Lo que parecía un apoyo durante un triste momento, se convirtió en otro serio inconveniente. Hacer amistad a través de la Web, no siempre es algo seguro.
La mañana del 16 de septiembre de 2010, Valerie estaba sentada en la cama de su novio cuando de repente notó algo que una de cada 12 mujeres llega a descubrir en su cuerpo: un pequeño bulto en un seno. No se alarmó mucho. Tenía 36 años, comía alimentos orgánicos, recorría 160 kilómetros a la semana en bicicleta y, apenas cuatro meses antes, su mamografía anual no había mostrado nada anormal. Sin embargo, una prueba de ultrasonido confirmó lo que había palpado: un nódulo del tamaño de una bolita que resultó ser un carcinoma ductal infiltrante HER2 positivo en fase 2A, una forma agresiva de cáncer mamario cuyo tratamiento obligado es la quimioterapia.
El nódulo era tan pequeño, que había sido casi un milagro que lo notara, le dijo su médico. “Luego, cuando me revisó los ganglios linfáticos, su semblante se ensombreció”, cuenta Valerie. El cáncer se le había extendido ya al brazo izquierdo.
Valerie pasó la semana siguiente haciéndose más exámenes, hablando por teléfono con sus familiares, llorando y adaptándose a la cruda realidad de que podría morir pronto. Y si sobrevivía, quizá fuera sin uno de los senos o sin la posibilidad de quedar embarazada. “Creo que eso fue lo más difícil de escuchar, que tal vez nunca podría tener hijos”, recuerda. “Siempre había querido tener bebés”.
Acababa de mudarse a la ciudad de Seattle, Washington, así que a la mala noticia se sumó el penoso hecho de que casi todos sus seres queridos vivían en el otro extremo del país. “No contaba con una red de apoyo inmediato, excepto mi novio y mis gatos”, dice Valerie. “Es fuerte la sensación de aislamiento. Uno no puede recibir abrazos por teléfono”.
Por eso, apenas dos días después de recibir el diagnóstico, abrió un blog en Tumblr.com para escribir sobre su lucha contra el cáncer. Por medio de él quería mantener a su familia informada de su tratamiento, y esperaba encontrar el apoyo de alguien que estuviera librando la misma batalla.
Decidió llamar a su blog CatsNotCancer. A lo largo del año siguiente relató sus altibajos diarios: cómo les puso nombre a sus senos y al nódulo canceroso que iban a extirparle, y cómo donó su cabello a Locks of Love (una organización sin fines de lucro que proporciona pelucas a niños y jóvenes que han perdido el cabello por alguna enfermedad). CatsNotCancer ganó rápidamente más de 2.100 seguidores en Tumblr, y Valerie dedicaba tiempo a responder a toda persona que dejaba mensajes en el blog en busca de orientación o apoyo.
Contacto e intercambio de confidencias
Fue así como conoció a Beth, tres meses después, en diciembre de 2010. “Ella era otra bloguera que me dejó un mensaje y aseguró que se estaba sometiendo a tratamiento por un linfoma”, refiere Valerie. “Acababa de pasar por la cuarta ronda de sesiones de quimioterapia y me sentía terriblemente. Era un triunfo publicar algo en mi blog durante el día”.
Sin embargo, contestó el mensaje de Beth, y durante una semana tuvieron una comunicación informal. Beth, de 19 años, oriunda de Wisconsin, parecía sana en las fotos que subía al blog; le dijo a Valerie que le costaba trabajo acudir al tratamiento contra el linfoma y asistir a clases en la universidad (estudiaba psicología), y le habló de su programa favorito de televisión, Lost, que también era el preferido de Valerie.
Luego, un día, Valerie recibió una nota de Beth a través de Tumblr, la cual solo decía: “¿Una puede quedar embarazada mientras se está sometiendo a quimioterapia?” Tocó una fibra sensible de Valerie.
“Mi respuesta fue: ‘Bueno, yo no puedo quedar embarazada mientras esté recibiendo la quimioterapia’”, cuenta. “Pero admití que no sabía qué tratamiento estaba recibiendo ella ni las limitaciones que pudiera imponerle”. Le aconsejó a Beth acudir a su oncólogo sin tardanza, pero la joven le envió otro mensaje en el que le confió que había quedado embarazada tras una violación.
“De inmediato le envié mi dirección de correo electrónico personal y mi número telefónico, y le pedí que me llamara”, continúa Valerie. Beth llamó unos minutos después. Durante su primera conversación por teléfono, la joven le dijo que un familiar suyo había abusado sexualmente de ella y de una prima de seis años. Se lo contó con una voz que parecía de una joven cohibida; sin embargo, señala Valerie, “en toda la charla usó un tono frío, casi de indiferencia. Incluso parecía renuente a llamar violación a lo que le había sucedido”.
