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Casos clínicos: La pesadilla de cualquier paciente

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Millones de pacientes en el mundo salen del hospital en peores condiciones de las que entraron, debido las infecciones hospitalarias.

Millones de pacientes en el mundo salen del hospital en peores condiciones de las que entraron, debido las infecciones hospitalarias.

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Se suponía que iba a ser la mejor semana de su vida.

Liza Lindham, de 32 años, había dado a luz a su primera hija en junio de 2014. El parto fue complicado porque la cabeza del bebé bloqueó su vejiga. Los médicos drenaron la orina con un catéter. Finalmente, con una niña saludable en sus brazos, Liza

volvió a casa agotada pero feliz.

Pero cada día que pasaba se sentía más cansada. Luego de una semana empezó a sentirse como si se hubiera resfriado. Sus molestias empeoraron. No pudo cenar y empezó a tener fuertes temblores.

Liza todavía no lo sabía, pero ha- bía contraído una infección del tracto urinario (ITU), una complicación habitual del uso del catéter provocada por el paso de una bacteria como la E. coli del intestino a la vejiga. Al no ser advertida, la infección avanzó. Cuando llegó a urgencias, Liza tenía 40,5oC de fiebre. La sepsis se había propagado.

Es la peor pesadilla que se puede vivir: ir al hospital y terminar peor. Sin embargo, las infecciones asociadas al cuidado de la salud (IACS), como consecuencia directa de intervenciones médicas o quirúrgicas, o después del contacto con un centro sanitario, son habituales. Un estudio europeo realizado en 2018 por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC), mostró que un día de 2016-2017, uno de cada 15 pacientes hospitalarios sufría una o varias infecciones IRAS.

Es un problema mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) las infecciones nosocomiales ocurren en todos los países, independientemente de su grado de desarrollo. Incluso representan una de las principales causas de muerte y de aumento de la morbilidad en pacientes internados. Una encuesta de la OMS realizada en 55 hospitales de 14 países mostró que un promedio de 8,7 por ciento de los pacientes hospitalizados presentaba infecciones nosocomiales.

En la Argentina, existe el Consenso Nacional para la Implementación de Programas de Prevención y Control de las Infecciones asociadas al Cuidado de la Salud que debe ser aplicado en todos los hospitales del país.

En el último estudio a nivel nacional, realizado en 2018, la tasa de IACS en pacientes adultos ascendió 10,67 por ciento, en áreas no críticas (es decir, fuera de las terapias intensivas).

las más habituales son las infecciones del tracto urinario, neumonía, infecciones del área quirúrgica y enfermedades gastrointestinales causadas por virus como el Clostridium difficile. Las infecciones del torrente sanguíneo, a menudo causadas por objetos invasivos como catéteres venosos centrales, causan también un gran número de víctimas. Según el doctor Carl Suetens, coordinador adjunto de programas del ECDC, “la carga estimada de las infecciones asociadas a la asistencia sanitaria es mayor a la carga combinada de todas las demás infecciones”.

A Liza le administraron antibióticos potentes y fue controlada hasta su completa recuperación. Le dieron el alta muna semana más tarde. Ahora tiene 37 años y está indignada con el hospital porque no le informaron de los riesgos de los catéteres, ni tampoco le explicaron los síntomas de la infección. Actualmente hace campaña por el Sepsisfonden sueco, asociación que promueve el conocimiento de la sepsis.

Cerca de 65.000 suecos contraen infecciones en los hospitales cada año. Una gran cantidad de infecciones IRAS podrían ser detectadas y evitar muchos problemas. El doctor Diamantis Plachouras, especialista del ECDC, asegura “sabemos que podrían evitarse del 30 al 50 por ciento de determinados tipos de infecciones”.

La adopción de medidas estrictas contra estas enfermedades es la piedra angular de la seguridad de los pacientes. “Los pacientes acuden al hospital para ser tratados y mejorar”, explica Plachouras. “Si contraen una infección, su deterioro es realmente pronunciado. Menos infecciones significa mejor tratamiento”.

Cuando las cosas empezaron a torcerse

Tras el descubrimiento de la penicilina en 1928, los médicos empezaron a comprender mejor la propagación de las bacterias. En 1941, un hospital del Reino Unido nombró al primer inspector de infecciones. Pero todavía no era una prioridad. El doctor Jim Gray, microbiólogo del Hospital MaternoInfantil de Birmingham, explica que la gran disponibilidad de antibióticos supuso la tranquilidad de los profesionales sanitarios como máximo hasta la década de los 80. “Pensaban: ‘No importa que haya infección… ya la trataremos’”, recuerda.

