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Los 5 trabajos más insólitos y raros del mundo

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¿Esquiladora de llamas, buceador recuperador de bolas de golf, artista de Lego? ¡Hay maneras muy raras de ganarse la vida!

Los fabricantes de cencerros Michael Rohrmoser (izquierda) y Gerhard Bertele en la forja familiar.

Fabricante de cencerros

El sonido de los cencerros de las vacas es tan típico de los Alpes bávaros como el lederhosen (pantalón típico de piel de Baviera) y la cerveza. Pero los cencerros responden a un propósito serio, ya que permiten a los pastores no solo saber dónde están sus vacas si no hay buena visibilidad, sino incluso reconocerlas de manera individual, porque cada cencerro tiene un anillo único.

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Solo un pequeño número de empresas fabrican cencerros en la región de Oberallgäu, incluyendo la forja familiar de Gerhard Bertele, en Bihlerdorf, Alemania. El negocio fue fundado por su bisabuelo que realizaba todo tipo de metalurgia, en 1912, pero no fue hasta 1980 aproximadamente que los cencerros para vacas se convirtieron en parte de su repertorio. 

“La idea me llegó con motivo de la conocida Klausentreiben, una costumbre en la región alpina que tiene lugar en diciembre para supuestamente alejar a los demonios”, explica Bertele. “Los jóvenes corren por las calles con pieles de animales y cencerros alrededor de la cintura. Pensé que sería buena idea fabricar cencerros durante el invierno, mientras estamos menos ocupados. Los hacemos para los ganaderos de todo el mundo”.

Se tarda entre dos y ocho horas en forjar cada cencerro a mano. Se calientan dos hojas de hierro hasta que se ablandan y luego se martillean de forma semicircular. Para hacer un solo cencerro de tamaño medio que pesa alrededor de 2,5 kilogramos y mide 45 centímetros de ancho, se necesitan más de 25.000 golpes. Se añade el badajo y se unen las dos mitades y se recubren con un barniz transparente para evitar que el metal se oxide.

“Es necesario estar en buena forma física, pero además de la fuerza y la resistencia, también se necesita un buen oído y un ojo preciso”, afirma Bertele, que emplea a tres trabajadores cualificados y dos aprendices. 

Los fabricantes de cencerros pueden reconocerlos por la forma característica de sus productos, redondos, ovalados o en forma de copa (la favorita de Bertele). “El sonido también es importante”, dice. “Tiene que ser profundo, potente y armonioso”.

Hacer cencerros nos produce satisfacción de muchas maneras, añade: “El trabajo implica varias habilidades diferentes, y cuando finalmente sostenemos el cencerro en la mano, nos sentimos orgullosos. Y también mantenemos una tradición, que es importante. Hay que conservar la naturaleza de los Alpes. El pastoreo de ganado en pastos montañosos ayuda a proteger el medio ambiente y, a su manera, los cencerros de vaca también contribuyen a ello”.

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Cirujana de ositos de peluche

Aimee Whyte ha visto algunas cosas terribles en su vida laboral. Manos y pies mutilados. Extremidades colgando. A veces incluso a un paciente al que le faltaba la cara. 

“Nueve de cada diez veces ha sido un perro celoso, y parece que la cara siempre se lleva la peor parte”, dice de forma realista. “Tenemos muchos casos así”.

Por suerte no hubo derramamiento de sangre en esos terribles accidentes, porque Whyte es una de las cinco cirujanas de osos de peluche del Leith Toy Hospital en Edimburgo (Escocia), donde reciben juguetes y muñecas que deben ser reparados y renovados. Y ningún caso es terminal.

“No hay nada que no se pueda reparar”, afirma. “Nunca he rechazado un oso.”

El “hospital” recibe a unos diez osos de peluche a la semana, y cada uno con su propia tarjeta de paciente y su nombre. Los tipos de lesiones que exhiben son muchos y variados, dice Whyte, y no hay dos días iguales en el trabajo. 

