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Historias de amor

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historias de amor

¡El amor une la vida de las personas, emocionate con cada una de estas increíbles historias!

Relatos románticos y sorprendentes

La idea era simple: invitar a parejas comunes y corrientes a rememorar su historia de amor en una conversación grabada. Este proyecto, llamado StoryCorps, comenzó en una cabina de grabación en la ciudad de Nueva York, y pronto se extendió por todo los Estados Unidos. Más de 75.000 personas han participado en él, entre ellas estas seis parejas, cuyos flechazos y cortejos lo sorprenderán y fascinarán.

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Conexión en el aeropuerto

Lauren Weitzman y Stuart Drescher

Lauren: Yo tenía 35 años y residía en Richmond, Virginia. Por alguna razón, no parecía haber una pareja en mi futuro, e intentaba aceptarlo. De pronto me encontré con un viejo amigo en una conferencia. Me puse a charlar con él, y luego alguien se acercó.
Stuart: No recuerdo que me hayas mirado ni una sola vez durante toda la conversación, pero cuando te fuiste, dije: “Tengo que conocerla”. Nuestro amigo común respondió: “Ella suele ir a reuniones sociales por las tardes”, así que fui a una. Empecé a hablar contigo por primera vez. Sentía una fascinación por ti casi magnética, como si nos conociéramos desde mucho tiempo.
Lauren: Me desalentó un poco saber que vivías en Salt Lake City, Utah. Fue una gran emoción sentirnos tan identificados, pero luego cada uno tuvo que volver a su ciudad e iniciamos una relación de larga distancia. Nuestra línea aérea era Delta, y volábamos vía Cincinnati o Atlanta. Entonces, uno de los dos —yo creo que fui yo, tú piensas que fuiste tú— propuso: “¿No sería divertido dejarnos notas en el aeropuerto?”
Stuart: Solíamos escribir poemas, mensajes de cariño o lo primero que se nos ocurría; luego doblábamos las notas, las poníamos bajo una silla en el aeropuerto y nos mandábamos un mapa que indicaba la sala de salida y el sitio exacto del escondite marcado con una X.
Lauren: Aunque apenas hacía unos meses que nos conocíamos, no quisimos pasar separados el Día de Acción de Gracias. Fue una celebración hermosa. Mientras viajaba de vuelta a casa, vía Cincinnati, lo único que se me ocurrió escribir en mi nota fue: “¿Te casarías conmigo?” No estaba lista para contarte sobre ella, pero sí para escribirla. En marzo, finalmente te di un mapa para encontrarla.
Stuart: Viajé a Cincinnati y tuve un retraso en el aterrizaje, así que corrí como loco para tratar de tomar a tiempo el siguiente avión. Ya casi llegaba a la sala de salida cuando recordé la nota. Pensé: ¿Debo buscarla y arriesgarme a perder el vuelo de conexión? Decidí ir a buscar la nota. Fui corriendo hasta la sala e identifiqué la silla. Había un hombre sentado allí, vestido con un traje muy elegante, y yo me acerqué y le dije: “Disculpe, yo estaba sentado aquí hace un rato y creo que se me cayó la lapicera”. Entonces revisé debajo del asiento, tomé la nota y salí corriendo hacia el pasillo. Alcancé a cruzar la puerta un segundo antes de que se cerrara.
Lauren: En Richmond, pensé: ¿Habrá encontrado la nota? ¿Qué pensará cuando la lea? Me escapé de una reunión en la facultad y manejé hasta el aeropuerto. Llevaba un enorme ramo de flores, y me sentía como una novia en espera de su futuro esposo. Aún recuerdo cuando bajaste del avión, y en el instante en que te vi, supe que habías encontrado la nota. Tenías un brillo especial en los ojos. Te di el ramo de flores, nos abrazamos efusivamente y tú dijiste: “¡Sí!”

Grabado el 19 de abril de 2009, en Salt Lake City, Utah

Stuart y Lauren se casaron hace 18 años y tienen un hijo de 17, Dylan. Viven en Salt Lake City y trabajan como psicólogos. 

