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Cuidá bien tus rodillas

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Las rodillas nos sostienen y nos permiten movernos. Son las articulaciones que más debemos proteger para envejecer sin problemas.

Las rodillas cumplen una función muy importante: sostienen el considerable peso del cuerpo y al mismo tiempo le permiten realizar la mayor parte de sus movimientos. Se cuentan entre las articulaciones más complejas y útiles pero también son algunas de las más propensas a sufrir daños. Las afecciones de rodillas pueden ocasionar dolor crónico, lesiones frecuentes y, con el paso del tiempo, pérdida de movilidad. Por esta razón debemos procurarles cuidados; de que funcionen apropiadamente depende que tengamos una buena calidad de vida, sobre todo, a medida que envejecemos.

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Una manera de tratar con cariño a las rodillas a cualquier edad es fortalecer los músculos que amortiguan los impactos que reciben: los isquiotibiales (situados en la parte posterior de los muslos) y los cuádriceps (en la parte anterior de los muslos). La fisioterapeuta Sammy Margo recomienda también ejercitar los músculos abdominales y los glúteos. “Básicamente, son los que mueven, controlan y sostienen las piernas”, explica.

 

Un ejercicio que hace trabajar todos estos músculos de forma simultánea es subir escaleras (o subir y bajar un solo escalón o una vereda cierto número de veces alternando las piernas). Subir uno o varios tramos de escaleras tiene la ventaja adicional de ser una actividad de bajo impacto que beneficia la salud cardiovascular.

 

Los zapatos que usás pueden ser un aliado o un enemigo de las rodillas. Los de taco alto, por ejemplo, obligan a las articulaciones a soportar más presión —25 % más, aproximadamente— que cuando se camina descalzo. La próxima vez que vayas a la zapatería, comprá un par de zapatos para caminar; elegí unos que tengan buen amortiguamiento y sean cómodos. Tené en cuenta las características de tus pies: si tenés los arcos plantares muy altos, por ejemplo, procurá elegir un calzado que cuente con acolchonado extra para compensar la falta de amortiguamiento natural, o bien, usá plantillas.

 

Una manera fácil de saber si tenés arcos bajos o altos es mojarse la planta de un pie y pisar un trozo de cartón. Si resulta visible la mayor parte de la huella, es probable que tengas arcos bajos; si solo queda marcada una parte de la huella, es casi seguro que tus arcos son altos.

 

Por último, si tus rodillas ya han sufrido cierto desgaste (a causa de la artritis, por ejemplo, o de lesiones), será mejor que hagas ejercicios de bajo impacto. Nadar y andar en bicicleta son dos opciones estupendas; otra es remontar pendientes moderadas caminando con ayuda de un bastón de excursionista.

 

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