Luego de que una mujer mayor se fracturara la pierna en una colina, un senderista salió al rescate: se ofreció a cargarla sobre su espala durante todo el descenso.
Por Sydney Page, tomado de The Washington Post
Una vez al año, Ursula Bannister sube a High Rock Lookout, un mirador ubicado cerca de Ashford, Washington, donde esparció las cenizas de su madre 23 años atrás. En general, suele recorrer este sendero de algo más de cinco kilómetros junto a alguien; sin embargo, el pasado mes de agosto, Bannister, quien entonces tenía 79 años, decidió ir sola. Pensó que estaría bien ya que era una senderista experimentada.
“Es un camino empinado, por lo que se considera un recorrido difícil, pero como lo hice tantas veces no me sentía inquieta”, dice Bannister, quien vive en Tacoma. Llegó al sendero alrededor de las once de la mañana y subió al mirador. Cuando se encontraba en pleno descenso, su pie se atascó en un agujero del suelo y se cayó. “Cuando logré incorporarme me di cuenta de que mi pie apuntaba en otra dirección. Supe de inmediato que me había fracturado la pierna”, recuerda Bannister.
Senderistas al rescate
Gritó y pidió ayuda. Momentos después, se acercó un desconocido y llamó al 911. Les informaron que un equipo de búsqueda y rescate llegaría al lugar en cinco horas. “No sonaba muy alentador”, dice Bannister. “Le pedí a este hombre que preguntara si alguien tenía analgésicos, porque en ese punto, el dolor ya era bastante intenso”. Nadie tenía.
Pero dos jóvenes se acercaron a ver qué sucedía. Cuando vieron a Bannister recostada en el piso en total agonía, se les ocurrió una idea: se ofrecieron a ir ellos mismos al rescate: cargarían ellos mismos a la mujer herida hasta el final del sendero. Troy May, piloto de la Fuerza Aérea, había subido al mirador aquel día junto a su amigo Layton Allen. “Estaba seguro de que podría cargarla hasta la base de la colina”, recuerda May, quien entonces tenía 20 años. “No fue una decisión muy pensada; solo sabía que debía levarla hasta el final del sendero si podía”.
May ayudó a Bannister a subirse a su espalda y comenzó a caminar cuesta abajo. La cargó la mayor parte del recorrido de casi tres horas y Allen completó el tramo restante. Otros también se acercaron a dar una mano: May usaba botas de vaquero y apenas comenzaron el descenso uno de sus pies se llenó de ampollas. Un hombre vio la situación, le dio a May sus propios zapatos y continuó el camino en medias. “Ese fue tan solo uno de muchos actos de amabilidad”, comenta Bannister.
Una pareja que estaba recorriendo el lugar ese día también ayudó; uno de ellos, fisioterapeuta, vendó el pie de Bannister e improvisó una férula para su pierna con restos de maderas. El otro, terapista ocupacional, hizo ejercicios de respiración con ella para calmarla. “Me sentía agradecida de que estas personas literalmente salieran del medio del bosque a ayudarme”, dice.
Durante la larga caminata cuesta abajo, los responsables del rescate contaron historias y le preguntaron a Bannister sobre su vida para distraerla del dolor cada vez más intenso que sentía. La mujer les contó sobre su infancia en Alemania y su experiencia al mudarse a los Estados Unidos en 1959 a los 14 años. Sus intentos por distraerla funcionaron, dice Bannister. “Si no me concentraba en el dolor, no gritaba tan fuerte”, recuerda.
Un rescate con final feliz
Una vez que llegaron al estacionamiento, Allen llevó a Bannister al Hospital General de Tacoma, ubicado a unas dos horas del lugar, y May los siguió en su auto. Ya en el hospital, Bannister se enteró de que se había fracturado la pierna en tres puntos: tibia, peroné y talón.
“El equipo de emergencias quedó muy impresionado por la férula que había improvisado el terapeuta”, comenta Bannister, y agrega que los médicos le informaron que el daño probablemente habría sido mayor si hubiera esperado más para recibir atención médica.
Regresó a su casa ese día a la una de la madrugada y con muletas; fue preciso esperar una semana a que disminuyera la hinchazón antes de la cirugía. “Soy ahora la orgullosa dueña de una pierna con once tornillos y una placa de titanio”, bromea Bannister.
Durante su recuperación, las personas que la ayudaron en el rescate del mirador High Rock Lookout la llamaron varias veces para ver cómo estaba. “Creo que seremos amigos por mucho tiempo”, afirma Bannister.