Pedimos a los lectores que nos contaran experiencias reales marcadas por la compasión. Las respuestas fueron increíbles. Acá te acercamos 23 historias que tocaron sus vidas… y nuestros corazones.
EL HOMBRE DEL MERCADO
Cuando el cajero del supermercado sumó lo que había comprado, me di cuenta de que solo tenía 12 dólares en mis bolsillos. Comencé a sacar artículos de las bolsas cuando otro cliente me dio un billete de 20 dólares.
“Por favor, no se moleste”, le dije.
“Permítame que le cuente una historia —me respondió—. Mi madre tiene cáncer y está internada. Voy a visitarla todos los días y le llevo flores. Fui esta misma mañana, y se enojó conmigo por gastar mi dinero en más flores. Me pidió que buscara otra cosa para hacer con ese dinero. Así que, por favor, acéptelo. Son las flores para mi madre”.
Leslie Wagner, Peel, Arkansas
JIM Y EL TRABAJO
Mi vecino, Jim, no lograba decidir si era el momento oportuno para retirarse del ámbito de la construcción hasta que se encontró con un hombre más joven con el que había trabajado tiempo atrás. El hombre tenía una esposa y tres hijos, y le estaba costando mucho cubrir sus gastos, ya que hacía un tiempo que no trabajaba. A la mañana siguiente, Jim visitó la oficina del sindicato y presentó los papeles para dar curso a su retiro. En cuanto a su reemplazo, dio el nombre de este joven. Eso sucedió hace seis años, y aquel joven esposo y padre ha tenido trabajo continuo desde ese momento.
Miranda MacLean, Brutus, Michigan
UN PEQUEÑO EMPUJÓN
Una noche salí de un restaurante justo antes de una mujer que ayudaba a su madre ya mayor. Me acerqué hasta el cordón y me detuve para ver si mis rodillas artríticas podrían subir la pendiente. A mi derecha apareció un brazo dispuesto a ayudarme. Era el brazo de la señora mayor. Me sentí conmovida.
Donna Moerie, Goldsboro, North Carolina
RECOMPENSA PARA UNA ESPOSA
Estaba tratando de encontrar un equilibrio entre el cuidado de un niño de dos años y un trabajo de tiempo completo, mientras mi esposo, un hombre de la marina, se encontraba en un viaje prolongado fuera del país. Una noche, sonó el timbre. Era mi vecino, un suboficial de marina retirado que traía una bandeja repleta de estofado de pollo y vegetales recién preparado.
“Me pareció ver que estabas demasiado delgada”, dijo. Fue la mejor comida que probé en meses.
Patricia Fordney, Corvallis, Oregon
EL ÁNGEL DE LA MESA FAMILIAR
Mientras atravesaba un proceso de divorcio, mi madre se enfrentaba con nuevas preocupaciones: no tenía ingresos, los gastos eran los mismos y no tenía manera de comprar comida. Fue en ese momento que, todas las mañanas, comenzó a encontrar cajas de alimentos en la puerta de nuestra casa. Esto siguió sucediendo durante meses hasta que logró conseguir un trabajo. Nunca descubrimos quién nos dejaba la comida, pero quien haya sido realmente salvó nuestras vidas.
Jamie Boleyn, Emmett, Idaho
SORPRESA EN COLORES
Olvidé las reglas sobre el traslado de líquidos en equipajes de mano y cuando llegué al control de seguridad en el aeropuerto, tuve que dejar todos mis elementos de pintura. Una semana más tarde, cuando regresé, un empleado estaba esperándome en el área de equipajes con mis pinturas. No solo las había guardado hasta que volviera, sino que había averiguado la fecha y hora de mi retorno para poder encontrarme.
Marilyn Kinsella, Canmore, Canadá
EL VESTIDO DE MI NIETA
Encontré un vestido en una feria americana que sabía que mi nieta iba a adorar. Pero tenía muy poco dinero, y entonces pregunté al dueño del negocio si podía reservármelo.
“¿Me permite comprarle el vestido?”, preguntó otra clienta.
