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Selva Misionera: Tordo con brillo propio

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El Tordo Amarillo pertenece a la familia Icteridae, exclusiva del continente americano. Su hábitat es la extensa Selva Misionera sin embargo, no hay más de 600 de ellos debido a que se encuentra en peligro de extinción. 

El veinteañero Charles Darwin observó sus bandadas como destellos de amarillos voladores. Corría principios del siglo XIX y el tordo que lleva como apellido aquel color (Xanthopsar flavus), se ponía su picardía cromática entre el sur de la Provincia de Buenos Aires hasta más allá de la frontera con Brasil, aleteando por todo el Litoral. Parecían inextinguibles, pero –poco a poco y como en alguna letra de tango– se les vino la noche.

Los pastizales se alambraron y el ganado semisalvaje volvió a ser doméstico. Los bosques se cortaron, muchos humedales se secaron intencionalmente y hasta se puso de moda capturarlos como pájaros de jaula, pero sin aprender a reproducirlos. Así fue como del territorio en que se lo observaba, queda apenas alrededor del 10%.

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De hecho, en Argentina se estima que podrían sobrevivir apenas 600. No solo las actividades humanas lo golpearon duramente. Las costumbres de un pariente, el tordo renegrido (Molothrus bonariensis), lo empujan más cuesta abajo en la rodada. Resulta que el renegrido pone sus propios huevos de contrabando en los nidos de los amarillos (como así también en los de otras aves). El drama no sería tan grave, de no ser porque –al hacerlo– rompen los huevos de los amarillos. De esa manera se aseguran que sus polluelos sean los que los amarillos alimenten y cuiden con dedicación.

De paso, eliminan a un competidor adulto por el mismo alimento.

Así, acorralados y mermados, los tordos amarillos en apariencia viven únicamente en dos o tres lugares. Uno es la cuenca del río Aguapey (Corrientes), y otro en Entre Ríos, cerca de Gualeguaychú.

Sin embargo, en la Selva Misionera hay registros de observaciones en el sur. Supo habitar la cuenca del arroyo Garupá. Últimamente se lo ha visto en la Reserva Natural Privada Urutaú, cerca de Candelaria.

El tordo amarillo genera simpatía en todos. Su belleza le da el carisma que no tienen otras especies que también están en peligro. No por nada, junto con el Yetapá de collar (Alectrurus risora), fue declarado (en 2004) por la ley provincial 4138, “Monumento natural provincial”. Así que si lo divisa, considérese afortunado.

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