“Muchos osos viejitos necesitan parches porque el tejido está muy desgastado, y tenemos que volver a cubrirlos completamente si está muy degradado”, explica. “Y a menudo tenemos que desmontarlos para fijar sus articulaciones. También tenemos muchos koalas que han sido traídos de Australia y que tienen manos de plástico que debemos restaurar”.

Whyte trabaja en el hospital desde principios de 2019. Estudió diseño de vestuario en la universidad y acababa de terminar su trabajo en una obra de teatro en Glasgow cuando entró a formar parte del personal del hospital.

“Se suponía que iba a ser solo un día para ayudar, pero terminé quedándome”, dice. “Cuando le digo a la gente lo que hago, tengo que explicarlo. Mucha gente no se da cuenta de que es un trabajo real”.

Y es un trabajo que significa mucho para los propietarios de osos de peluche que se convierten en pacientes de Whyte. “La mayoría son adultos”, dice. “Para ellos, no es solo un juguete, es su compañero especial. Por lo general han sido una constante en sus vidas, han crecido con ellos, y salieron de casa con ellos. Así que cuando los recuperan, siempre derraman algunas lágrimas”. 

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Buceador de bolas de golf

Cuando Patrick Schönemann tenía nueve años, su padre empezó a jugar el golf y le compró un pequeño palo para que pudiera unirse. Pero el joven Schönemann no estaba muy interesado. “Me parecía más divertido entrar en el bosque a buscar las pelotas”, dice riendo.

Poco después, la búsqueda de pelotas de golf se convirtió en una pasión e iba en bicicleta al club de su ciudad natal de Gotemburgo, en Suecia, todos los fines de semana, vendiendo las pelotas que encontraba a los jugadores para obtener un dinero. Algún tiempo después, extendió su área de búsqueda a los lagos del campo, y caminaba por las zonas poco profundas, recogiendo las pelotas con los pies. Pero el tesoro que suponía recoger las pelotas de golf en las profundidades de los lagos, por desgracia no estuvo a su alcance hasta que cumplió 18 años y pudo sacarse la licencia de buzo y comprarse un equipo.

Durante muchos años, Schönemann estuvo buceando en su tiempo libre para tomar las pelotas y complementar sus ingresos. Pero no fue hasta fracasar en un negocio que había montado cuando repentinamente lo vio como una posible salida profesional.

“Tenía 30 años y no tenía dinero ni deudas, y me dije: “¿Cuál es la manera más rápida de ganar todo el dinero posible?”. Con un amigo, comenzó su propio negocio de buceo para recuperar bolas de golf: golfballdivers.se.

Eso fue hace cinco años, y hoy, Schönemann y su equipo recuperan pelotas errantes de campos de golf en toda Escandinavia, así como en Alemania, Suiza y Polonia, a donde viajan en auto desde su base en Estocolmo. “El número de pelotas que encontramos en cada lago puede variar entre 500 y un par de miles”, afirma. Se ponen su equipo de buceo y las recogen a mano. “El lago está oscuro, así que solo hay que palpar a su alrededor para encontrarlas”.

Pero eso no es todo lo que encuentra. Además de palos viejos, Schönemann también ha recuperado teléfonos, un par de patines de hielo, una sartén e incluso una caja registradora.

Las pelotas se venden a minoristas por Internet. “Ganamos dinero, pero tenemos que trabajar duro para ello”, dice. “Me gusta. Cada día es diferente: un campo de golf diferente y lagos diferentes. Pero si me preguntan en diciembre, con dos grados y nevando, ¡quizá dé una respuesta diferente!”

Artista de Lego

A Dirk Denoyelle le cambió la vida el día que su hija cumplió siete años. “Le regalaron su primera caja de piezas Lego”, recuerda. “Yo había tenido Lego de niño, pero después fui a la universidad, me licencié, conocí a mi mujer… Me olvidé de las piezas. Pero luego, de repente, aparecieron de nuevo. Empecé a jugar con ellas y después de un tiempo pensé que era bastante bueno…”

Entonces, Denoyelle era un cómico de éxito en su Bélgica natal, y las piezas le dieron una idea: “Hay un artista local aquí que es cantante y escultor llamado Willem Vermandere, y yo lo había estado imitando durante años. Me dije: ¿por qué no construir su cabeza con las piezas de Lego?” Así lo hizo, y lo sacó al escenario como un “autorretrato” que había hecho con una nueva técnica escultórica llamada “cubismo digital”. “¡Para mi sorpresa, a la gente le encantó!” 

