Inicio Historias Reales Inspiración ¡Nunca viste a un peluquero como él!

¡Nunca viste a un peluquero como él!

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Courtney Holmes es un peluquero que ofrece a sus jóvenes clientes un pequeño beneficio adicional con su corte de cabello.

“¡Hola! ¿Cómo te va? Soy Courtney. ¿En qué grado estás? ¿Tercero? ¿Cuál es tu libro favorito? ¿Elephant and Piggy? Sí, lo tengo”.

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Todos los que pensaron que, ante una bienvenida como ésa, la escena transcurría en una biblioteca, no estaban tan equivocados. En realidad, entramos al lugar de trabajo de Courtney Holmes, conocido como “el Peluquero de los libros de cuentos”.

 

Dos años atrás, en Dubuque, Iowa, se realizó la fiesta de “Regreso a la Escuela” donde se ofrecía a familias necesitadas la oportunidad de conocer más acerca de recursos gratuitos disponibles en la comunidad. Holmes acordó participar. En ese momento tenía dos trabajos, uno en el departamento local de obras públicas y otro como peluquero. El sábado era el día más ocupado en la peluquería, pero decidió donar su tiempo y regalar cortes gratuitos a niños pobres desfavorecidos para que se vieran bien ese primer día de clases. Pero tuvo un instante de inspiración: “Los niños deben ganarse el corte de cabello gratuito, y para eso tendrán que leerme un cuento a mí”, dijo Holmes.

 

La idea se volvió tan popular que continuó llevando adelante esta iniciativa el primer martes de cada mes durante los siguientes dos años. Niños de entre cinco y diez años tomaban su libro favorito, se instalaban en el sillón de la peluquería y leían en voz alta mientras Holmes les cortaba el cabello. Si se trababan con alguna palabra, ahí estaba Holmes para ayudarlos. Luego del corte, volvían a conversar sobre el libro, desde los personajes y el vocabulario hasta los temas, tal como en la escuela, solo que en forma más divertida.

 

Holmes, casado, con dos hijos, admite que no todos los padres tienen tiempo para leer junto a sus hijos. Holmes admite que también él se beneficia con esta iniciativa de cortes y lecturas. “Recuerdo a un niño de siete años que hizo un esfuerzo inmenso para leer su libro, tartamudeaba con cada palabra a pesar de que no era tartamudo”, comenta Holmes. Le dejó llevarse el libro para que practicara. Cuando el niño regresó unos días después leyó el cuento perfectamente: “Eso me inspira”.

 

Hace poco, Holmes se mudó a Chicago y ya está pensando replicar allí su propuesta.

 

 

 

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