Beso: acto de besar. Tocar una superficie con un movimiento de labios.
Un beso significa mucho más que eso
Terri y Ray se conocieron en un restaurante donde ambos trabajaban atendiendo las mesas. Aunque no tenía dinero, él la invitó a salir. Tuvieron varias citas balanceándose en hamacas de parques públicos, riendo y divirtiéndose como adolescentes, a pesar de que ambos estaban en la mitad de sus veinte. Al
final de uno de sus encuentros llegó el momento que secreta, pero ansiosamente, ambos habían estado esperando. Antes de despedirse, Ray dijo: “¿Puedo darte un beso?”. Ella accedió sin dudarlo, y aunque estaba nerviosa, le ofreció cariñosamente sus labios. Los dos concuerdan en que no fue un momento épico ni espectacular, tampoco hubo un derroche de pasión al estilo Hollywood, pero eso
marcó el inicio de una historia de amor que ya lleva 24 años escribiéndose. Y aún quedan más por delante.
Podría sonar a novela rosa, pero el caso de Terri y Ray también tiene una explicación científica, ya que un beso es mucho más que un simple gesto de cariño. En aquel primer acercamiento físico, la joven pareja seguramente pronosticó, sin darse cuenta siquiera, el éxito de su futuro juntos. Un estudio publicado en 2007, dirigido por el psicólogo Gordon Gallup, muestra que los besos son una forma de intercambiar, a través de los sentidos pero a nivel inconsciente, información valiosa para saber si quien está ante nosotros, es la pareja que más nos conviene. La “intuición biológica” de Terri y Ray no falló. Hoy tienen dos hijos sanos y felices: Rachel de 18 y Jonathan de 17 años.
Las consecuencias que un beso puede llegar a desatar, no parecen tan descabelladas cuando analizamos todo lo que ocurre dentro de nuestro cuerpo en el momento del contacto. “De los doce pares craneales que poseemos, cinco se activan cuando besamos, enviando mensajes desde los labios, lengua, nariz hasta el cerebro que procesa los movimientos del evento”, afirma Celina Anaya-Huertas, presidenta de la Asociación Mexicana de Primatología.
Treinta y cuatro músculos trabajan al mismo tiempo, y además se libera oxitocina, “conocida como ‘la hormona del vínculo’, la cual aumenta después de un beso”.
La nariz también es protagonista a la hora de besar. Antes y después de un beso no sólo se intercambian miradas sino olores. Anteriormente se creía que las feromonas —las cuales promueven el cortejo y la reproducción en varias especies animales—, no eran perceptibles para nuestra especie. Sin
embargo, un estudio de 2003 muestra que el olfato puede tener un papel significativo en la biología reproductiva humana. En él se encontró que los humanos tenemos receptores de feromonas en las mucosas de nuestro aparato olfativo, y que éstas determinan gran parte de nuestro comportamiento al relacionarnos con el sexo opuesto. Así, una mujer puede detectar la compatibilidad genética de un
hombre, y un hombre descubrir la fertilidad de una mujer.
¿Quién inventó los besos?
Si miramos hacia atrás en la cadena evolutiva, podemos darnos una idea del origen de la deliciosa costumbre humana de besar. “Algunos primates alimentan boca a boca a sus hijos, primero masticando la comida y posteriormente pasándola a sus crías; el origen del beso pudo comenzar ahí”, apunta Celia. “El primatólogo Frans de Waal y el etólogo Eibl-Eibesfeldt sostienen esta teoría: besar sin transferir comida es una expresión humana de amor y afecto casi universal”. Parece que nuestros antepasados directos tenían esa costumbre, ya que “hay estudios paleontológicos que mencionan que las hembras de homínidos, por ejemplo el hombre de CroMagnon, alimentaban boca a boca a sus crías.”
Nuestros “primos” los chimpancés también dan besos, no sólo de alimentación, sino para saludarse, o según la antropóloga física Diana Platas, para reconciliarse después de un conflicto. Ella misma, quien también forma parte de la Asociación Mexicana de Primatología, comenta que para los bonobús,
el beso es un acto amistoso y de confianza que con frecuencia involucra la lengua. Según Frans de Waal, “ningún actor de Hollywood puede igualar la pasión que ponen dos bonobos juveniles en un beso”. Los besos no son exclusivos del ser humano, pero el famoso antropólogo Desmond Morris, afirma que sí somos la única especie que tiene los labios plegados hacia fuera, y con un color muy
diferente del resto de nuestra piel. Visualmente invitan a ser besados, además de ser en extremo sensibles, ya que “son el área con la epidermis más delgada de todo nuestro cuerpo, y ahí confluyen una gran cantidad de neuronas sensoriales”, menciona Celina.
