluyentes, y si con la cámara gamma no se llega a un diagnóstico certero, se puede hacer otro estudio más complejo, no invasivo, que es la angiografía coronaria por tomografía computada Multislice con la que se evalúa el estado de las arterias a través de imágenes», comenta Agatiello. Sin embargo, en el caso de la tomografía no todas las obras sociales cubren su costo ni todos los hospitales cuentan con esta tecnología.
Finalmente, si continúan las sospechas de un problema cardíaco y con todos estos estudios no se ha llegado a un diagnóstico certero, una angiografía coronaria arrojaría resultados concluyentes: con anestesia local, se introduce un catéter (casi siempre a través de la ingle) y se analiza el estado de las vías coronarias por dentro.
Los factores de riesgo como la hipertensión y la obesidad deben estar bajo control.
Si bien en muchas ocasiones se tarda en llegar un diagnóstico exacto, desde la FCA subrayan que los factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto, el tabaquismo y el sedentarismo, que favorecen el desarrollo de problemas cardiovasculares, trabajan en silencio durante años por lo que es esencial un control desde que la mujer es joven.
“Tal como ocurre con la presión arterial, muy pocas mujeres conocen su nivel de colesterol, y hoy se sabe que su disminución y normalización no sólo reducen la posibilidad de un infarto de miocardio sino que también pueden producir regresión de la aterosclerosis (obstrucción de las arterias coronarias que interrumpe de la irrigación de sangre al corazón). Las cifras de colesterol total deben estar por debajo de 200 mg/dl”, asegura el doctor Guillermo Fábregues, vicepresidente de la FCA.
La doctora Ana Cappelletti, especialista en endocrinología de la mujer, agrega que «la falta de prevención, la menor atención a los síntomas y su deficiente interpretación, y sobre todo un diagnóstico tardío pueden ser las causas por las cuales las mujeres con problemas cardíacos tienen peor pronóstico que los hombres; de hecho dos terciosde ellas fallecen de muerte súbita”, subraya.
La realidad demuestra que las mujeres no cuidan su corazón como deberían. Una de las razones es que la mayoría de ellas centra su atención en el cáncer de mama como una prioridad en los controles. De acuerdo a un relevamiento realizado por la “Comisión de la Mujer y la Cardiología” de la FCA, las mujeres encuestadas consideraron al cáncer de mama (y al cáncer en general) y al estrés como sus principales problemas de salud: sólo una de cada diez nombró a los problemas cardíacos. Sin embargo, pocas saben que las enfermedades vasculares (el infarto y los accidentes cerebrovasculares) matan ocho veces más que el cáncer de mama.
Otra de las razones surge del mito de que las mujeres no mueren de enfermedades del corazón porque las arterias están totalmente protegidas contra los factores de riesgo. El doctor Branco Mautner explica que efectivamente “la mujer tiene, gracias a sus hormonas, una fuerte protección contra el desarrollo de la ateroesclerosis. Pero dicha barrera dura hasta la menopausia, lo que explica la existencia de una relación de cinco hombres enfermos por cada mujer hasta los 60 años. Luego las tasas de enfermedad por esta causa comienzan a igualarse”.
La doctora Agatiello subraya que “los controles de una mujer dependen de la edad, de sus factores de riesgo y de los antecedentes familiares. Como examen de rutina, debe realizarse anualmente un control de presión, un electrocardiograma y una ergometría, una prueba de esfuerzo que permite analizar diversas variables clínicas, la frecuencia cardíaca, las alteraciones en el electrocardiograma y las arritmias”.
Esos estudios fueron los que descubrieron el problema que tenía Marta Rizzi, de 63 años. “Por la hipertensión y la diabetes leve que padezco, me hice unos controles de rutina. Cuando me practicaron una gammagrafía, los médicos descubrieron que tenía tres arterias obstruidas. Probaron con un cateterismo para ver si se lograba destaparlas pero no resultó, por lo cual tuvieron que realizarme una cirugía y colocarme tres bypass”, recuerda Rizzi.
“La ignorancia es la principal causa de muerte cardiovascular y la educación es el tratamiento para evitarla”, explica Liliana Grinfeld. Con esa convicción, el año pasado la FCA lanzó la campaña “Conozca sus números”, con el fin de concienciar a la comunidad sobre la importancia de conocer los valores personales de presión arterial, colesterol y glucemia y el perímetro de cintura para evitar la aparición de eventos cardiovasculares como derrames cerebrales o infartos de miocardio.
De hecho, los números le dan la razón a Grinfeld. Según un informe publicado en la revista especializada Circulation, en los Estados Unidos, gracias a las campañas de concientización, desde 1997 se ha observado un crecimiento constante en el porcentaje de mujeres que saben que las enfermedades del corazón son su primera causa de muerte (de un 30 por ciento a un 55 por ciento en la actualidad), y entre 1999 y 2003 hubo una reducción del 5,7 por ciento en el número de mujeres que fallecieron a causa de enfermedades cardiovasculares.
Las mujeres con un mayor conocimiento de su riesgo son más propensas a tomar medidas para proteger su salud. Aquellas que sabían que las enfermedades cardíacas eran su primera causa de muerte tuvieron un 35 por ciento más probabilidades de hacer actividad física de manera regular y un 47 por ciento más de bajar de peso en comparación con aquellas con un menor nivel de conocimiento.
“En cuestiones cardíacas, es importante que la paciente se informe y sea perseverante. Tiene que quedar conforme con la opinión y el diagnóstico del médico. Si siente que no es así, que no dude en realizar una nueva consulta”, concluye Agatiello.