La segunda es la vencida

Ron Miller y Pepper Miller

Ron: Pepper me describía como un donjuán, y lo era. Hace 25 años salía con muchas mujeres, y la mayoría de esas relaciones fueron superficiales, pero mis charlas contigo no eran así.
Pepper: No puedo precisar cuándo me enamoré de ti, pero recuerdo un mensaje que me dejaste un día en el contestador: “Hola, soy Ron. Sólo llamé para saludarte, nena”. Eso me encantó. Recuerdo que guardé ese mensaje y lo escuché mil veces. Sin embargo, la primera vez que tocaste el tema del matrimonio, yo pensé: No puedo casarme contigo.
Ron: Pero yo no me rendí.
Pepper: No, no lo hiciste, gracias a Dios. Tuvimos una hermosa boda, muy emotiva. Caminar hacia el altar como Pepper Hunter y salir de la iglesia como Pepper Miller me desconcertó un poco, pero me acostumbré; disfrutaba ser Pepper Miller. Tuvimos una buena vida, luego las cosas cambiaron y empecé a sentir que nuestro matrimonio se centraba sólo en ti, que estaba excluida, así que nos divorciamos. Fue doloroso. Asistíamos a la misma iglesia y tú te sentabas del otro lado. Salías con otras mujeres, y yo, con otros hombres.
Ron: Me concentré en mi trabajo, pero era difícil; te extrañaba.
Pepper: Yo también te extrañé. ¿Recuerdas que un día llamaste por teléfono y me dijiste que tenías gripe? Fui a visitarte y te preparé sopa. Después de arroparte en tu cama, recuerdo haber olido en mí tu loción. Me gustaba ese olor. Son esos detalles los que uno extraña. Solía llamar a una amiga mía y contarle: “Fulano es un buen tipo y me divierto mucho con él, pero…” Y ella me decía: “El problema con ese hombre es que no es Ron, y el problema con Sutano es que tampoco es Ron”. Yo no quería creer eso. Entonces mi amiga dijo: “No mantengas a Ron como un rehén del pasado”. Al oír eso me eché a llorar, y ella añadió: “Si él ya no te importa, ¿por qué estás llorando?” Sus palabras me liberaron y me permitieron ver la posibilidad de volver a estar juntos. Te llamé por teléfono, empezamos a salir y estuvo bien. Luego fui a un crucero con mi papá. Cuando nos acomodamos en el camarote, en mi valija encontré una larga carta tuya en la que me pedías que nos casáramos otra vez. Volcaste en ella tu corazón. Eso fue en agosto, y en diciembre nos casamos.
Ron: La primera vez duramos casados ocho años; estuvimos divorciados otros cinco, y en diciembre cumplimos diez años de habernos casado por segunda vez.
Pepper: Aún seguimos teniendo algunos altibajos, ¿verdad?
Ron: Sí. Creo que hemos aprendido que siempre tendremos nuestros altibajos, pero no quisiera estar con ninguna otra mujer. La lección es resistir y hacer que funcione.
Pepper: Y ser agradecidos. Hemos vivido muchas cosas juntos, pero aún me emociona estar contigo…

Grabado eL 24 de febrero de 2011, en Chicago, Illinois.

Ron y Pepper Miller celebraron el décimo aniversario de su segundo matrimonio con un viaje a Roma y Florencia.  

