Al menos la pandemia tuvo una ventaja: las millones de personas que descubrieron la dicha de andar en bicicleta.
«Andar en bicicleta es fácil”, dice Tanja Jamnik. “Cuando subo a ella me siento libre. Puedo ir adonde yo quiera: a las montañas o solo a dar una vuelta por la ciudad”.
La contadora de 57 años de Kranj, Eslovenia, trata de salir al campo varias veces por semana durante el verano. “Me gusta subir las colinas porque disfruto la vista”, explica. “Es cansador, pero vale la pena”. Uno de sus trayectos favoritos son los 30 kilómetros al lago Bled, cerca de la frontera con Austria; es un lago que parece salido de un cuento de hadas con las montañas de fondo.
Tanja está convencida de los beneficios que trae a su salud. “Todo el cuerpo se beneficia de andar en bicicleta. Además, hace tres años me operaron de la rodilla y el doctor me dijo que ayudaría a mi recuperación”. Además, es bueno para la salud mental. “Si voy sola, me distraigo y todos los problemas desaparecen de mi mente. Si voy con una amiga, ¡hablamos tanto que nos sirve de terapia!”
Aunque Tanja y su esposo, Andrej, disfrutan de la bicicleta hace tiempo, es una actividad que muchos apenas están descubriendo. Ella atribuye el reciente auge de ciclismo en su país a dos factores. Uno es el increíble desempeño de Eslovenia en el Tour de France de 2020. Primož Roglic dominó la competencia antes de que su compatriota, Tadej Pogacar, le arrebatara la victoria en el último momento.
La otra, por supuesto, es la pandemia de la Covid-19. El año pasado, cuando se cerró el transporte público, además de escuelas, instalaciones deportivas, restaurantes y tiendas, muchos eslovenos descubrieron —o redescubrieron— la bicicleta. “Mi hijo trabajaba en una bicicletería y las ventas aumentaron un 30 por ciento”, cuenta Tanja. “Para principios de julio, las tiendas de ciclismo de toda Eslovenia se estaban quedando sin bicicletas de montaña y senderismo”.
A Tanja y Andrej les gusta recorrer su país en bicicleta y, la mayoría de los años, usan sus vacaciones para hacerlo en otros lados. Su recuerdo favorito es cruzar los Pirineos entre Francia y España, desde el Mediterráneo hasta el Atlántico, a través de 28 pasos de montaña en diez días. “Unos niños franceses bajaron la ventana de su auto para darnos ánimo. Nos gritaban “Allez! Allez!””, recuerda Tanja. “Cuando llegamos a la cima del paso, nos aplaudieron. Fue muy lindo. En bicicleta es mucho más fácil establecer un vínculo con los demás”.
Ella espera unirse a muchos otros que pedalean al trabajo todos los días cuando comience su nuevo empleo en la capital, Liubliana, aproximadamente a 20 kilómetros de su casa. Liubliana es una de las ciudades más seguras para el ciclismo en el mundo, con 300 kilómetros de carriles para bicicletas, rutas continuas para el ciclismo recreativo y estaciones de servicio. Cuatro contadores de tráfico automáticos registran más de tres millones de viajes en bicicleta cada año. Y Kranj, la ciudad natal de Tanja, tiene una buena red de caminos y un servicio de alquiler de bicicletas. “Aquí”, dice Tanja, “el ciclismo es lo de hoy”.
De hecho, ha habido un crecimiento fenomenal en el ciclismo en el mundo. Por ejemplo, en algunos países europeos ya se utilizaba mucho la bicicleta, incluyendo los Países Bajos, Hungría, los países escandinavos y Alemania, pero el número está aumentando en todo el continente donde cada vez más personas las usan para hacer ejercicio, transportarse o pasear.
