La excesiva exposición al sol es la principal causa del crecimiento de los casos de cáncer de piel entre los jóvenes.
ERA UN AGOBIANTE DÍA de verano en Dallas, Texas. En ese entonces tenía 26 años y estaba acostada al borde de la piscina en la casa de mi hermana. A pesar de la piel blanca y los ojos verdes que heredé de mis antepasados ingleses y escoceses, me encantaba el sol, y de niña había soñado con que mis pecas algún día se fusionarían para darme el bronceado perfecto. Pero en lugar de eso sufría terribles quemaduras de sol en verano por las muchas horas que pasaba junto a los lagos de Minnesota, cuyas frías aguas reflejaban la luz solar. Me salían ampollas, se me pelaba la piel e incluso terminé un par de veces en la sala de guardia de un hospital.
Sin embargo, allí estaba, recostada bajo los rayos del sol de mediodía, tan intensos que me lastimaban, y aun así abrigaba la vana esperanza de broncearme un poco para parecer más saludable, delgada y sensual. Me enderecé un poco para examinarme una llaga de casi dos centímetros de diámetro que tenía en el muslo izquierdo, la cual formaba costra pero nunca parecía sanar por completo. Me la había notado desde hacía varias semanas (¿o habían sido meses?), pero no le di mucha importancia.
El esposo de mi hermana, cirujano plástico facial con experiencia en cáncer de piel, salió entonces al jardín.
—Richard, ¿qué es esto que tengo en la pierna? —le pregunté—. ¿Crees que podría ser cáncer?
Examinó la llaga unos segundos y con voz tranquila dijo:
—Probablemente no sea nada. No te preocupes.
Muy bien, pensé. La gente de mi edad no tiene cáncer de piel.
La llaga pareció sanarse durante algunos días, pero al cabo de unas semanas volvió a sangrar un poco y formó costra. Me di cuenta de que no debía soslayarla por más tiempo, así que la siguiente vez que fui a casa de mi hermana, le pedí a su esposo que volviera a examinarla.
—Llevo varios meses con ella —le dije—. Va y viene, pero no termina de sanarse. Presiento que es cáncer.
—Tal vez tengas razón. Necesitas hacerte una biopsia.
No me equivoqué. Era un carcinoma basocelular, el primero de muchos más que tendría en el curso de los 20 años siguientes.
Problema creciente
ANTES SE CREÍA QUE el cáncer de piel afectaba sobre todo a la gente mayor y, en efecto, ha aumentado entre las personas de más de 50 años. Cada año, a casi un millón de estadounidenses se les diagnostica cáncer cutáneo de tipo no melanoma, de los cuales unos 800.000 son basocelulares (el tipo más común) y 200.000 de células escamosas. Si esos cánceres no se combaten, pueden volverse invasivos y requerir cirugía mayor; sin embargo, rara vez se extienden y son relativamente fá-ciles de curar cuando se detectan a tiempo. En una categoría aparte está el melanoma, que es el tipo de cáncer de piel más peligroso. Según la Academia Estadounidense de Dermatología, este año se diagnosticarán cerca de 112.000 casos de melanoma, lo que representa un aumento de nueve por ciento respecto a 2005. Casi 8.000 personas morirán por este mal. En la Argentina, el panorama es similar: de acuerdo a la Sociedad Argentina de Dermatología se detectan por año unos 1.400 nuevos casos y hay alrededor de 600 muertes. La tasa anual de crecimiento es del 5 por ciento.
Aunque se han realizado pocos estudios, las pruebas indican que cada día hay más casos de los tres tipos de cáncer cutáneo entre los jóvenes: una incidencia jamás vista por los médicos.
“La edad de los pacientes con cáncer de piel ha cambiado mucho”, dice David Kriegel, director de la División de Cirugía Dermatológica del Centro Médico Mount Sinai, en la Ciudad de Nueva York. “Hace 12 años, cuando empecé a practicar la microcirugía de Mohs (un tratamiento para el cáncer de piel), la mayoría de los pacientes eran mayores de 70 años. Había muy pocos pacientes menores de 45 años con carcinoma basocelular. La mayoría de los médicos aún no se acostumbra a verlo en personas jóvenes”.
Leslie J. Christenson, cirujana dermatológica de la Clínica Mayo, en Rochester, Minnesota, hace poco dirigió un estudio (publicado en el Journal of the American Medical Association) que mostró un aumento en la incidencia de carcinomas basocelulares y de células escamosas en personas menores de 40 años. Aunque el estudio planteó un asunto serio, hay quienes le preguntan a Christenson por qué debemos preocuparnos por tal aumento, si esos cánceres tienen alto índice de curación. “Estos carcinomas pueden no ser mortales —dice—, pero afectan mucho la calidad de vida del paciente. El tratamiento lo puede desfigurar. Un elevado porcentaje de esos tumores aparecen en la cabeza y en el cuello. A los 30 años de edad, una cicatriz en la nariz, en el labio superior o en la sien causa estragos en las relaciones amorosas y en las entrevistas de trabajo. Para una persona joven es terrible tener que vivir con esa huella por el resto de sus días”.
El doctor Kriegel dice que el 30 por ciento de los pacientes con cáncer de piel que atiende hoy día tienen entre 30 y 50 años. “Tuve una paciente de solo 19 años”, refiere. “Le salió su primer carcinoma basocelular en un párpado. Estos cánceres no matan, pero afectan profundamente al enfermo, sobre todo a los jóvenes”.