“Muchas gracias, pero no puedo aceptar un regalo así”, respondí. Y entonces me dijo por qué era tan importante para ella ayudarme. Había vivido en la calle durante tres años, dijo, y si no hubiera sido por la generosidad de los extraños, no hubiera logrado sobrevivir.
“Ya no vivo en la calle y mi situación ha mejorado —comentó—. Me prometí a mí misma que recompensaría la generosidad que tanta gente me había demostrado”.
La mujer pagó el vestido, y lo único que aceptó a cambio fue un gran y sincero abrazo.
Stacy Lee, Columbia, Maryland
UNA GUÍA EN LA NOCHE
Al salir de una fiesta, tomé la autopista incorrecta y me perdí por completo. Detuve el auto en la banquina y llamé a la empresa de servicios de asistencia vial. La persona que me atendió intentó conectarme con la Patrulla de Autopistas de California, pero la comunicación fallaba. Al escuchar el pánico en mi voz, me propuso un plan B: “Está cerca de esta oficina —dijo la mujer—. Estoy por terminar mi turno. Quédese allí y yo la encontraré”.
Diez minutos después llegó al lugar. No solo me guió hasta la autopista correcta, sino que me acompañó durante todo el camino hasta encontrar la salida que buscaba. Y luego, después de levantar su mano y saludarme, retornó y desapareció en la noche.
Michelle Arnold, Santee, California
PARTIR EL PAN
El pasado diciembre, antes del trabajo, me detuve en un negocio y pedí un bagel con queso crema. Estaba tostado y tibio, no podía esperar a comerlo. Pero cuando salía del negocio vi a un hombre mayor sin hogar, sentado en la parada del colectivo. Sabiendo que probablemente esa sería su única comida caliente del día, se lo di.
Pero no todo estaba perdido para mí. Otro cliente de la tienda me ofreció la mitad de su propio bagel. Me alegré porque me di cuenta de que, de un modo u otro, todos estamos protegidos.
Liliana Figueroa, Phoenix, Arizona
“AÚN PUEDO AYUDAR”
Mientras caminaba por la playa de estacionamiento solo podía pensar en el desesperante diagnóstico que le había dado a mi paciente Jimmy: cáncer de páncreas. En ese momento, vi a un hombre mayor que alcanzaba herramientas a alguien que trabajaba debajo de su auto descompuesto. Ese alguien era Jimmy.
“¿Jimmy, qué estás haciendo?”, grité.
Jimmy se limpió el polvo de su ropa. “El cáncer no me impide ayudar a otros, Doc”, dijo, antes de indicarle al anciano que encendiera el auto. El motor volvió a arrancar. El hombre agradeció a Jimmy y se fue. Luego Jimmy se metió en su auto y también se fue.
Aprendizaje: no hay límites ni restricciones para la bondad.
Mohammed Basha, Gainesville, Florida
DETALLES SALVADORES
Cuando mi esposo falleció inesperadamente, fue una compañera de trabajo la que cuidó de mí. Todas las semanas durante un año entero, me enviaba una tarjeta que decía “Estoy pensando en vos”, o “¡Ánimo, no te rindas!”. Ella salvó mi vida.
Jerilynn Collette, Burnsville, Minnesota
UN EXTRAÑO ME VIGILABA
Cuando manejaba de vuelta a casa en medio de una tormenta de nieve, vi un vehículo muy cerca detrás de mí. ¡Repentinamente, la rueda de mi auto estalló! Me detuve en la banquina, lo mismo hizo el otro auto. Un hombre saltó desde atrás del volante y sin dudar un instante cambió el neumático pinchado.
“Tendría que haber salido de la ruta hace tres kilómetros —dijo—. Me pareció que ese neumático no se veía bien”.
Marilyn Attebery, Spokane Valley, Washington
LAS 21 MANZANAS DE MAX
Cuando mi nieto Max le dijo a su madre, Andrea, que donara todos los cheques que pensara darle para su cumpleaños número 21, a Andrea se le ocurrió una idea.