“Y así fue cómo las cosas empezaron a torcerse”.

Los médicos empezaron a ver casos de Staphylococcus aureus, un virus común que provoca infecciones cutáneas y respiratorias y que no respondía al tratamiento con meticilina. Lo llamaban Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM). Si penetra en la piel puede producir hinchazón, enrojecimiento y ampollas. Si penetra en mayor profundidad puede causar una infección sanguínea. A comienzos de la década de los noventa, dos cepas especialmente destructivas empezaron a arrasar los hospitales del Reino Unido a una velocidad asombrosa. Aunque los responsables políticos lucharon para controlarlas, “no fue un motivo de gran preocupación para nadie”, afirma Gray.

Sammie, la hija de Susan Fallon, tenía 17 años al ingresar en el Hospital Universitario de North Staffordshire, en abril de ese mismo año, debido a síntomas gripales. Los médicos le extrajeron una muestra de médula ósea, que reveló una enfermedad autoinmune. Susan, de 53 años, sabe ahora por las informes del hospital que habían tres pacientes diagnosticados con SARM en la planta general en la que fue ingresada Sammie.

Al cabo de una semana, la adolescente observó hinchazón en la cadera por efecto de la aguja, pero los médicos no le dieron importancia. Luego empezó a tener dolor de espalda severo. Fue diagnosticada con SARM.

Los médicos se apresuraron a tratar el supervirus con antibióticos. Pero una semana más tarde empeoró y empezó a sufrir ataques. Los médicos la trasladaron a cuidados intensivos.

Sammie murió en los brazos de su madre por un fallo multiorgánico. “Mi padre no pudo superarlo y murió

alcabodeunaño”,explicaSusan.La muerte de Sammie hubiera podido evitarse, dice Susan.

Susan se unió al grupo de campaña MRSA Action UK y participó en conferencias para sensibilizar a la opinión pública, lo que sigue haciendo. Los destrozados familiares convertidos en activistas como Susan fueron quienes impulsaron la acción del gobierno en Reino Unido. En el año 2000, el pri- mer ministro Tony Blair declaró las infecciones IRAS como “de máxima prioridad” y ordenó un programa de limpieza en profundidad en los hospitales.

En Europa, el primer caso de SARM se confirmó en Letonia en el año 2002. En 2004 ya era endémico. Uga Dumpis, médico especializado en enfermedades infecciosas, fue el encargado de la investigación. En 2007 le pidió a Agita Melbarde-Kelmere, enfermera del Hospital Clínico Universitario Pauls Stradins de Riga, que le ayudara y esta se convirtió en una de las primeras enfermeras de control de las infecciones de Letonia.

Cuando Melbarde-Kelmere visitó la UCI y la planta de neonatología, vio a los médicos cometer errores básicos, como utilizar guantes para to- car a los pacientes en lugar de lavarse las manos. Los guantes pueden estar contaminados, les advertía. Se propuso enseñarles. “No fue fácil”, explica ella. Un responsable del hospital se quejó de que la solución de lavarse las manos era muy cara.

La enfermera siguió impartiendo sesiones formativas sobre los peligros de una

escasa higiene. Poco a poco observó mejoras. “Solo se mejora cuando se habla con el personal y se brinda una formación paso a paso para que puedan entender las fallas”, afirma.

La repercusión fue enorme. En solo seis meses, Melbarde-Kelmere y su equipo redujeron los índices de infección en más de un 50 por ciento. La OMS la felicitó en su web.

Ahora la enfermera forma a los médicos y enfermeras de todo el país. “Somos pioneros en el control de infecciones en Letonia —asegura—. Por ello,

quiere ver más enfermeras de control de infecciones en los pequeños hospitales locales de Letonia para conseguir reducir aún más los índices».

Lo que quita el sueño a los microbiólogos

Los brotes generalizados de SARM demostraron que no se podía dejar de seguir ignorando las infecciones hospitalarias. Por ejemplo, las medidas especiales adoptadas en Inglaterra redujeron el número de casos a 846 entre abril de 2017 y marzo de 2018.