La semilla estaba plantada. Denoyelle, que vive en Amberes, continuó haciendo cabezas de celebridades de tamaño natural para su espectáculo: Un montón de cómicos, como Laurel y Hardy, Mr. Bean, y John Cleese, así como celebridades belgas e incluso una superestrella de Hollywood de la que está particularmente orgulloso, su George Clooney. 

“De media, tardo alrededor de 35 horas, repartidas en un mes”, dice. “Después de unas dos horas, normalmente estoy harto y cansado de concentrarme, y me voy a hacer otra cosa”.

Después de haber hecho alrededor de 25 cabezas, empezó a hacer un espectáculo de comedia para Lego Holland, y conoció a un ejecutivo de su sede en Billund, Dinamarca. Poco después, se convirtió en el séptimo “Profesional Certificado de Lego” en el mundo. El título significa que en realidad no trabaja para Lego pero puede acceder más fácilmente a las piezas. 

Poco a poco, el arte Lego de Denoyelle eclipsó su obra cómica, aunque todavía actúa ocasionalmente. Tiene una pequeña empresa, Amazings, que hace obras de arte originales de Lego para exposiciones y museos. 

Además de sus bustos en 3D, Denoyelle también crea impresionantes mosaicos de Lego en 2D. Su favorito es una adaptación de 5 por 3,6 metros de la Adoración de los Reyes Magos de Rubens, con Einstein, Gandhi, Martin Luther King y la mujer de Denoyelle, Amaya. 

Y adora su trabajo. “Es genial convertir una afición en tu profesión”, dice. “Para mí, la vida es diversión, fama y fortuna en ese orden.”

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Esquiladora de llamas

A Eve Kastner le gustan los animales inusuales. En su casa, en Dordoña, Francia,  cría burros americanos en miniatura y “mini-mulas”. Pero tiene un segundo trabajo como esquiladora de llamas y sus parientes más pequeños, las alpacas.

Todo comenzó en 2015, cuando la familia de Kastner decidió regalar a su padre dos alpacas por su cumpleaños. Al igual que las ovejas, ni las llamas ni las alpacas mudan la piel, lo que significa que necesitan ser esquiladas cada año. “Si no, pueden morir durante períodos de calor extremo”, dice Kastner. “No esquilarlos se considera maltrato animal”. Las moscas también pueden poner huevos en la lana y sus larvas formar madrigueras debajo de la piel.

Cuando Kastner vio cómo esquilaban a las alpacas, la esquiladora se ofreció a enseñarle. Ahora viaja para atender a más de 100 clientes dispersos por todo el país. El año pasado, esquiló alrededor de 400 animales.

Para esquilar, es necesario sujetar al animal en el suelo durante 20 minutos. Esto puede ser estresante para ellos, pero es la única forma de esquilarlos de forma segura. “Para calmarlos, hablo con ellos o hago que el propietario hable con ellos”, dice.

“Es un trabajo muy físico y agotador”, añade. “Siempre hay un riesgo porque a veces los animales pueden tener mucha energía y luchar. Es fácil recibir patadas. Al mismo tiempo, hay que concentrarse, ya que pueden resultar heridos si los movimientos no son precisos y controlados”.

Kastner dice que cuando habla de su trabajo, la gente se sorprende de que haya tantas llamas y alpacas en Francia. Tiene un consejo: no se coloque en el lado equivocado de una llama o alpaca. “Cuando se molestan, le escupen”, dice riendo. “Un día me olvidé de cerrar la ventana del auto y una alpaca escupió con todas sus ganas. Pero la mayoría de las veces son muy elegantes y tranquilas”. 

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