En el centenario de la independencia de los Estados Unidos, la Estatua de la Libertad aún no estaba construida.
La idea de que la República Francesa hiciera un regalo a los ciudadanos estadounidenses se le ocurrió al escultor Frédéric Auguste Bartholdi una noche de verano de 1865, mientras cenaba en casa de un historiador francés. Bartholdi propuso que el regalo fuera una enorme estatua que se llamaría «La Libertad alumbrando el mundo» y serviría para conmemorar el centenario de la independencia de Estados Unidos, a la que habían contribuido los soldados franceses.
Seis años más tarde, durante un viaje a Nueva York, Bartholdi, de 37 años de edad, descubrió el perfecto emplazamiento para la estatua: la isla de Bedloe, en la parte alta de la bahía de Nueva York, un lugar visible para todos los barcos que acudieran al puerto. Bartholdi regresó a París y comenzó a trabajar en la enorme estatua que llegaría a ser conocida popularmente como «La Estatua de la Libertad». Se inspiró, según dijo, en el Coloso de Rodas.
En primer lugar, Bartholdi realizó en barro un pequeño modelo de la Libertad de 1.2 m de altura. Después hizo millones de mediciones precisas con una plomada para ejecutar un par de modelos a mayor escala: el primero de 2.7 m de altura y el segundo de 11 m. Por último, construyó varias secciones de escayola que, una vez ensambladas, formarían una réplica a tamaño real de la estatua: algunas secciones medían 14 m, más que el Coloso de Rodas.
La obra final, cuyo costo acabaría ascendiendo a unos 400,000 dólares, se sufragó mediante suscripción pública. La elección del rostro de la estatua dio muchos dolores de cabeza a Bartholdi, que finalmente se decidió por darle las adustas facciones de su madre, una fanática protestante que había vuelto loco a su hijo, literalmente hablando, al prohibirle casarse con la mujer a la que quería: una judía.
¿Conmovedor símbolo de la libertad?
Madame Bartholdi vivía en Alsacia, la provincia del nordeste de Francia cedida a Alemania después de la derrota francesa en la guerra francoprusiana de 187071. Las autoridades alemanas prohibieron a Bartholdi visitar a su madre y, por ese motivo, paradójicamente, él la consideraba un símbolo de la libertad. Dio al rostro de su madre un aspecto griego clásico, exagerando los labios un tanto desabridos, la nariz arqueada y los ojos oscuros, de pesados párpados. El siguiente problema era encontrar los materiales adecuados para construir una estatua que resistiera la intemperie y, a la vez, fuera ligera para transportarla por el mar. Bartholdi se inspiró una vez más en el Coloso de Rodas, que estaba hueco y tenía un armazón interno revestido de una capa exterior. El revestimiento del Coloso era de pesado bronce; Bartholdi optó por revestir su descomunal estatua con 300 planchas flexibles y ligeras de cobre, de tan sólo 2.5 mm de espesor.
¿El regalo se retrasa?
El trabajo avanzaba lenta y metódicamente y, llegado el 4 de julio de 1876, el centenario de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos, el gigantesco regalo aún no estaba concluido. A comienzos de 1881, el armazón interno de la estatua estuvo listo, diseñado por el ingeniero Alexandre Gustave Eiffel, autor de la famosa torre de París que ostenta su nombre. Después se fue recubriendo con las láminas de cobre.
En junio de 1884, 19 años después de que Bartholdi concibiera la idea de crear la Estatua de la Libertad, ésta al fin se alzó majestuosamente sobre las calles de París. El 4 de julio, día de la Independencia, fue donada solemnemente al embajador estadounidense. Y el siguiente verano se desmontó, se embaló en 210 cajas de gran tamaño y se envió a Nueva York. Allí surgió otro problema.
La estatua había de alzarse sobre un pedestal tan alto como ella, con lo que llegaría a elevarse unos 93 m sobre el nivel del suelo. Pero no se había logrado reunir más que la mitad del dinero necesario para construir el pedestal. El editor Joseph Pulitzer lanzó una campaña animando a que se hicieran donativos para esta causa y publicaba en su popular periódico, el New York World, los nombres de cuantos iban contribuyendo a la obra, con mucho o poco dinero. Finalmente, 121,000 personas aportaron más de 100,000 dólares.