Los datos de su segundo estudio de 2016-2017 del ECDC demostraron que, en algunos países europeos, los índices seguían siendo prácticamente los mismos en ambos estudios. La doctora Petra Gastmeier, directora del Instituto de Higiene y Medicina Medioambiental de Charite, en Berlín, explica que esto se debe en parte a que los beneficios obtenidos con las mejoras de los métodos de control de las infecciones como la higiene de manos y exámenes se han visto contrarrestados por la creciente complejidad del entorno sanitario.

“Los pacientes tienen más edad y sus enfermedades son más graves, por lo que son tratados con más dispositivos, que son una entrada fácil de patógenos”, afirma ella.

Aunque sigue siendo un peligro, el SARM no resultó ser tan resistente a la medicación como temían los médicos. Pero hay nuevas amenazas, explica Gray. “Hemos empezado a ver que las bacterias gramnegativas como la E. coli, la Klebisella y las enterobacterias, presentes en todas las personas como parte de la flora intestinal, se vuelven más resistentes a los fármacos”, explica. Estos nuevos súper virus reciben el nombre de productores de betalactamasa de espectro extendido (ESBL). Son la causa de infecciones del tracto urinario y producen enzimas que debilitan el efecto de la penicilina, la ciclospirina y otros antiguos pilares del tratamiento antibiótico. Estos supervirus eran inusuales hace 15 años, pero hoy Gray observa 250 nuevos casos al año en su hospital. Aún pueden ser tratados con un grupo de antibióticos potentes de última generación: la colistina y los carbapenemas.

“En algunas zonas del mundo estamos viendo bacterias gramnegativas resistentes también a la colistina y a los carbapenemas”, afirma Gray.

No sea uno más

Hay cosas que usted puede hacer para protegerse en un hospital. Lo primero es preguntar al médico o enfermera si se ha lavado las manos. Un estudio de los hospitales alemanes demostró que el lavado de manos no está garantizado. “Si se observan cien procedi- mientos, solo se hace correctamente en75deellos”,afirmaGastmeier.“Los pacientes suelen mostrarse reacios a preguntar, pero es importante”.

Sea consciente de cómo se propagan las bacterias. “Cualquier superficie próxima a un paciente contendrá bacterias, independientemente de lo bien que se haya limpiado”, explica Gray. Si toca esa superficie y después va a una zona común como el aseo, es posible que traslade los patógenos, por lo que tanto usted como las visitas deben lavarse las manos.

Y más importante, advierte, “solo se debería utilizar el lavamanos de la planta para lavarse las manos”. Si vierte líquidos azucarados o agua sucia, está vertiendo una fuente de nutrientes para las bacterias en el desagüe, que se multiplicarán.

No todas las infecciones IRAS son evitables, explica Gastmaier, especialmente las procedentes de bacterias presentes en el organismo del paciente. Es difícil impedir que un catéter en la vejiga transfiera virus del intestino que puedan causar una infección del tracto urinario. “Los pacientes deberían saber que los catéteres pueden ser peligrosos y preguntar si es realmente necesario”, explica.

El profesor jubilado Christian K*, de 77 años, fue sometido a un cateterismo cardíaco para la exploración de las arterias coronarias en una clínica alemana de Bad Berleburg, tras sentir opresión en la garganta. Después observó una inflamación en su brazo izquierdo, donde se había introducido la cánula. Desarrolló SARM y a continuación sepsis.

Pasó dos meses en el hospital y le quedó una incontinencia urinaria y fecal, así como movilidad reducida.

“Mi confianza en la asistencia sanitaria se ha visto dañada —afirma—. Cree que no necesitaba ese cateterismo».

La sueca Liza Lindham insta a los pacientes sometidos a pruebas y tratamientos invasivos a conocer los síntomas de la UTI, como dolor al orinar, orina turbia, molestias y dolores, así como los signos de la sepsis, fiebre alta, respiración rápida y náuseas o diarrea.

La OMS ha publicado recomendaciones para luchar contra las infecciones IRAS. Pero su implantación depende en última instancia de los gobiernos y de los hospitales. El doctor Suetens, del ECDC, concluye: “Se trata de garantizar que todos los hospitales cuenten con una enfermera de control de las infecciones y de capacidad de aislamiento suficiente, así como garantizar una correcta higiene delasmanos”.

Aunque los expertos trabajan para resolver el problema, no evite el tratamiento médico. Los hospitales están, en general, mejorando, aunque los retos sigan siendo difíciles. Gray asegura: “La asistencia sanitaria es más segura hoy que nunca”.

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