Estamos diseñados para besar. Por lo menos el 90% de la población mundial pertenece a culturas donde de una u otra forma se intercambian besos. Pero al no ser una cifra absoluta cabe preguntarse si besar es un acto maquinal o adquirido. “Besar es un acto que también se va aprendiendo y hay culturas en las que es más frecuente besar que en otras. Sin embargo, el acto de besar podría considerarse instintivo. Pensemos por ejemplo en la succión del bebé, que no sólo ocurre cuando necesita alimentarse, sino que es un reflejo que lo tranquiliza”, opina Celina.
Sigmund Freud consideró que la forma en que se alimentan los lactantes era el antecedente directo de los besos. “Al succionar, ahora lo sabemos, se utilizan los mismos músculos y movimientos que para besar”, escribe Adrianne Blue.
Freud consideraba que los besos eran la búsqueda del pecho materno en los labios de otras personas. “Nos encanta besar porque el beso estuvo presente en nuestro primer gran amor”.
Como apoyo a la especulación freudiana, la mayoría de la gente inclina su cabeza hacia el lado derecho en el momento de besar, según un estudio publicado en 2003 por la revista Nature. Diana Platas lo confirma: “Hice un rápido experimento entre mis conocidos. Observé a 25 parejas, de las cuales 24 se inclinaban hacia el lado derecho para besarse”. Puede que se deba a la asimetría hemisférica del cerebro, pero también se especula que esa asimetría deriva de la costumbre materna de acunar a los bebés del lado izquierdo al amamantarlos, la cual predomina en un 80% de los casos según
Desmond Morris. Y esto se debe a que en el lado izquierdo está su corazón. El precio de un mal beso
Cuando Berenice miró a Alejandro por primera vez pensó: es un dios. Fue un amor a primera vista que no se atrevió a declarar, y se limitó a fantasear constantemente con el glorioso encuentro de sus bocas. Seis años después, sin haber dejado de pensar en él ni un solo día, ella le confesó su atormentada
devoción. Boquiabierto, al principio no supo qué hacer, pero más adelante decidió cumplir el sueño de ella: besarla apasionadamente.
“Me dijo: ‘Nena, dame un beso’, y yo salté hacia atrás. Pero igual me lo plantó”. Después de tanto tiempo el amor al fin se desplatonizaba… aunque quizá no fue tan buena idea. “De pronto sentí su lengua en mis cuerdas vocales.
Yo estaba en shock. No sentí nada, tosí y me dieron ganas de llorar”, cuenta Berenice. A pesar de la anticlimática unión, salieron durante un mes y medio, pero la relación nunca prosperó.
Aparentemente, un mal beso puede cortar de raíz la relación temprana entre dos personas. Una encuesta realizada por la versión española de Match.com, el famoso portal para solteros que quieren dejar de serlo, hace una revelación.
Una de cada cuatro personas dejó a su pareja porque no estaba satisfecha con sus besos. De esa proporción, el 42% dice que a través de los besos se dio cuenta de que no había química entre ellos. Un 15% afirmó que la otra persona parecía “lamerlo”. Al parecer, se trata de un estilo de besos que
desagrada particularmente.
Para aminorar el riesgo de hacer un mal uso de los labios, existen libros que prometen convertir a quien los lea en expertos besadores.
En «El arte de besar», publicado en 1991 y recién reeditado, William Cane dice que el lector será capaz de vencer la timidez a la hora de besar, dominará los diferentes tipos de besos, y podrá aprender a
través de los mejores testimonios de “besadores reales”. El éxito del libro ha sido tal que ya existe una adaptación en video de esta guía, disponible en kissing.com.
Por su parte, Violet Blue, promete en el libro electrónico How To Kiss (“Cómo besar”), que “aprenderás a besar como una estrella de cine, y harás que la persona que besas sienta que pasan su canción favorita en la radio cada vez que sus labios se unan”.
Sin embargo, un beso es un acto intuitivo, que no puede aprenderse “en teoría” ni leyendo un manual de instrucciones. “Uno no se detiene a pensar dónde colocar la punta de la lengua, o cuándo suspirar. Funcionamos en piloto automático”, afirma la autora Adrianne Blue en “El beso: de lo metafísico a lo
erótico”.