Por la crisis de la Covid-19, muchos han acudido al poder de los pedales porque el ciclismo se ha convertido en una de las pocas maneras de transportarse guardando el distanciamiento social, o de ejercitarse en caminos menos transitados. En Finlandia, la venta de bicicletas aumentó 34 por ciento en 2020 y, solo en enero de 2021, un increíble 49 por ciento, según la Federación Finlandesa de Ciclistas. En 2021, en Francia, la popularidad del ciclismo explotó. Olivier Sneider, de la Federación Francesa de Ciclistas dice que, “en el último año más o menos, las bicicletas se han vendido como pan caliente, y en algunas tiendas se han agotado”.
Una conversa, debido al Covid-19, es Emma Rawlinson, de 37 años, de Lancashire, en el Reino Unido. En la primavera de 2020, estaba trabajando desde casa por la pandemia. Al mismo tiempo, sus dos hijos, Harris, de cuatro años; y Rosa, de tres, no estaban yendo a la escuela ni a la guardería. Emma vio al confinamiento como una oportunidad perfecta para empezar a andar en bicicleta en familia. “No hubiera podido pasar tiempo con ellos si no fuera por el encierro”, explica Emma, la dueña de una pequeña agencia de relaciones públicas.
“Entonces nos dimos cuenta de la cantidad de viajes cortos innecesarios que hacíamos en el auto”, dice Emma. “Íbamos a casa de mi madre o de compras. Pero, si hace buen clima, lo dejamos. Tenemos bicicletas y los niños están aprendiendo a usarlas”.
El ciclismo ha aumentado la atención que la familia pone en el mundo que los rodea. “En el auto íbamos escuchando la radio, sin conversar mucho, viendo por la ventana a los demás autos”, recuerda Emma. Ahora asimilan sus alrededores mucho más. “Les digo, “miren los caballos en el campo de allá”, o “¿ven como las hojas están cambiando de color?””
La familia ha aprovechado los caminos rurales que su comunidad local cerró al tráfico motorizado como parte de una campaña para “andar en bicicleta”, que lanzaron durante el encierro.
“Cerraron algunos caminos para facilitar el acceso y han ofrecido cursos para animar a las personas a usarlas”, cuenta Emma. La campaña también publicó nuevas iniciativas como el Programa de Cupones Arregla Tu Bici del Gobierno del Reino Unido, que ofrece un descuento de 50 libras al reparar la bicicleta.
Ahora, pedalear a la escuela es parte de la rutina diaria de los Rawlinson. “Con la bicicleta podemos pasar por debajo de la carretera y nos toma de tres a cinco minutos”, dice Emma. “Si fuéramos en auto, tendríamos que rodear la carretera; nos tomaría 20 minutos. Ya no tiene sentido hacer eso”.
También le trajo beneficios personales. “En verdad hizo que me sintiera joven de nuevo”, dice. “Cuando las restricciones del encierro se relajaron un poco, fui en bicicleta a los escalones de entrada de las casas de mis amigos para visitarlos”. Ellos se sorprendieron cuando la vieron llegar pedaleando. “Vine hasta aquí en bicicleta. ¡Es increíble!”, les contó.
Pero le gustaría que hubiera una mejor red de caminos continuos en el Reino Unido para ciclistas y peatones. “Con ellos, la gente se sentiría más segura a darle una oportunidad a la bicicleta, ya que verían que no tienen que usar las carreteras, que hay infraestructura para ellas”.
París está más equipada que muchos otros países para los ciclistas. En un esfuerzo por reducir el tráfico y la contaminación, la alcaldesa Anne Hidalgo recientemente creó cientos de kilómetros de carriles nuevos para bicicletas, muchos de los cuales las separan de los autos; fueron llamados coronapistes. Según algunos reportes, el uso de bicicletas en París ha aumentado casi 70 por ciento desde la primavera de 2020. Además, el gobierno francés ofreció todos sus ciudadanos un descuento de 50 euros para reparar sus bicicletas, o una clase para volverse a subir a una. Vélo & Territories calculó que, durante los primeros cinco meses después del primer encierro, su uso aumentó 60 más que en el mismo período durante 2019.
