Perros y guías de todo el mundo se convirtieron en héroes tras rescatar a personas con vida entre los escombros en la ciudad de México.
Juan Carlos Lombardi, miembro de las Fuerzas Armadas de Italia, tenía 18 años cuando participó en el rescate de cientos de personas aplastadas entre los escombros dejados por un temblor en Sant’Angelo dei Lombardi, un municipio italiano.
Ese movimiento telúrico cobró la vida de miles de personas. “La mayoría murió por asfixia, y las víctimas mortales hubieran sido menos de haber contado con más perros de rescate”, asegura este hombre de 54 años.
El ahora líder de la unidad canina de rescate argentina —conformada por siete brigadistas y cuatro animales— colaboró en las labores de búsqueda y rescate de víctimas tras el sismo que sacudió a la ciudad de México, el 19 de septiembre de este año. Juan Carlos, quien junto con su perro Afra ha sido rescatista en países como Chile y Ecuador, sabe que no hay una mejor herramienta de búsqueda de víctimas que la nariz de un perro. “Es infalible”, asegura.
Aunque regresó a la Argentina con la satisfacción del deber cumplido, Lombardi sabe que pudieron haber salvado más vidas. Pero Juan Carlos, con 35 años de experiencia, no se rinde, y además del salvataje, trabaja en la creación de nuevos binomios.
Bombero de pura cepa
El padre, abuelo y bisabuelo de Nahuel Fraga son bomberos; su destino estaba marcado. Este chico alto y esbelto de tan solo 17 años salió de su país natal para enfrentarse a su primera experiencia internacional: el desastre provocado por un sismo de magnitud 7,1 en una de las ciudades más pobladas del mundo.
A pesar de su edad, Nahuel es fuerte y maduro. “Si me quiebro no puedo ayudar, así que no puedo permitírmelo”, cuenta.
Fraga regresó a la Argentina con una gran experiencia profesional, pues convivió con brigadistas mexicanos y canadienses. También se lleva lecciones de vida: “los mexicanos son muy cariñosos, no podíamos avanzar cinco pasos sin que nos dieran agua, chocolate, comida, las gracias, un abrazo”. Pero lo que más impactó a este cadete fue la solidaridad mexicana. “Vi niños y mujeres cargando baldes con escombros. Yo no esperaba ver eso”.
Nahuel trabaja desde hace cinco años con Lupo, un perro pastor belga malinois. “La convivencia con él es lo mejor: saber que siempre tienes a un compañero es grandioso”.
Los binomios caninos argentinos —traídos al país gracias a los esfuerzos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la empresa Royal Canin y la Federación Canófila Mexicana— trabajaron día y noche en siete de los más de 40 derrumbes registrados en la ciudad de México.
Condiciones extremas
Aunque existen otros tipos de binomios caninos, como los detectores de explosivos y narcóticos, o los que guían a personas invidentes, los rescatistas son los que trabajan bajo las condiciones más adversas.
“Los perros de narcóticos y explosivos operan en entornos controlados; en cambio, los de rescate trabajan entre gente enardecida, tienen que discriminar olores en un ambiente enrarecido por fugas de gas u otras sustancias, y todo eso mientras los aplauden o intentan acariciarlos; por eso su labor es compleja”, explica Julio Velázquez Rodríguez, coordinador de la Unidad Canina de la UNAM.
Durante su entrenamiento, estos animales son sometidos a distintos escenarios. En ocasiones les tiran agua con un aspersor para que aprendan a buscar bajo la lluvia, pero a veces la realidad supera cualquier simulación.
“Los perros mexicanos también estuvieron en Japón, donde trabajaron con temperaturas de 4 grados bajo cero, sobre pisos resbalosos y con la amenaza de una planta nuclear a 50 metros, cuenta Julio Velázquez.
Historias como estas nos permiten apreciar la tarea de estos animales, cuyo trabajo denota valor. Jamás fue tan cierto el viejo adagio de que el perro es el mejor amigo del hombre.