MIS PRIMEROS DOS carcinomas basocelulares fueron ordinarios y superficiales. El informe patológico del que tenía en la pierna indicaba bordes bien definidos, es decir, que con la biopsia se había extirpado todo el cáncer. La cicatriz era pequeña y no se requería otro tratamiento. Me hacía exámenes regulares de piel y estaba atenta a cualquier lesión que no sanara normalmente. Dos años después me salió una mancha costrosa en la parte superior del brazo izquierdo (¿quizá porque ese lado queda expuesto al sol al manejar?). También fue muy fácil tratarla: anestesia local, unas cuantas incisiones con bisturí, un par de sutu-ras, una venda y nada más.
Sin embargo, no todos los cánceres cutáneos son iguales. Al poco tiempo me salió en la frente una mancha mucho más agresiva. Aunque la biopsia mostró que el cirujano la había extirpado toda, unos meses después reapareció. Como la zona solía sangrar al lavarme el pelo o cuando me secaba la cara con la toalla, supe que el cáncer había vuelto. Estaba por cumplir los 30 años.
“ES COMO UN ÁRBOL con raíces”, dice el doctor Kriegel. “Si uno extirpa el cáncer de piel y deja algunas raíces enterradas, con el tiempo éstas harán que el cáncer reaparezca, y el tratamiento será más difícil porque el tumor habrá crecido. Es cuando se requiere la microcirugía de Mohs”.
La microcirugía de Mohs, usada sobre todo cuando hay recurrencia de carcinomas basocelulares y de células escamosas, es un procedimiento que combina la extirpación del tumor con el trabajo de laboratorio. Aunque puede durar un día entero y parecerle fastidioso al paciente, al final se erradica todo el cáncer.
El procedimiento es así: una vez identificada la lesión, el cirujano inyecta un anestésico local en el tejido dañado y lo extirpa; luego lo lleva al laboratorio, lo disecciona y prepara muestras, que examina en el microscopio en busca de células cancerosas. A veces ese primer corte (o capa) es suficiente. “Sin embargo, volviendo al ejemplo del árbol”, añade Kriegel, “a menudo quedan raíces, o células cancerosas. Las localizamos, regresamos con el paciente y extirpamos toda esa zona de tejido, pero sin tocar la piel normal”. El procedimiento se repite hasta que las muestras indican que se ha eliminado todo el cáncer.
Cuando el cirujano me extirpó el tumor, me impresionó ver en mi frente aquel cráter de casi tres centímetros de diámetro. Por fortuna, la biopsia fue negativa desde la primera muestra, así que el médico me vendó en seguida. Me dirigí después al consultorio de mi cuñado, el cirujano plástico, para que me revisara. Dijo que podía estirarme la piel hacia la línea del pelo para que quedara una cicatriz discreta, pero a mí me preocupaba la simetría de mi rostro. Me aseguró que mi piel joven y elástica se emparejaría sola. Mi frente quedó un poco desigual por un tiempo y, además, estaba dolorida e hinchada, pero al final mis cejas se emparejaron. ¿Había valido la pena toda una vida de adoración al sol? Definitivamente, no.
Enigma sin resolver
NADIE SABE CON CERTEZA por qué la incidencia de cáncer de piel aumentó con tanta rapidez. ¿Será por el agujero en la capa de ozono? La doctora Christenson señala: “Nuestro estudio definió un problema, pero no determinó la causa. Sea como sea, sabemos que la causa principal es la exposición a los rayos ultravioleta del sol. Me parece que tomamos sol cada vez con más frecuencia e intensidad, sobre todo los jóvenes, y las camas solares son tan dañinas como el sol”.
“No, esas camas son peores”, afirma la doctora Deborah MacFarlane, profesora de dermatología y cirujana del Centro de Cancerología M. D. Anderson, en Houston, y cita como ejemplo un programa de televisión en el que una popular modelo se tiende en una cama solar ante las cámaras. “Al verla, millones de espectadores jóvenes quedan convencidos de que está muy bien usar esas camas”, señala. La experta agrega que muchos de sus pacientes jóvenes con cáncer de piel han usado dichas camas. Recuerda a una mujer de veintitantos años que tenía cinco carcinomas basocelulares en la frente y la espalda, las zonas que se había bronceado en una de esas camas.
MacFarlane cuenta el caso de otra joven que usó una cama solar para estar bronceada en un casamiento; más tarde se le descubrió dos melanomas en el torso, en las zonas bronceadas. “Para extirpar un melanoma es necesario cortar mucha piel y llegar hasta el músculo”, explica. “Esa joven era bonita, y se causó un grave daño con tal de lucirse”.
Varios estudios vincularon el carcinoma de células escamosas con el virus del papiloma humano (VPH), que causa verrugas comunes, verrugas genitales y cáncer cervicouterino. “A menudo atendemos pacientes que presentan cáncer de piel en partes del cuerpo no expuestas al sol”, comenta el doctor Kriegel. “Al parecer, hay tumores más relacionados con el VPH que con la radiación ultravioleta; sin embargo, todavía tenemos mucho que averiguar al respecto”.
Existe también un vínculo genético. La propensión a contraer cáncer de piel es hereditaria, pero para que se desarrolle la enfermedad, las células tienen que ser activadas por la radiación ultravioleta. “Así que aunque se tenga predisposición genética —agrega Kriegel—, si se usa protector solar y se evitan las quemaduras por exposición, es posible no padecer nunca cáncer cutáneo”.
LOS EXPERTOS INSISTEN en que el cáncer de piel es prevenible en gran medida. Mientras escribo estas líneas, veo la cicatriz que tengo en el brazo izquierdo (de casi cuatro centímetros de largo), resultado de una microcirugía de Mohs a la que me sometieron hace poco por la reaparición del carcinoma basocelular que padecí hace años. A mis 47 años cumplidos, espero que sea el último.