Le pidió a Charlie, hermano de Max, una cámara de video. Luego extrajo del banco 21 billetes de 10 dólares y compró 21 manzanas en el supermercado. Cuando encontraron a un hombre sin hogar en la calle, Andrea le dijo: “Hoy es el cumpleaños 21 de mi hijo Max y me pidió que le diera un regalo a alguien para celebrarlo”. Le dio entonces al hombre un billete de 10 dólares y una manzana. El hombre sonrió a la cámara y dijo: “¡Feliz cumpleaños, Max!”.
Luego, repartieron el resto del botín entre los hombres y mujeres que hacían fila en un comedor comunitario. Al unísono, el coro le deseó a Max: “¡Feliz cumpleaños!”.
Al pasar por una pizzería, Andrea dejó 50 dólares y le indicó a los dueños que lo usaran para darle comida a quienes tuvieran hambre. “¡Feliz cumpleaños, Max!”, gritaron agradecidos.
Con el último billete de 10 dólares y una manzana, se detuvieron en la oficina de la hermana de Andrea. Sin poder contener la risa ni las lágrimas, ella gritó con todas sus fuerzas a la cámara: “¡Feliz cumpleaños, Max!”.
Dr. Donald Stoltz, Philadelphia, Pennsylvania
¿CÓMO LO SUPO?
Estaba viajando en auto, atravesando el país, con destino a un nuevo trabajo. Lo que había comenzado como una aventura divertida se convirtió en una pesadilla cuando me di cuenta de que ya había gastado la mayor parte de mi dinero y aún faltaba mucho para llegar.
Detuve el auto al costado del camino y las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro. Allí fue cuando vi la tarjeta de despedida que me había dado mi vecina antes de partir y que aún no había abierto. Saqué la tarjeta del sobre, y un billete de 100 dólares se deslizó entre mis dedos, lo suficiente para lo que quedaba de mi travesía. Tiempo después, pregunté a mi vecina por qué había puesto dinero en el sobre. Dijo: “Tuve la sensación de que lo necesitarías”.
Nadine Chandler, Winthrop, Massachusetts
POR AMOR A MI MANTA
Cuando tenía siete años, fuimos con mi familia al Gran Cañón. En un momento del viaje, mi manta favorita se voló por la ventana del auto y desapareció. Me sentí desolada. Unos momentos después nos detuvimos en una estación de servicio. Completamente desanimada, me senté en un banco y cuando estaba a punto de comenzar a comer mi sándwich, un grupo de motociclistas llegó a la estación.
“¿Ese Ford azul es suyo?”, preguntó un enorme y aterrador hombre con barba gris y negra. Mamá asintió con reticencia. El hombre sacó mi manta del bolsillo de su abrigo y se la dio a mamá. Luego regresó a su motocicleta. Lo recompensé de la única manera que se me ocurrió: corrí hasta donde estaba y le regalé mi sándwich.
Zena Hamilton, Reino Unido
SOLO PASABAN POR AQUÍ
Cuando mi amigo y yo sufrimos un accidente automovilístico, una familia de otro estado se detuvo a ayudarnos. Al ver que estábamos heridos nos llevaron hasta el hospital y se quedaron allí hasta que recibimos el alta. Luego nos llevaron a casa, prepararon comida y se aseguraron de que no necesitáramos nada. Sorprendentemente habían interrumpido sus vacaciones para ayudarnos.
Cindy Earls, Ada, Oklahoma
MARIPOSAS DE APOYO
Era el cuarto mes de gestación de nuestro primer bebé cuando su corazón dejó de latir. Me sentí desolada. Pasaban los días y me sentía muy nerviosa de volver a trabajar. Soy maestra de secundaria y no sabía cómo hacer para enfrentar a los chicos.
El pasado mes de mayo, luego de cuatro semanas de recuperación, entré al salón de clase vacío y encendí las luces. Pegadas en la pared había cientos de mariposas de papel de diferentes colores, cada una con un mensaje escrito a mano por alumnos actuales y anteriores. Todas tenían mensajes alentadores: “Seguí adelante”, “No pierdas la esperanza en Dios” y “No olvides que te queremos”. Era exactamente lo que necesitaba.
