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Salvado por la operadora

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Un desconocido al otro lado del teléfono se convirtió en el milagro más oportuno.

El pasado mes de mayo, Clarence Blackmon, de 81 años, regresó a su departamento de Fayetteville, Carolina del Norte, luego de meses de internación por tratamiento de cáncer de próstata. Al llegar encontró que tanto la heladera como la despensa estaban vacías.

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La esposa de Clarence, Wanda, había fallecido unos años antes y él no tenía familiares cercanos que pudieran ayudarlo con las compras. Sin poder manejar ni caminar, Clarence llamó al supermercado pero le informaron que no hacían envíos. Desesperado, llamó al 911. “No necesito que me trasladen a ningún lado”, le dijo a la operadora, Marilyn Hinson. “Solo necesito que alguien me traiga un poco de comida. No puedo levantarme de esta silla”.

 

Marilyn pidió autorización para ofrecerle asistencia y se la concedieron. “Tenía hambre”, dijo Marilyn a un canal de televisión local. “Yo también he pasado hambre. No muchos pueden decir eso, pero yo sí, y no puedo soportar que alguien tenga hambre”.

 

Más tarde ese mismo día, Marilyn entregó el pedido de Clarence, que incluía una planta de repollo, jugo de tomate, pochoclo, porotos, remolacha, una palta y una gaseosa, y le preparó algunos sándwiches. “Ella me rescató”, dijo Clarence, veterano del ejército y administrador de una compañía petrolera ya retirado.

 

Si bien Clarence ahora pasa sus días en un centro de cuidados paliativos, Marilyn lo visita para conversar, llenar su pote de dulces y recoger la ropa sucia. Dice: “No hay héroes aquí”. Según ella, simplemente está haciendo lo correcto. Pero Clarence le atribuye a esta mujer el hecho de haber salvado su vida. “Le agradezco a Dios por personas como Marilyn”, dice.

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