Amor en zona de combate

Joey Leon Guerrero y Delora Denise Leon Guerrero

Joey: La primera vez que nos vimos, entré en tu oficina y te pedí que firmaras un papel; creo que era para mi bono de alimentos. Pero no hablamos hasta que nos llamaron a servicio y supe que te unirías a la Compañía B.
Delora: Me enviaste un par de e-mails, pero yo estaba allí para trabajar. Pensaba: Estamos en Irak, no es momento para un romance. Así que pasamos cuatro meses como amigos, viéndonos en el trabajo. Durante esa etapa de amistad me contaste de tu familia, y me encantó. Yo también estoy muy apegada a mi familia. También me di cuenta de tus cualidades de líder: la forma en que les hablabas a los soldados y a tus supervisores, cómo te comportabas, cómo te vestías, cómo tenías siempre limpia tu arma. Me gustaba lo resuelto que eras y, al hacernos amigos, me gustó cómo te abriste conmigo; eras muy sincero y auténtico.
Joey: Pero tú guardabas la distancia por completo, así que me dije: me voy a concentrar en que seamos amigos por ahora. Porque sabía que, algún día, ibas a cambiar tu manera de pensar.
Delora: El momento decisivo llegó cuando estaba a punto de irme de descanso unos días, pero una tormenta de arena me detuvo en Bagdad. Tú me estabas ayudando con mis mochilas fuera de la carpa. De pronto recibimos fuego indirecto; empezaron a caer proyectiles por todas partes, así que corrí al refugio subterráneo. Después apareciste por allí como si nada, porque ya estabas curtido. Permanecimos agazapados uno frente al otro, esperando a que nos dijeran que podíamos salir. Yo sólo te miraba a ti, y fue como una escena romántica de una película: en mi mente aparecieron imágenes de los últimos cuatro meses: todo lo que habíamos conversado, cómo hablabas por teléfono con tus hijos, el hecho de que llamaras a tu madre, cómo me tratabas. Y pensé: ¿Sabes qué? No puedes dejarlo ir, o cometerás una tontería. Cuando estuve de descanso, pensé en ti. Al regresar, caminábamos todas las noches para alejarnos de los otros soldados y poder charlar. No suena muy romántico: los dos vestidos con uniforme y con un arma colgando del hombro.
Joey: Sin embargo, desde nuestra perspectiva, hicimos lo que hacen las parejas normales, sólo que en Irak.
Delora: Compraste un anillo de compromiso en Internet, y cuando me lo ibas a dar, cayeron más proyectiles. Tuvimos que evacuar y correr al refugio subterráneo. Pensé: ¿Será esto una señal? Más tarde, ese mismo día, me acompañaste a casa.
Joey: Fue entonces cuando me puse de rodillas, con mi arma colgando del hombro, y deseé que no nos cayera encima una bomba. No era la típica cajita de anillo de compromiso —parecía más bién un buzón del correo—; la abrí y te dije: “¿Quieres casarte conmigo?” Tuve dudas al principio: proponerle matrimonio en Irak a una mujer no es exactamente lo que ella habría soñado.
Delora: Pero yo sabía que eras el hombre perfecto para mí, así que cuando dijiste: “¿Prefieres esperar?”, respondí: “No. Aquí es donde estamos. Este es el momento”.
Joey: No me rechazaste. Me diste una oportunidad y me aceptaste. No podría tener a nadie mejor que tú.

Grabado eL 22 de mayo de 2010, en Frederick, Maryland.

Joey luego fue enviado a Corea para un servicio de 12 meses. Delora dejó el Ejército en febrero de 2011 para cuidar a su hija, Leila Rose. Un año después, la pareja viajó a Guam para que Delora pudiera conocer a las dos hijas de Joey y al resto de su familia, y para llevar al otro hijo de él, Jeremiah, de vuelta a casa (ya había vivido un año con ellos). A comienzos de 2012 tuvieron otro bebé, un varón. 