En un mensaje electrónico que le envió a Valerie un día después de esa conversación, Beth escribió: “Bueno, entonces supongo que fue una violación, porque yo no quería. Esa palabra suena horrible para mí, me produce mucha rabia. Todo este asunto me parece terrible, pero, si lo pienso dos veces, ¡pude haber contraído una enfermedad grave por eso! Desconsiderado”. Beth terminó el mensaje diciendo: “Y bla, bla, bla. Ya despotriqué mucho. Ja, ja, ja :)”.
El mensaje puso a Valerie en alerta máxima. “Me quedé pensando que ‘desconsiderado’ es una de las últimas palabras que yo usaría para describir a un violador”, comenta. Su escepticismo aumentó cuando recibió otro mensaje electrónico de Beth, en el cual le decía: “Bueno… oficialmente estoy embarazada. Ésta es mi peor pesadilla. Es horrible. Me quiero morir. Estoy muy mortificada :(”.
¿Mortificada?, pensó Valerie, quien, a pesar de sus crecientes sospechas, siguió intercambiando mensajes electrónicos con Beth. “Trataba de mantener una mentalidad abierta”, explica. “Había conocido a esta joven apenas unas cuantas semanas atrás y, por lo que me había confiado, parecía estar rodeada de personas que la maltrataban. Solo quería ofrecerle el apoyo que pudiera”.
Mientras Beth la mantenía enterada a diario de su embarazo a través del correo electrónico (“Abortar es lo que [mi médico] le recomendaría hacer a su hija si estuviera en mi lugar —escribió en un mensaje—, pero él no cree que yo pudiera afrontar eso mental ni físicamente. Bla, bla, bla”), Valerie consultó a su oncólogo respecto a lo que había leído en el blog de Beth. Le contó que en una ocasión la joven supuestamente había vomitado sangre después de una clase, y que le habían transfundido cinco unidades de sangre antes de escribir eso en su blog más tarde, el mismo día. El médico de Valerie opinó que eso era ridículo, que alguien que tuviera el mismo tipo de linfoma que Beth no tendría fuerzas para pasar muchas horas en la escuela mientras recibía quimioterapia.
Una enfermedad rara
Valerie no le echó en cara sus sospechas a Beth. Para preservar su salud física y mental, dejó de contestar los mensajes de Beth y sus llamadas telefónicas. “Sus mentiras me parecieron tan ruines, que la idea de ponerla en evidencia me horrorizó”, dice. “Una parte de mí pensó: ‘Algo malo le está pasando a esa joven, y si es víctima de abuso sexual, no quiero hacerle la vida más difícil’”.
El silencio de Valerie puso a Beth fuera de sí. Al parecer, padecía el síndrome de Münchhausen, nombre derivado de un barón alemán del siglo XVIII que embellecía los relatos de sus hazañas militares ante toda persona dispuesta a escucharlo. No fue hasta 1951 cuando se asoció al barón de Münchhausen con un grupo de mentirosos patológicos: personas que hacen esfuerzos increíbles para fingir enfermedades o traumas psicológicos a fin de atraer la atención de los médicos y la empatía de los demás.
Estos mitómanos no solo se rapan la cabeza y dicen: “¡Miren, tengo cáncer!”, sino que también alteran su historia clínica, dejan de comer, se insertan sondas de quimioterapia e incluso convencen a los médicos para que los operen; lo que sea con tal de legitimar sus fantasías de enfermedad. Si no lo logran, es probable que prueben suerte en otro hospital, con otro padecimiento o ante otro público.
“Conocí a dos mujeres que les mintieron a sus médicos para que les hicieran una mastectomía innecesaria”, dice Marc Feldman, profesor de psiquiatría en la Universidad de Alabama y autor del libro Playing Sick? (¿Fingiéndose enfermos?) “Así de desesperada es su necesidad de hospitalización, amor y atención”.
Un informe de 2011 sobre casos de síndrome de Münchhausen publicado en Innovations in Clinical Neuroscience indica que alrededor de 9 de cada 100 pacientes hospitalizados en atención terciaria (como la terapia contra el cáncer) presenta algún tipo de trastorno facticio, condición en la que una persona actúa como si tuviera una enfermedad fingiendo los síntomas. No existen estadísticas confiables respecto al número de personas que padecen el síndrome de Münchhausen, en parte porque es difícil obtener datos exactos de personas que mienten patológicamente, pero este mal se considera raro.
