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Mamá milagro

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Cirujanos desarmaron el cuerpo de una mujer a fin de salvarla del cáncer y para que pudiera criar a sus hijos.

A los siete meses de su embarazo de Leiland, en 2007, Janis Ollson sufría terribles dolores de espalda. Un estudio de resonancia magnética reveló el problema: un tumor del tamaño de una empanada en la parte baja de la columna vertebral. Después de otros estudios, a Janis le diagnosticaron un tipo raro de condrosarcoma (cáncer de cartílago) que no responde a la quimioterapia ni a la radiación. Y como el tumor era de acceso tan difícil, los médicos del Hospital Monte Sinaí de Toronto, adonde la habían enviado, no sabían cómo extirpárselo sin que perdiera la capacidad de atender a sus hijos.

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Lo peor era que el cáncer se le había extendido a la pelvis y al tejido muscular. Su preocupación inmediata era el hijo que llevaba en el vientre. Se sintió muy aliviada al saber que el bebé podría nacer antes de tiempo mediante una cesárea y no resultar afectado por el cáncer, aunque sí le costó trabajo aceptar la noticia de que podría morirse y ya no estar más con sus hijos y su esposo, Daryl.

Los médicos remitieron a Janis al doctor Michael Yaszemski, un cirujano ortopedista estadounidense de la prestigiosa Clínica Mayo de Rochester, Minnesota, quien le ofreció una leve esperanza. Le dijo que su única opción para sobrevivir era someterse a un procedimiento quirúrgico en el que, en esencia, él y su equipo le “desarmarían” la parte inferior del cuerpo, le extirparían el tumor y luego volverían a “armarla”.

El procedimiento, que nunca se había intentado con un paciente vivo, era drástico, y el resultado, muy incierto. Yaszemski es un médico que ha realizado investigaciones innovadoras en el campo de la reconstrucción y el reemplazo de huesos, cartílagos y tejido nervioso.

A principios de mayo de 2007, llamó a casa de Janis para darle por fin una noticia buena. Le dijo que su equipo y él tenían un plan, el cual requeriría la participación de más de 100 médicos de por lo menos ocho especialidades quirúrgicas. Someterían a Janis a dos operaciones muy largas, durante las cuales le amputarían las partes del cuerpo afectadas: la pierna y la pelvis izquierdas, el extremo inferior de la columna vertebral y parte de la pelvis derecha.

Como no quedaría una estructura firme a la cual fijar la pierna derecha, usarían parte del hueso del extremo superior de la pierna amputada para conectar la pierna y la pelvis derechas a lo que quedara de la parte baja de la columna vertebral. Esto le permitiría conservar una pierna, que sería desplazada hacia el centro del cuerpo, y posteriormente le colocarían una pierna izquierda artificial para que pudiera moverse. Yaszemski le advirtió a Janis que este complicado procedimiento representaría un grave riesgo para su vida. Pero Janis, que para entonces tenía un bebé sano y estaba decidida a verlo crecer junto con su hermana, sin titubear respondió:
—Tengo hijos y me necesitan.

La primera operación, para extirpar el tejido canceroso, se realizó el 23 de mayo de 2007 y duró 13 horas. Los artículos periodísticos se refirieron a Janis como “la mujer partida por la mitad”, pero estrictamente no fue así. Si bien la operación desconectó su “continuidad esquelética”, dice Yaszemski, la pierna derecha y la pelvis restante quedaron adheridas a su cuerpo por la piel, el músculo, los nervios y los vasos sanguíneos.

Una semana después, la sometieron a la segunda operación, esta vez reconstructiva y de siete horas de duración. Ambos procedimientos resultaron exitosos. Después de pasar 52 días en la Clínica Mayo, Janis regresó a casa con un corsé ortopédico. Aunque en gran parte de su recuperación —que ha incluido unos 15 viajes de vuelta al hospital de Rochester— le ha ido bien, no ha sido perfecta. Sin embargo, ella sigue adelante sin perder el ánimo.

Hoy día, mientras se desplaza en su hogar en una silla de ruedas, es evidente que su férrea determinación de vivir para sus hijos fue lo que la salvó. “El propósito más importante de mi vida siempre ha sido ser mamá”, dice. “Jamás me resigné a morir”. Poco después de ser dada de alta, Janis llegó a la sala de guardia del Centro de Ciencias de la Salud de Winnipeg con un intenso dolor abdominal. Como las operaciones habían modificado tan radicalmente el interior de su cuerpo, los médicos allí estaban confundidos con el aspecto de su anatomía. Sólo cuando Daryl les dio las radiografías posquirúrgicas que le sacaron a su esposa en la Clínica Mayo, pudieron ver que tenía una obstrucción intestinal.

Para Janis, aprender a caminar otra vez fue un proceso doloroso que ha requerido, dice, “mucho trabajo, determinación y paciencia”. No sólo ha perdido cerca del 80 por ciento de la sensibilidad en la pierna que le queda, sino que también le falta músculo funcional en la pantorrilla y en la zona del glúteo, y tampoco puede mover el pie. En casa, generalmente usa la silla de ruedas, pero cuando necesita ponerse de pie, utiliza la pierna artificial y unas muletas.

Como conoce la importancia de alentar a otras personas que afrontan dificultades similares, ha aceptado contar su historia una y otra vez. Desde la innovadora operación de Janis, el doctor Yaszemski ha practicado el mismo tipo de cirugía en tres pacientes másDos murieron. El otro, una mujer joven como Janis, tardó tres años en recuperarse, pero hoy cuenta con suficientes funciones para volver a la universidad.

“Pasar por esto no es nada fácil para un ser humano”, dice Yaszemski, quien admira a los Ollson por haber seguido adelante. 

“Siento el mayor de los respetos por esa familia. No han permitido que esta enfermedad terrible afecte su vida. Me siento muy orgulloso de ellos”.

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