El error más oportuno

Rachel Perez Salazar y Ruben Paul Salazar

Rachel: Era el 10 de enero de 2007, y tú estabas trabajando en un laboratorio de computación en Waco, Texas.
Ruben: Fui al trabajo, y lo primero que hice fue revisar mis correos electrónicos. Había uno de alguien que no conocía, dirigido a “RP Salazar”. Pensé: Mi dirección electrónica es casi igual, así que sin duda se equivocaron de persona. Tecleé el nombre Rachel Salazar y le escribí un mensaje: “Hola, Rachel. Creo que este e-mail me llegó a mí en vez de a ti. Vivo en Waco, Texas, EUA”. Y lo firmé así: “Ruben P. Salazar, ciclista chicano, viajero y artista comunitario. P.D. ¿Cómo está el tiempo en Bangkok?” Porque vi que estabas en Tailandia.
Rachel: Yo te respondí: “Hola, Ruben, gracias por reenviarme el mensaje. El tiempo aquí es maravilloso; es la mejor época para visitar mi ciudad. Gracias, Rachel”.
Ruben: Así empezó una cadena de mensajes. Yo me imaginaba que eras una mujer de edad madura que se aburría en el trabajo, pero moví el cursor sobre tu nombre y apareció una foto. ¡Qué linda!, pensé. ¿Cómo puedo agrandar esta foto?
Rachel: Todas las conversaciones que tuvimos a partir de ese momento fueron muy espontáneas.
Ruben: Yo me sinceré contigo y te dije quién era, las cosas buenas y las malas. Creo que te conté todo. Para febrero o marzo, a veces pasábamos hasta cuatro o cinco horas todos los días en la computadora.
Rachel: Te escribí una carta a mano en un avión. En realidad, escribí ocho cuartillas. Empecé por describir la comida, y cómo las azafatas me miraban y tal vez pensaban: “¿A quién le estará escribiendo esta chica?” Cuando llevaba seis o siete hojas, me puse seria: “Sé que la vida tiene maneras de interrumpir los planes mejor trazados, pero estoy lista para afrontarlo”. Ahora pienso que tú fuiste esa interrupción. Sinceramente, creo que no pensé en ti en un sentido romántico hasta junio.
Ruben: En cambio, yo pensé en ti románticamente desde que vi tu foto.
Rachel: Me di cuenta de que te contaba cosas que ni siquiera le decía a mi mamá. Luego me enviaste flores. Escribiste: “Chica naranja, gracias por todo lo que haces, y gracias siempre por esta recién descubierta amistad con que nos hemos topado. RPS”.
Ruben: Suena cursi.
Rachel: Yo me emocioné al leerlo. ¡Me pareció tan sincero!
Ruben: Después dijiste que podrías venir a los Estados Unidos, y yo te contesté: “Si vienes a Texas, me encantará mostrarte algunos sitios”. ¡Jamás creí que fueras a aceptar!
Rachel: Decidí que iría a Texas, pero no se lo dije a nadie. Todos me habrían dicho: “¡Sólo una tonta puede viajar al otro lado del mundo para encontrarse con un desconocido!
Ruben: Yo se lo conté a todos mis familiares, amigos y colegas. Me decían: “Es imposible que ella venga. ¡Ni siquiera te conoce!”
Rachel: Hacía ocho meses que nos enviábamos mensajes electrónicos, y finalmente pudimos estar juntos. Fueron ocho días, los mejores que he tenido en toda mi vida.
Ruben: Recuerdo que una noche estábamos bailando, y de repente mencionaste algo…
Rachel: Dije que eras el hombre más tierno que había conocido. Nadie ha sido tan dulce conmigo como tú.
Ruben: Lo supe justo en ese momento: tenía que hacer algo para no perderte. Me puse de rodillas y te pedí que te casaras conmigo.
Rachel: Y yo te contesté que sí. Nos casamos en Waco el 24 de noviembre de 2007.
Ruben: Pero cuando les dijiste a tus familiares que yo te había propuesto matrimonio, no se emocionaron mucho. Cuando yo se lo conté a los míos, dijeron: “¿Que hiciste qué?” Y se rieron a carcajadas.
Rachel: Sí, pero ahora todos nos dicen: “Son el uno para el otro. ¡Encontraron a la pareja perfecta!”

Grabado el 27 de noviembre de 2010, en Waco, Texas.

Los Salazar cumplieron cinco años de casados el año pasado, y tenían planes de visitar Filipinas, donde vive la familia de Rachel.

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