Jennifer Garcia-Esquivel, San Benito, Texas
DOS VECES BUENO
Dos bomberos estaban esperando en la fila de un restaurante de comida rápida cuando sonó la sirena de la autobomba estacionada afuera. Mientras dejaban la fila para irse, una pareja que recién había recibido su pedido regaló su comida a los bomberos. La pareja regresó a la fila para pedir nuevamente. El gerente del negocio, para premiar este acto desinteresado, no aceptó su dinero por el pedido.
Joann Sanderson, Brandon, Florida
CONDUCTOR DESIGNADO
Me detuve en el lateral de una calle de Nuevo México en medio de un ataque de pánico cuando una minivan repleta de niños detuvo también la marcha. Bajó una mujer y me preguntó si estaba bien. “No”, dije. Luego le conté lo que había sucedido: estaba entregando libros para una editorial. La próxima parada estaba muy, pero muy lejos de esta extensa, sinuosa y, para mí, muy peligrosa calle. No podía hacerlo.
“Entregaré los libros por usted”, dijo la mujer. Era del lugar y estaba acostumbrada a esas calles. Acepté su oferta y nunca olvidé la gran amabilidad de esa mujer desconocida.
Doreen Frick, Ord, Nebraska
UN CUENTO DE NAVIDAD
En enero de 2006 un incendio destruyó la casa de una familia. En ese incendio quedaron todas las pertenencias de un niño de seis años, incluso sus regalos de Navidad. Una compañera de clase de su escuela que estaba próxima a cumplir años, pidió a sus padres si podía darle todos sus regalos al pequeño. Ese acto de bondad siempre estará presente en mi corazón porque ese niño es mi nieto.
Donna Kachnowski, Lebanon, Connecticut
ONCE KILÓMETROS POR MÍ
Al salir de un negocio, regresé a mi auto y me di cuenta de que había dejado el auto cerrado con las llaves y mi teléfono celular adentro. Un adolescente que pasaba por allí en su bicicleta me vio patear un neumático y decir algunos insultos.
“¿Qué sucede?”, preguntó.
Le expliqué lo que había pasado. “Pero aún si pudiera llamar a mi esposa —dije—, no podría traerme las llaves del auto porque tenemos uno solo”.
Me prestó su celular. “Llame a su esposa y avísele que yo iré a buscar su llave”.
“Es un viaje de 11 kilómetros ida y vuelta”.
“No se preocupe por eso”.
Una hora después, el joven volvió al lugar con la llave. Le ofrecí algo de dinero, pero no quiso aceptarlo.
“Digamos simplemente que necesitaba hacer ejercicio”, dijo. Luego, como los vaqueros de las películas, pedaleó hasta desaparecer en el atardecer.
Clarence W. Stephens, Nicholasville, Kentucky
NIÑOS BIEN CRIADOS
Los niños estaban entreteniéndose en el área de juegos de una tienda de artículos hogareños cuando mi nieta de cinco años le hizo señas a un chico pequeño para que se detuviera. Se arrodilló adelante de él y ató los cordones de sus zapatos, recién había aprendido a atarse sola los suyos. No se hablaron, pero cuando ella terminó, ambos sonrieron tímidamente y luego giraron y corrieron en diferentes direcciones.
Sheela Mayes, Olla, Louisiana
AROMAS
Una mujer que visitó nuestra feria de artículos usados tenía un perfume que me resultaba increíblemente familiar.
“¿Qué perfume usa?”, le pregunté.
“White Shoulders”, dijo.
Repentinamente, me sorprendí flotando en un mar de recuerdos. White Shoulders era el regalo que siempre me hacía mi difunta madre para Navidad. Conversamos un rato, compró unas cosas y luego se fue. Unas horas más tarde, volvió con un frasco nuevo del perfume. Ahora no recuerdo quién de las dos comenzó a llorar primero.
Media Stooksbury, Powell, Tennessee