Con todo, en el año 2000 el doctor Feldman acuñó el término Münchhausen por Internet para referirse a las personas que presentan el síndrome y que elaboran sus mentiras sobre todo a través de interacciones en el ciberespacio. Nuestros detectores naturales de mentiras no funcionan en la Web; no podemos valernos de expresiones faciales ni de otras señales físicas para identificar embustes, lo que nos hace propensos a llenar los vacíos. En Internet, un usuario puede engañar sin el temor de que sus falacias sean desmentidas en persona, y si con el tiempo alguien pone en duda sus invenciones, simplemente puede desconectarse y buscar un nuevo grupo de simpatizantes.
Hostigamiento en línea
Estas condiciones hacen que el Münchhausen por Internet sea “mucho más común de lo que el síndrome ordinario ha sido nunca”, dice el doctor Feldman. Y cuando se echan por tierra esas mentiras, es muy probable que las personas que padecen Münchhausen por Internet se conviertan en troles (seres malignos) en línea y ataquen de forma anónima a quienes han llegado a conocer tan bien a través de los grupos de apoyo.
La ley del hielo que Valerie aplicó no le impidió a Beth ponerse en contacto con ella en varias ocasiones, incluso de modo obsesivo, a principios de 2011. Luego empezaron a aparecer en la bandeja de entrada de Valerie supuestos mensajes de la ultrajada sobrina de seis años de Beth. “No debería estar usando la computadora de mi tía ni su correo, pero estoy muy asustada :(”, decía un mensaje. “Ella ahora tiene que ir al hospital. Aquí está una ambulancia, y si se muere por toda esa sangre que le está saliendo de la boca otra vez. Por qué siempre pasa esto. Si se queda allí para siempre, no estará en casa cuando yo esté sola y vaya a llorar 🙁 estoy muy asustada por ella y por mí :(”.
Aunque supuestamente estaba hospitalizada, Beth seguía publicando en su blog a menudo, así que Valerie optó por no contestar. Al otro día Beth le envió un mensaje: “¿Hice algo que te ofendiera? Si fue así, lo siento”. “Como no respondí ni siquiera eso, me escribió otro e-mail ofreciendo disculpas”, cuenta Valerie. “Pensé que me dejaría en paz. Creí sinceramente que era el final de todo el asunto”. Valerie se concentró en cosas más importantes. Para entonces, llevaba ya el 75 % de las sesiones de quimioterapia y estaba por someterse a una mastectomía.
En el proceso, encontró un grupo de apoyo virtual integrado por 10 mujeres que se habían sometido a un tratamiento parecido al suyo. Compartía con ellas sus alegrías y tristezas, y les contaba sobre los mensajes que había estado recibiendo de un trol en línea (N. de la R.: se refiere a personas que hacen comentarios ofensivos en la red, ocultas en la impunidad del anonimato) en que se refería a ella con apodos ofensivos y le decía cosas como “Todo el mundo quiere ver que te mueras”.
Las mujeres del grupo le contestaron que prácticamente no había nada que pudieran hacer. “Fue un duro recordatorio de que en Internet se puede decir cualquier cosa y hacerse pasar por otro”, dice Valerie. Así que filtró sus mensajes de Tumblr y, con el apoyo de sus amigas, trató de sacar al trol de su cabeza. Como los mensajes de odio continuaron, Valerie se puso en contacto con Taryn Harper Wright, autora del blog Warrior Eli Hoax Group, el cual fue creado para desmentir un engaño acerca de un niño ficticio llamado Eli y su supuesta lucha contra el cáncer documentada en Internet. Desde entonces, Taryn se ha dedicado a investigar estos fraudes.
Usando la dirección IP del remitente, Taryn rastreó los mensajes recibidos por Valerie desde diciembre de 2010 y llegó a una sola fuente: Beth. “Me quedé helada”, dice Valerie. “Tuvimos tratos unas cuantas semanas. Yo no había hablado con ella en más de un año. ¿Por qué querría hacerme daño de esa manera?” Decidió cerrar su blog.
“Cuando una persona inicia un tratamiento supone que su enfermedad se acabará”, dice. “Pero cuando uno tiene cáncer, nunca se acaba; lo sigue a uno por el resto de la vida. No puedo controlar eso, pero por lo menos puedo controlar el impacto que esa mujer tiene en mi vida. Eso es lo que pretendo hacer. Tengo la intención de llevar una vida sana, plena y feliz”. Una vida que se vive mejor sin estar en línea.
Valerie terminó su tratamiento en noviembre de 2012; hasta ahora no ha tenido recaídas. Su blog CatsNotCancer permanece inactivo.