Más allá de la ciencia: la fuerza de los besos
La feliz pareja formada por Terri y Ray, cuya historia abre este artículo, un día decidió rendirle homenaje a la fuerza del amor. Después de una lluvia de ideas y una intensa navegación cibernética, se les ocurrió crear un sitio de Internet, que recopilara fotografías de besos enviadas por los usuarios. Así
surgió bestkisses.com, un blog en el que cualquiera está invitado a participar.
Desde la clásica imagen capturada después de las palabras mágicas “puede besar a la novia”, hasta tiernas demostraciones de afecto entre los miembros de una familia, son pequeños momentos que le arrancan una sonrisa, y le dejan un mensaje de amor en el corazón al lector. La página ha sido un éxito.
John Roedel es comediante, actor y tiene un hijo autista. Para el pequeño Noah siempre ha sido difícil relacionarse con sus compañeros. Sin embargo, hace unos meses asistieron a un campamento para chicos autistas con sus familias, donde Noah se hizo amigo de Shauna, una chica de su edad. Estuvieron jugando y conversando toda la noche. Encontró a su Winnie Cooper, pensó John.
Por desgracia se hizo tarde, y el preocupado padre tuvo que romper el hechizo.
“Es hora de ir a casa”, le dijo. El chico, resignado, le dio la mano, y ambos se encaminaron hacia el auto. Pero de pronto Noah se detuvo. “Papá, tengo que hacer algo”. Salió corriendo de vuelta al campamento. Allí se acercó a Sauna, que estaba con sus papás, y le dijo algo al oído. Ella sonrió, y acto seguido él le plantó un beso. Su primer beso. John se sintió feliz y orgulloso como nunca antes.
— ¿Por qué la besaste? —le preguntó en el camino a casa.
— Porque no quería olvidarla nunca —contestó Noah, feliz pero muy serio.
“Ahora lo sé —dice John—, ahora sé por qué besamos. Es para recordar a esa persona… para siempre.”
¿Se puede aprender a besar?
Cherie Byrd, la fundadora de Kissing School (Escuela de besos), y autora del libro del mismo nombre, dice que nadie nace sabiendo besar. “En la adolescencia tuve que aprender viendo a unos amigos que se besaban todo el tiempo, ¡los envidiaba mucho! Pero más que mirar, lo que se necesita es
voluntad para practicar y experimentar”, cuenta. “Hay malos besadores, pero es posible dejar de serlo”.
De hecho, una de las razones por las que creó Kissing School fue porque en aquel entonces, hace 10 años, salía con un chico cuyos besos parecían más bien succiones. “Si uno está con alguien cuyos besos no le gustan, te apagas y vas alejándote. Y eso daña seriamente la confianza y la comunicación de una pareja”.
En Kissing School se imparten talleres de un día a parejas o solteros (aunque se recomienda llevar a un acompañante). Pero lo que Cherie ofrece a sus “alumnos” y lectores no es una técnica paso a paso para besar. No se trata de un manual de instrucciones, ya que de nada sirve “saber besar” cuando uno no le pone sentimiento. “Es como un guitarrista que tiene una excelente técnica pero sus interpretaciones son frías, sin pasión”. En el taller Cherie trabaja con la energía del cuerpo, y enseña cómo ponerla en acción para conectarse emocional y espiritualmente a través de un beso.
Las historias de éxito son muchas, pero Cherie recuerda a una mujer, que antes de asistir al taller, le confesó que tenía un serio problema de intimidad con su marido. Al terminar la sesión, radiante, le agradeció la experiencia: “¡En 27 años no lo había besado de esa manera!” Otra pareja, él de
81 y ella de 72 años, le dijo que jamás creyeron que sería capaz de “enseñarle nuevos trucos a perros viejos”.
Cherie comparte algunos de sus consejos para fortalecer el vínculo de una pareja a través de los labios:
• ¡Respirá! Hay quienes dejan de respirar cuando besan y no son capaces de cargarse de pasión, ni de mantener un beso largo. Por eso tenés que respirar profundo, sincronizar el aliento con tu pareja, y sentir al mismo tiempo.
• Mírense más a los ojos. Hagan una conexión visual, abran su corazón y creen una fuente de energía que los una.
• Al separarse por la mañana, nunca se vayan sin dar un beso significativo. Un besito de dos segundos es como decir “no tengo tiempo para nosotros”. Tienen que dedicarle por lo menos un minuto entero a su pareja antes de salir de casa.
• Dedíquense un tiempo para besar. Siempre que puedas, decile a tu pareja que querés estar con ella, conectarse y pasar ese rato juntos. Si en ese momento no puede, hagan una especie de cita para unirse, no mecánica sino emocionalmente.