La mayoría de las personas que pedalean al trabajo en la capital francesa ahora lo consideran un estilo de vida, llamado vélotaf. Uno de ellos, Christophe Marquis, es testigo de la explosión de vélotafeurs en París. Aunque no siempre significa algo bueno. “París está bien equipada, pero hay muchos idiotas”, dice el técnico de aeronaves de 56 años, que vive en el suburbio parisino de Le Raincy, aproximadamente 17 kilómetros al noreste de la ciudad. Él suele pedalear por el centro de la ciudad, además de recorrer los 20 kilómetros a su trabajo en el aeropuerto Charles de Gaulle.
“Está el problema entre conductores y ciclistas, pero también entre ciclistas y ciclistas”, dice.
Por otra parte, “en París el problema es entre ciclistas y ciclistas. Creo que muchos ciclistas nuevos solían ser conductores y se acostumbraron a las multas expedidas por la vigilancia de las cámaras de video. Una bicicleta no necesita placas. Así que ahora creen que pueden hacer lo que se les dé la gana con esta nueva libertad que encontraron”.
Christophe los caracteriza cómo los giran sin señalizar y les cortan el paso a autos. “Así convences a los automovilistas de que las bicicletas están tratando de reemplazar a los autos y entonces se declara una guerra”, advierte.
Cuando recorre los suburbios en bicicleta para ir al trabajo, donde la infraestructura de caminos favorece al motor de combustión, Christophe se enfrenta a otro tipo de retos. “En ocasiones tienes que acelerar para cruzar un carril donde los autos y camiones conducen a gran velocidad. No es práctico y a veces los caminos no son muy anchos y los autos y camiones pasan muy cerca de uno cuando lo sobrepasan”.
Pero aun así no usa mucho su auto. “El auto es más caro, más dañino para el medio ambiente. Hace que subas de peso y no ayuda a la salud”, dice. “En mi bicicleta no tengo problemas para estacionarme”.
Y no puede evitar sentir una cierta satisfacción cuando se topa con un embotellamiento causado por una manifestación en la ciudad. “Los saludo con la mano al pasar”, dice, riendo.
Los europeos también están subiendo a las bicicletas eléctricas; se cree que las ventas aumentarán, de 3,7 millones en 2019, a 17 millones en 2030. Estas bicicletas electrónicamente asistidas —también llamadas pedelecs— también son responsables de dar más movilidad a las personas de la tercera edad.
Ciertamente esa ha sido la experiencia de Charly Kumfert, de 65 años, de Stuttgart, Alemania, quien se deshizo de su segundo auto y compró una bicicleta eléctrica cuando se se retiró de su empleo en una fábrica de autopartes en 2018. Ahora, totalmente retirado, sube a su pedelec por lo menos tres veces por semana para ir de compras, a su huerto o a casa de su hermano a beber un café, normalmente por la extensa red de rutas para bicicletas de la región montañosa donde vive.
“Definitivamente estoy en mejor forma”, dice Charly, cuyos recorridos promedian diez kilómetros. Cuando está en su huerto, debe subir y bajar una escalera larga. “Me quedaba sin aliento cuando llegaba hasta arriba; ahora puedo subirla casi sin problema”. Los estudios muestran que las bicicletas eléctricas pueden ayudar a mejorar la condición física, la salud cardiovascular y los niveles de glucosa en la sangre.
Alemania tiene el mayor mercado de bicicletas eléctricas de Europa. Alcanzan una velocidad máxima de 25 kilómetros por hora y, a diferencia de las pedelecs más veloces, que están dentro de otra clasificación de vehículo, no es necesario tener una licencia de conducir, tener documentos de registro, placas, seguro o si quiera usar casco, aunque Charly usa uno de todos modos.
En todo caso, pedelec o bicicleta convencional, la dicha de andar en bicicleta —con sus grandes beneficios físicos, anímicos y para el medioambiente— ahora está más accesible que nunca para todos. Como dice Emma Rawlinson: “no hay mejor época para empezar.
Solo necesita una bicicleta y un casco”.